Capítulo 17: ¿Lobos o conejos?

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Acogedora calidez se extiende, envolviendo por completo su cuerpo, dándole una sensación de bienestar; suspira, ronroneando, acurrucándose aún más entre las cobijas, todo a su alrededor es suave y cómodo, el olor que respira le llena de paz. No quiere abrir los ojos, pues está en un dulce sueño, uno en donde no existen problemas, allí en los brazos de su esposo, le rodea con amor, sincronizando sus respiraciones en un suave susurro, entregándose en más de una forma al momento que le sosiega.

Pero la armonía no dura para siempre, el insistente rasgueo en la puerta le recuerda que tiene que empezar el día, por muy tarde que sea, cuenta con un cachorro que alimentar y no necesariamente es humano, sino uno bastante peludo y juguetón.

Se incorpora con desgana, zafándose del agarre del mayor, aquel que descansa con el cuerpo pesado y lánguido sobre el colchón, le observa detenidamente, enredado en las sabanas que apenas le cubren, su semblante expresa cansancio, tiene ojeras, los labios manifiestan tenue hinchazón, el contorno de la nariz resequedad, lleva el cabello enmarañado, con la piel maltratada por sus pasionales muestras de afecto. Se sonroja, le ha succionado la vida al pobre de su marido; es su tercer día de celo, las hormonas han bajado bastante, aun así no le ha dado tregua al alfa, más que unas escasas horas para comer y dormir, por lo menos lograron retornar a la enorme cama de la habitación principal, bañándose un par de veces con desenlaces bastante eróticos. En algún punto empezaron a usar preservativos, no sabe cuántos, pero si los suficientes para acabarse, regresando al inicio, con un Viktor ansioso ante la posibilidad de tener hijos, mientras él estaba más pendiente de saciar el ardor de sus entrañas, poco le importaba algo más, a pesar de todo, agradecía los cuidados que el apuesto hombre tenía para con él, aunque su cordura pendiera de un hilo.

Le acarició la mejilla con la punta de sus dedos, tratando de no despertarlo, regalándole pequeños besos en su rostro y en cada una de las superficiales heridas que pintan su piel, por lo menos a las que tenía a su alcance, evitando desencadenar otro encuentro fogoso, concediéndole el descanso que tanto necesita. Tomó aire antes de levantarse, su cuerpo dolía, sobre todo en las piernas, cadera y "cierto" lugar, cuando las cosas se "enfriaban", la realidad le golpeaba con las consecuencias de sus candentes encuentros.

Colocó sus pies descalzos sobre la alfombra, mordiéndose los labios cuando se incorporó, la gravedad no era benevolente con él, tambalea, caminando un tanto extraño, su esfínter escocía. Entra al baño, prepara la tina mientras lava sus dientes y asea sus partes íntimas con toallitas húmedas, quitando los residuos pegajosos que le incomodaban, regresa al vestidor, escoge con paciencia las prendas que usaría, aunque fuera por unas cuantas horas, hasta que el calor volviera a subir. Se duchó a un costado de la bañera, salpicando el piso alrededor de la rejilla hacia el drenaje, tallando su piel con una suave esponja enjabonada, quejándose un tanto cuando la pasaba sobre las mordidas y rasguños poco profundos, en ocasiones Viktor perdía el conocimiento y era su parte alfa la que actuaba, un tanto minimizada debido los inhibidores, pero lo suficientemente fuerte para tratarlo con un poco de rudeza e incluso, atacándolo con cierta iniciativa.

Suspira, hundiéndose en el agua tibia, perfumada con champú burbujeante, se estira sin poder tocar el otro extremo de la tina con sus pies, es bastante amplia, lo suficiente para disfrutarla con su pareja, ruborizándose al recordar, pues sacaron todo el líquido de sales aromatizadas el día anterior, mientras se le montaba encima, saltando como conejo, uno literalmente en celo, que lloraba de gozo ante las desenfrenadas estocadas.

Se relaja, cabecea adormecido, escucha el rechinar la puerta, no se molesta en cerciorarse de quien es, la presencia del ruso se hace notar por sí misma, siente su respiración en poco tiempo a un costado de su mejilla, fue entonces que lentamente decide girar su rostro, entreabriendo sus ojos, él jadea con la mirada azulina ensombrecida, a la par que introduce los brazos entre la espuma, asechándolo.

Dulce ViktorWhere stories live. Discover now