Capítulo 38: La verdad del instinto

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Aquel era un día bastante agradable, el otoño ya se hacía notar en una fresca brisa, mientras el cielo se encontraba completamente despejado, sin embargo sentía el sudor frío en su nuca, así como las manos resbalosas, algo no estaba bien, por supuesto, la ansiedad le recorría en un penetrante desazón, estremeciendo su interior, aun así un cálido apretón en su brazo le regresó a la realidad, pues hacía tiempo su cabeza estaba perdida entre las penumbras de su pasado, aquellas que le habían impedido tanto avanzar en su vida.

Al voltear se encontró con aquellos brillantes ojos chocolate que le regresaban la mirada sin dudar, sintiendo a través de su aroma el gran amor y apoyo que tanto necesitaba en aquel momento. Suspiró sin contenerse, Yuuri era perfecto.

El japonés se sonrojó, posiblemente alertado por los desbordantes sentimientos de Viktor mediante el vínculo de enlace, pero no había mucho que hacer, estaban en una situación bastante delicada, cualquier mínima distracción traía calma a sus corazones.

Esperaban en la terraza privada de un restaurante con algo de impaciencia, habían llegado minutos antes de la hora acordada con André, además de que al parecer éste mismo venía algo atrasado. El alfa se atormentaba con un sinfín de panoramas, desde ser simplemente plantado hasta llegar a los reclamos y más amenazas, era una suerte que su Yuuri le acompañara, rodeándole con su tranquilizadora fragancia maternal.

Impaciente, el Nikiforov se abalanza sobre el japonés en un efusivo abrazo, olfatea los oscuros cabellos a profundidad, generando cosquillas en el más bajo, mismo que suavemente se remueve entre risas.


—¡Yuuri! —exclama con las energías recargadas— ¿Cómo puedes hacer que me olvide de todo con tan sólo verte?

—No exageres —murmura avergonzado, sus mejillas se tiñen de rojo sin soltar a su pareja.

—No exagero, eres tan lindo —se aparta un poco, acuna en su mano la mejilla del omega—, soy tan feliz a tu lado —revela meloso antes de besarlo.

Me alegra saberlo —una suave voz les interrumpe.


La piel en la nuca de Viktor se eriza, separándose automáticamente de su pareja, tirita en su sitio y gira el rostro, se topa de lleno con unos ojos castaño claro, una afable sonrisa y un rizado cabello rubio cayendo en una ligera melena. Un omega de mediana estatura se aproxima a los recién casados, carga en sus brazos a un pequeño niño de poco más de un año, el cual no deja de agitar un juguete entre sus manos.


—Cuanto tiempo, Vitya —saluda un tanto incomodo ante la expresión del aludido.

—André —murmura con impresión nada disimulada, su ritmo cardiaco se eleva—, l-lo siento —nervioso se levanta de golpe haciendo rechinar la silla en la que descansaba— permíteme —rápidamente corre uno de los asientos libres de la mesa.

—No era necesario —levanta una ceja, sin embargo, accede al gesto, acomoda al cachorro en su regazo.

—Lo es —insiste el alfa mientras vuelve a su lugar—, les presentaré —comenta un poco más repuesto—, André, él es mi esposo Yuuri —señala mientras toma de la mano a éste último— acabamos de casarnos éste año —informa—, Yuuri, él es André mi compañero que te comenté.

—Mucho gusto —asiente levemente el japonés, mostrándose cauteloso ante el otro omega.

—El gusto es mío —sonríe muy tenue—, éste pequeño es Louis, fruto del enlace con mi esposo —un tenue sonrojo adorna sus pómulos—, noto que también están formando una familia, es bueno ver que has seguido adelante con tus sueños —dirige su vista a los ojos azules.

Dulce ViktorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora