3 de noviembre, 2022

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Tomaste mi mano, otra vez, con la excusa de arreglar las cosas, pero aquel hotel estorbaba mi vista, mi cabeza se cansaba de voltear hacia el octavo piso, aquel donde no pensé que me quedaría. “Hotel California” se escuchaba en los pasillos, ofertas de hospedaje, casas solitarias, vecinos marginados, “Hotel California” en la recepción. Habitación G-11, la recuerdo todavía, la puerta café con un pequeño estampado rojo en el centro. Entramos tan rápido que no recuerdo en qué momento llegué a la cama, ni en qué momento estabas sobre mí, sonriendo, besándome, mintiéndome y besándome de nuevo. ¿Podrías repetir lo último que dijiste?, no estoy segura si malinterpreté las cosas, si tus manos estaban en el lugar correcto o si tus labios estaban haciendo lo que querían, “Hotel California” en la habitación, las 11.00 de la noche y aún me tenías ahí, en aquel octavo piso, viendo a las estrellas que aún no se habían ido a dormir, abrazando a la idea que tengo de ti, con la que quiero quedarme.

Los poetas malditos nunca mueren IVDonde viven las historias. Descúbrelo ahora