Capítulo 13. Jenna

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Del amor al odio hay un paso

Por acá no vuelva', hazme caso

Cero rencor, bebé

Yo te deseo que te vaya bien con mi supuesto reemplazo

No sé ni qué es lo que te pasó

'Tás tan raro que ni te distingo

Yo valgo por dos de 22

Cambiaste un Ferrari por un Twingo...

La nueva canción de Shakira retumba a todo volumen en mis auriculares mientras camino por el pasillo del instituto, con la cabeza ligeramente girada hacia la izquierda en busca de mi taquilla. Es justamente en estos momentos que no entiendo como la gente pueda querer ir a una discoteca; se puede escuchar buena música desde la comodidad de tus audífonos, y sin la necesidad de pegarte a gente sudorosa en el proceso.

Es miércoles por la mañana y es muy temprano, por lo tanto el pasillo está casi vacío y no estoy obligada a abrirme paso entre un amasijo de adolescentes apestosos, cosa que, casi todas las veces que la hago, me quita las ganas de vivir.

Cuando la canción llega al estribillo, me encuentro a mí misma canturreando en voz baja, y sacudiendo al mismo tiempo las llaves de mi taquilla como si fueran unas maracas. Es la primera vez que escucho una canción en español que no sea de Luis Miguel, por lo tanto me sorprendo al darme cuenta de que me acuerdo de toda la letra. Y eso que ha salido hace dos días.

Antes de que Bizarrap y Shakira se aliaran para componer ese temazo, no era fan de ninguno de los dos, pero, después de que Shakira comparase a la amante de su exmarido con un Twingo, creo que la amo perdidamente.

Cuando Juancho y yo éramos pequeños, mi papá compró un Twingo gris por un precio muy bajo, disimulando el hecho de que era un coche feísimo repitiendo a cada rato que había sido una ganga.

Nuestro viejo Twingo tenía un faro roto y le habían robado la radio, pero se le quería bastante. Lo había llamado Sally, y cada vez que me montaba en él fingía que era un Porche. Lástima que, a los diez años, una niña de mi colegio me dijo que solo era un estúpido cacharro, y que no se parecía en nada a un Porche. Niñita idiota. Ya me gustaría a mí saber quién chingados se creía para ir por allá criticando a mi Sally.

Tal vez por asociación de ideas, mi dedo se desliza rápidamente por la pantalla de mi móvil, desbloqueándolo, y reanuda la canción hasta la parte del Twingo.

-Cambiaste un Rolex por un Cassio, vas acelerado dale despacio...- canturreo junto a Shakira, mientas el usual desorden de mi taquilla se abalanza sobre mí como un monstruo gigante hecho de libros de texto, novelas gráficas, apuntes de inglés y dibujitos sin sentido -. Mucho gimnasio...

-...¡pero trabaja el cerebro un poquito también!

No me da tiempo a levantar la cabeza de mis cosas que alguien me arranca los auriculares y tira de mi móvil.

Me giro, furiosa, porque esto es algo que haría mi hermano Juancho, pero me congelo cuando veo a Chris sonriendo de oreja a oreja, como si de verdad se hubiera olvidado de las caras incómodas de mis amigos ayer en el comedor.

-Fotos por donde me ven, aquí me siento un rehén- canta Chris, juntando las muñecas y pretendiendo estar esposado.

Bufo, arqueando una ceja y dándome la vuelta otra vez para asegurar mi taquilla con su candado.

-Justamente te tendrían que esposar por lo que has hecho- digo, metiéndome los auriculares en el bolsillo de la chamarra y dirigiéndome hacia el aula de matemáticas.

Simplemente VanesaWhere stories live. Discover now