Escuchas mi voz cada vez que el auto se enciende, eras bueno para fingir que aún podías sentirme, pero el camino a casa seguía siendo largo y los minutos atormentaban tus ganas de querer saltar de él. El autobús tampoco se sentía bien, las ventanillas te recuerdan a mí, el viento arruinando tu cabello, el boleto de autobús con un número que tal vez oculta un secreto, bueno, yo intentaba encontrar eso, ahora tú puedes notarlo.
Tomaste la camioneta de un desconocido porque en ella no me encontrarías, y viajaste, y volaste hacia donde no podían encontrarte, la música te hacía recordarme, así que el silencio se estacionó contigo, tomaste el atajo más inadecuado, pero sólo querías moverte y escapar de cualquier cosa que pintara mi nombre.
Creías haber cuidado del volante hasta que la camioneta salió del carril y se estrelló justo en la esquina, donde mi corazón estaba guardado, donde nadie puede verme, ahora nadie puede verme.
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Los poetas malditos nunca mueren IV
PoetryLos poemas que te escribí son aquellas razones por las que viví, ahora que he escrito suficientes, me pregunto si algún día los leerás para mí...
