Capítulo 36: Cambios.

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Naturaleza. Es el nombre que el ser humano ha dado a todo aquello que le rodea, misma que crece, mueve y se modifica sin su intervención, algo tan maravilloso que el mismísimo hombre primitivo adjudicó tal poder a una deidad, dándole el cariñoso apodo de "madre naturaleza", pues ésta misma no sólo creó las plantas, los animales y todos los diversos ecosistemas que existen, sino que también creó a las mujeres y los hombres, viviendo en ellos con cada latido, suspiro y paso que estos reproducen. Es incluso tan misteriosa, pero a la vez tan común que olvidamos que ella está aquí, en cada ser vivo y hasta en el más minúsculo rincón del planeta.

Yuuri se observa en el espejo del vestidor con la puerta abierta de la recamara, es su primer día de clases, no sabe que ponerse, pues acaba de descubrir un pequeño detalle que, cuando usaba las pijamas y ropa cómoda de andar en casa no distinguió: sus jeans no le cierran, sus camisas le ciñen, las camisetas se le suben. Su vientre había comenzado a crecer.



—¡Tienes que entrar! —lucha contra uno de sus pantalones de mezclilla, fallando de forma ridícula, con la cara ya enrojecida por el esfuerzo.

—Cariño, no deberías forzarlo o se lastimarán —suspira en el umbral.

—¡A penas cumpliré las ocho semanas! ¡Nada me queda! ¡Es muy pronto! —refunfuña mientras saca unos vaqueros de su marido, extendiéndolos frente a él.

—Son dos, es normal que tu barriga crezca más rápido —recuerda con paciencia.

—Los tomaré prestados —avisa, cambiándose la ropa sin pudor frente al ruso.

—No hay problema, pero no creo que te queden, ya había comprado algo para cuando esto pasara —se encamina a uno de los armarios donde saca un conjunto bien doblado aun con etiquetas.

—¿Cuándo lo hiciste? —alza una ceja desconfiado.

—Compré muchas cosas por internet cuando supimos de los cachorros —un tenue sonrojo delata su mal disimulada vergüenza por sucumbir al instinto alfa.

—Viktor —reprende haciendo mala cara, después menea la cabeza y sonríe tomando las prendas.

—Me voy, cariño —toca los hombros del menor y con una de sus manos levanta la barbilla del mismo, dándole un suave y dulce beso—, deseo tengas un buen primer día, me gustaría acompañarte pero ya voy un poco tarde al trabajo —junta sus frentes y le envuelve con sus feromonas—, te amo —pronuncia íntimo y cariñoso.



El interior de Yuuri se estremece ante la última frase, evoca un fuerte sentimiento que le hace lagrimar, por lo que muerde los labios y suelta la ropa que carga para abrazarse a su esposo. Por su parte, Viktor por un momento se desconcierta, su lazo no le indica qué está mal, pues logra ver al menor tan afectado, no obstante siente un gran amor fluyendo entre los dos, nada malo está ocurriendo, sólo siente el desbordar de las emociones del japonés que le contagia, generando un reflejo natura por corresponderle y frotar sus mejillas, regalándole pequeños besos en los oscuros cabellos.

Desde el enlace, Yuuri no había salido de casa sin el ruso, por lo que su lado omega le mantenía intranquilo ante la idea de hacerlo, temeroso de no contar con su protección, si bien, Viktor salía a realizar compras, pasear a los caniches y ésta última semana a su trabajo, el japonés se mantenía acogido por las feromonas que dulcemente su esposo dejaba en el departamento y en sus objetos personales, pero ahora era diferente.

El de ojos castaños se enfrentaría solo al exterior, luchando contra su instinto que trataba de convencer al Nikiforov de que no se alejara, manipulando la respuesta natural del mayor que a duras penas podía contenerse de no llevarlo consigo a la oficina.

Dulce ViktorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora