Extra: inexpertos

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Alfas y omegas son personas instintivas, actúan de acuerdo a los reflejos naturales de su cuerpo, de manera incontrolable, su fisionomía cambia durante la pubertad, como cualquier beta, pero con una pulsión, por demás, acelerada, la maduración se da de forma súbita, generando el primer celo, doloroso y asfixiante, trae consigo una bomba de hormonas que se manifiestan a través del olor, personalidad y acciones. Los y las alfas, buscan proteger, marcan territorio en una lucha de testosterona contra otros, imponen firmemente la jerarquía entre sus pares, todo para alcanzar a la mejor pareja y así criar a sus cachorros. Por otra parte, los y las omegas, cuidan la estética, persiguiendo siempre, inconscientemente, a la mejor opción para padre de sus hijos, de carácter complaciente y sumiso, son quienes mejor encajan en la sociedad. Pero, ambos se encontraban fuera de norma, Viktor y Yuuri no buscaban nada de eso, de hecho, parecían ser, respectivamente, todo lo contrario.



-¿T-te gusta? –tartamudea, con el rostro ruborizado.

-Claro que si –se coloca de puntillas, atreviéndose a besar, discretamente, a su esposo en los labios.

-Me alegra –sonríe con calidez, aproximándose a la mesa, corre la silla, le invita a sentar.

-No tenías por qué hacerlo –suspira, dejándolo consentirle, acomodándose en su sitio.

-Eres lo más preciado para mí, claro que tengo que cuidarte –toma asiento frente a él.

-Eres un exagerado –ríe-, no pasará nada por jalar mi silla.

-Uno nunca sabe –bromea, con falsa seriedad.

-¿Qué es todo esto? Viktor –le ve con atención, apoyando la barbilla en su mano, sobre el impecable mantel color vino.

-Nuestro mes-aniversario –responde en automático, como si fuese lo más obvio.

-Pensé que cuando dijiste que iríamos a un restaurante de comida rusa, sería algo más... ¿Familiar? –señala, observando los ostentosos cuadros en las paredes, candelabros en el techo y la sobria decoración.

-Lo es –asegura-, bueno... las familias también pueden venir aquí.

-Supongo que si –se relaja, notando que el mayor no comprende su punto, aunque algo raro le pasó por la mente cuando le sugirió usar traje para salir, debió sospecharlo-, gracias por traerme, es muy bonito.

-Los platillos te encantarán, son de lo mejor del país –sus labios forman un corazón.

-¿Ya habías venido aquí?

-Específicamente a éste, no, es la primera sucursal de San Petersburgo, yo he ido a los de Moscú -comienza a colocar la servilleta de tela sobre su regazo.

-Son una cadena, supongo –le imita, sintiéndose fuera de lugar con el ambiente-... todavía me parece tan irreal todo esto –sonríe un tanto nostálgico.

-¿Casarnos? –pregunta con timidez, volviendo a sonrojar sus mejillas.

-No... bueno, sí, todo... en realidad, mi vida ha cambiado mucho en un par de meses, en ocasiones es abrumador, pero me alegra estar contigo –sus feromonas revolotean, amorosas y avergonzadas.

-Para mí también –admite, llamando su atención-, todo es nuevo, mis sentimientos, mi mente, mi cuerpo, están en constante revolución –toca su pecho-, estar a tu lado me ha dado maravillosas experiencias.

-¿Tu lo crees? –los colores se le suben a la cabeza, obligándolo a bajarla como un reflejo para no ser descubierto- siempre eres así, llenándome de halagos que no merezco.

Dulce ViktorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora