Capítulo 14. Cerrar un círculo

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-No es verdad que llegué a Rose Lake desde hace poco- me confiesa Chris, sin mirarme a los ojos ni tan solo por un segundo -. Pero si es cierto que llegué a tu instituto desde hace poco.

-¿Antes adónde ibas?- pregunto sin miramientos.

-A un colegio del otro lado de la ciudad, uno un poco más pequeño. Llevaba ahí como unos dos años o algo así. También iba Ryan Morris: estábamos en las mismas clases de historia y biología.

-¿Y ese quién se supone que es?

Él parece sorprendido de que yo no lo sepa.

-El noviete de tu amiga Chloe.

Aprieto los labios y los convierto en una sutil línea mal pintada. Chloe era la que había mirado peor a Chris ayer, e inclusive me había pedido que la llamara si las cosas se torcían con él.

-Bueno- carraspea Chris, incómodo, moviendo la mirada de un lado al otro del techo, como si yo no estuviera presente; de todas formas, sabe muy bien que lo estoy, porque si no sus manos se quedarían quietas sobre su regazo en lugar de revolotear sobre la mesa -. Bueno, el asunto es que llegó la Fiesta de Primavera del instituto, y todos íbamos a ir. Como en el caso de Ryan, muchas personas de mi colegio tenían a sus parejas en el tuyo, por lo tanto el día de la fiesta había una concentración enorme de chavos de ambas escuelas.

Hago una mueca. El solo pensamiento de tener a tanta gente cerca me da arcadas. Asiento una vez, dándole así a Chris el permiso para seguir.

-Yo... En ese periodo andaba muy mal de dinero- lo dice muy bajo, como si fuera una poderosa maldición que cobra vida si pronunciada en voz alta -. Mi madre estaba enferma y mi padre... Volvía borracho a casa cada noche.

Ni sé porqué me está contando todo eso. Una pequeña lágrima se le asoma por el borde del ojo, pero Chris se la seca antes de que pueda rayarle la mejilla.

De repente, no quiero saber más nada. No quiero que Chris de sienta incómodo por mi culpa, y, a pesar de tener mucha curiosidad por escuchar su versión de los hechos, entiendo que hacerlo hablar sobre un periodo oscuro de su vida lo hará revocar toda su tristeza y malestar.

Yo no quisiera que alguien me presionara a hablar sobre mi periodo de depresión, por ejemplo.

-Ya es suficiente- digo, y miro mi muñeca para comprobar la hora. Cuando veo que no tengo reloj, me regaño por ser tan estúpida y pensar de habermelo puesto a pesar de que nunca lo hago.

Me levanto del banco, pero Chris se hecha hacia delante en la mesa y me coge de la muñeca.

-Espera-, suelta, y en sus grandes ojos veo el deseo de contármelo todo-. Quédate. Por favor. No he terminado.

-No hay necesidad de que lo hagas, si te hace estar mal- volteo, pero su mano caliente sigue atorada a mi muñeca.

-Vi, no te estoy contando esto porque necesito desahogarme con alguien. Para eso hay los psicólogos. Lo hago porque me caes bien y me importas, y quiero que seamos amigos. Eres la única persona que, a pesar de saber lo que dicen de mí, se ha sentado aquí para escuchar mi versión, así que no pierdas el tiempo volviendo al colegio y terminamos lo que hemos empezado.

Me quedo boquiabierta. No me esperaba tanta sinceridad por su parte. Su cara de cachorrito malnutrido y sus grandes ojos color café me dicen a gritos que las historias sobre él son falsas, que la gente se equivoca; que lo han juzgado solo porque es latino y porque los latinos no tenemos derecho a defendernos. Pero no podré estar segura de eso si él no me cuenta su versión.

-Dime qué pasó el día de la fiesta.

Sueno un poco fría, pero sé que algo adentro de mí se ha derretido. Chris resopla y por fin clava su mirada en mí.

Simplemente VanesaWhere stories live. Discover now