Capítulo 34. El hilo rojo

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Después de unas cuantas confesiones más, Ty y yo acabamos hablando de nuestras familias... O, mejor dicho, Ty acaba hablando de su familia, porque yo sé que no podría hacer lo mismo sin mencionar a mi madre muerta y echarme a llorar.

-Mi hermana Mi-yoon está obsesionada con Marylin Monroe- dice mi acompañante entre una papa frita y la otra-. ¡Hasta se pinta el lunar que tiene ella cerca de la boca cada día antes de ir al colegio! De locos.

Me río.

-Mi-yoon suena muy divertida. ¿Es actriz ella también?

Ty niega con la cabeza, y unos mechones de pelo rebeldes le salpican sobre la frente. Es tan adorable...

-Ella prefiere cantar. Y luego está Hana, mi otra hermana. Hana es... Complicada.

Veo que su mirada se hace más sombría y densa, como si de repente tanto negro en sus ojos le pesara.

-No me tienes que hablar de ella si no quieres- digo, apretando su mano. Es muy suave y huele a jazmín.

Él me dedica una sonrisa melancólica.

-Hana no lo ha tenido nada fácil en la vida. Con todos esos ataques de pánico y medicamentos...- hace una pausa.

Oh.

Su hermana sufre de ataques de pánico. Debe ser por eso que supo manejar tan bien la situación en el pasillo de la escuela ayer.

-Desde que... Bueno, desde una cosa que pasó hace un par de años, mientras yo estaba de gira, ya no es la misma- prosigue Ty, clavando la mirada en sus zapatos.

De repente hace más frío en el local. Hasta la música parece haber perdido su encanto. La cara de mi acompañante se pone mustia, y adopta un subtono grisáceo casi enfermizo.

Abro la boca para decir algo, pero no sé ni qué palabras estoy buscando, así que opto por apretar los labios y acariciar la espalda de Ty. Nunca he hecho eso con un chico, pero con él es diferente.

-Tal vez estamos yendo demasiado deprisa. Entiendo que hay cosas que... Bueno, que necesitan de un poco más de preparación mental y confianza para ser contadas- es lo único que logro sacar de mi garganta.

Noto que nuestra conversación se está entristeciendo, como una rosa que en invierno pierde los pétalos y se marchita. Haré de todo para que esto no pase.

Antes de que pueda pensar en algo más, Ty asiente. Me devuelve una sonrisa forzada.

-¿Te gustaría ir a mi casa? Y, quizás, conocerlos...

Parpadeo muchas veces, como si no me creyera que ésta es la realidad. Ty sigue mirándome fijo, envuelto en su traje elegante y con un poco más de color en las mejillas.

-¿Conocer a quién?- susurro, casi atragantándome con mis propias palabras.

El chico que tengo enfrente luce la mejor de sus sonrisas, pero la melancolía todavía aletea en sus ojos.

-A mí familia, claro.

Me agarro con ambas manos al sofá, porque si no estoy segura de que me caería. Es como si alguien acabara de pulsar un botón que activa las mariposas en mi estómago.

-¿Tu... Familia?

-Sí...- Ty frunce el ceño -. ¿No quieres? ¿Te parece demasiado temprano para eso? Caray, Vanesa, perdóname...

-No no no no- me apresuro a decir, negando enérgicamente con la cabeza-. O sea, sí, sí, me encantaría conocerlos.

-¿En serio?

Simplemente VanesaOù les histoires vivent. Découvrez maintenant