Capítulo 34: Padres de... ¡¿Cuántos?!

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El silencio solo es interrumpido por los taconeos en el piso y los ligeros murmullos de la gente, su corazón bombea presuroso, lo escucha como un tambor que retumba en su cuerpo, la ansiedad le invade con la vista fija al frente, sus pensamientos se pierden en un cartel donde se enlistan una serie de comparativas y cuidados entre una omega femenina y uno masculino, pues aunque sufren de una misma condición, sus cuerpos son ligeramente diferentes.

Mientras las mujeres tienden a ser voluptuosas y sumamente bellas, sobrellevan trastornos hormonales mucho más fuertes que un varón, por lo que deben controlar el sobrepeso que estos les suelen causar mediante el ejercicio y una alimentación estricta, por otra parte los hombres cuentan con un cuerpo más resistente a la descompensación hormonal, atléticos y esbeltos, con órganos externos masculinos por lo general estériles, así como útero y ovarios funcionales, sin embargo tienen una alta tasa de embarazos de riesgo en comparación a las chicas de su género, donde es prácticamente nulo incluso en gestaciones múltiples.

Tiembla sintiéndose diminuto en aquella sala de espera, se hunde en la silla acolchonada mordiéndose los labios con más saña de la que debería, cierra los ojos abrumado y entonces al percatarse de la calidez que se expande desde su marca en la nuca, la tranquilidad de repente le envuelve erizándole la piel, abre sus parpados, encuentra su mano entrelazada con una más grande, con delgados dedos y en uno de ellos aprecia una dorada sortija igual a la suya, sonríe levantando la mirada, el resplandor de un par de ojos azules termina por sosegarlo.


—Ya casi es nuestro turno, Yuuri —avisa con dulzura el Nikiforov.

—Sí —suspira un tanto resignado.

—Hey —le toca la barbilla con su mano libre—, no pongas esa cara, hoy lo veremos por primera vez ¿No te ilusiona?

—Un poco, es sólo que —medita—­... aun no lo creo, es tan raro pensar que esté —se sonroja—... embarazado.

—¿Sólo es eso? —levanta una ceja suspicaz.

—Bien —menea la cabeza en negativa, decidido a soltar un poco su tensión—, todavía me siento algo inseguro, es... mi primer semestre en la universidad y no sé si podré sobrellevarlo, sinceramente tengo miedo a fracasar en mis metas... cuidar de un bebé y morir en proyectos finales no suena tan buena idea —sonríe nervioso.

—Trataré de ayudarte en todo lo que pueda, el hijo no sólo es tuyo —sus labios son un corazón—, además siempre está la opción de contratar una niñera cuando la carga de mi trabajo o tu universidad nos supere.

—No lo sé, no me parece buena idea depender de una niñera... pero suficiente tienes ahora —le repasa con la mirada admirando el costoso traje que el mayor luce—... lo que me recuerda ¿Qué le dijiste a Elena?

—La verdad —se encoje de hombros—, no podía quedarme para la merienda porque te acompañaría al médico.

—¿Le dijiste por qué? —indaga recordando la discusión que tuvo con su suegra.

—Creo que lo sospecha, en cuanto me vio y notó mis feromonas, su sonrisa se volvió enorme, tenía bastantes años que no la veía tan contenta —ríe tímido y algo nostálgico.

—Oh —se crispa por un momento pero trata de no ser muy evidente—... supongo que estará feliz por ser abuela —suelta tratando de no sonar sarcástico.

—Seguramente si —le acaricia el dorso de la mano— ¿Sucede algo?

—No —evade, volteando su cara en otra dirección por las náuseas, ya no podía identificar si era por la situación, los nervios o el cachorro.

—Señores Nikiforov, son los siguientes —avisa la enfermera.

—Claro, en un momento —responde el alfa— ¿Puedes levantarte, cariño? —pregunta preocupado ante su palidez.

Dulce ViktorWhere stories live. Discover now