Capítulo 22: Confesiones.

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El murmullo de una charla cotidiana, risas de niños jugando, una mesa llena, de comida, de personas, bajo la calidez del sol y la fresca brisa de una primavera próxima. Logra percibir la dulce fragancia de las flores, sin molestarse en diferenciar si, se debía al jardín a su alrededor o a los omegas presentes, sonríe, sintiéndose melancólico, parecen una familia normal, eso le llena el corazón de alegría, sin embargo, la ausencia de su madre lo hace considerar culpable, ella también debería de disfrutar, más nada puede hacer, es algo que no está en sus manos.



-¿Te sientes mejor? –pregunta el portador de esos ojos chocolate que le hacen suspirar, se nota preocupado.

-Sí, gracias –levanta su mano, tocándole la mejilla, pues está recostado en los muslos de su pareja.

-Me asustó bastante que de repente comenzaras a temblar, volviste a sangrar de la nariz –dice con voz y semblante acongojado- lo siento.

-No fue tu error –su olor sale indiscreto para calmarle.

-Viktor... -se muerde sus labios, respondiendo instintivamente.

-¡Agh! –un estruendo hace vibrar la banca- ¡¡¿Podrían dejar de intentar aparearse en la mesa?!! ¡¡Trato de comer!! –reprocha cierto adolescente.

-¡Yerikovich! –reprende con prontitud- ¡Tus modales!

-Siéntate, Yura –secunda el alfa mayor.

-¡¿Cómo pueden dejar que hagan lo que quieran en la mesa?! –rechina los dientes.

-Yuri... -se incorpora con cuidado, masajeando su frente por un repentino dolor- olvidé que estábamos aquí –se excusa.

-No, Vitya, ustedes no han hecho nada malo –frunce sus finas cejas, volviendo la mirada a su hijo omega- Yeri... ¡Yerikovich!

-¡¡Me largo de aquí!! –grita, caminando apresurado hacia la casa- ¡¡Quédate con él, tú también!! -azota la puerta al entrar.

-Iré y tendremos una conversación –se levanta el de ojos verdes- disculpen –su gesto sereno contrasta con la pesadez que emana de él.

-Yerik, yo voy –suspira el Nikiforov- necesito hablar a solas con él, se lo debo.

-Viktor ¿Quieres que te acompañe? –titubea ansioso- acabas de reponerte.

-Yuuri –le toma por ambas manos, besándole los nudillos-, estaré bien, volveré pronto.

-Pe-pero...

-Obtuve tu marca de olor –sonríe, haciendo un guiño.

-No me lo recuerdes –el rubor vuelve a invadirlo.

-Eres tan tierno, cariño –le pellizca, con suavidad, uno de sus cachetes.

-Uhum –la sonrisa en Antoine era única- creo que me he perdido de muchas cosas últimamente~

-Creo que ya tengo que irme –huye.

-¡Vitya! –lloriquea, queriendo molestar- ¡Tendrás que contarme más tarde, Elenovich! –amenaza.



Cuando cerró la puerta tras de sí, todavía podía escuchar las risas de su padre, seguramente incomodando a su esposo, con el cual se disculpó mentalmente, para así proseguir con la búsqueda del adolescente; los pasillos, las escaleras, todo es un total silencio, pero para él es sencillo, hasta obvio, el donde encontrarlo: el tercer piso. Allí sólo existían tres habitaciones, correspondientes a un estudio, que pronto se convirtió en una sala de videojuegos para el joven rubio, la alcoba de éste y una más de invitados. Suspiró nada más llegar, percibe como era advertido a través de unas picantes feromonas, lo siente molesto a través de su invisible lazo fraternal, lo hace querer protegerlo, su instinto alfa se lo dicta, es un joven omega y su pequeño hermanito.

Dulce ViktorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora