Capítulo 26: "La daga"

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       Necesitaba un tiempo a solas, aunque fuera por unos segundos para pensar en todo lo me había sucedido en apenas dos días... Luke se dió cuenta y detuvo el auto frente al lago que me dió la bienvenida hace tres meses...

Mi mirada estaba perdida en el horizonte de aquel tranquilo lugar, la suave brisa golpeaba mi rostro y el fresco aroma a pinos me hizo inhalar y exhalar aquel aire puro.

¿Por qué mamá me ocultó tantas cosas?

Esa pregunta daba vueltas en mi cabeza una y otra vez. A veces queremos proteger tanto a una persona que acabamos ocultándole cosas para no herirla, pero lo que no entendemos es que cuando la verdad explota, el mar de sensaciones es inevitable, asi que no aguanté más y rompí a llorar... De repente sentí unos fuertes brazos abrazándome por detrás, al principio me asusté, pero luego mis terminaciones nerviosas se relajaron por completo. Era un abrazo que necesitaba a gritos, un abrazo que me hacía sentir segura. Su cuerpo me cubrió por completo, jamás me había sentido tan protegida como lo estaba en ese momento.

—Por favor no llores —Tomó mi rostro cariñosamente entre sus manos para que nuestros ojos alcanzaran a encontrarse, esos lindos ojos que me hacen estremecer con tan sólo verlos —No sabemos lo que significa esa nota, no te adelantes a los acontecimientos Eva...

—Tú mismo lo dijiste, los licántropos tienen su primer cambio a los dieciséis.

—¿Tan grave es eso?

—No… lo grave es que no sé quién soy en realidad. —Más lágrimas corrieron por mis mejillas.

   El chico secó suavemente mis lágrimas y acercó lentamente sus labios a los míos mientras tocaba mi barbilla con dos de sus dedos. Por un momento pensé que me iba a besar de nuevo, su boca quedó suspendida a escasos milímetros sobre la mía, nuestros labios quedaron tan cerca que su fresco aliento acarició mi rostro, provocando en mí una sensación de deseo que jamás había sentido con otra persona, pero algo en él le impedía dejarse llevar... 

—¿Sábes qué pensé aquel día que te intenté atropellar? —Mis ojos se abrieron aún más cuando escuché su confesión

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—¿Sábes qué pensé aquel día que te intenté atropellar? —Mis ojos se abrieron aún más cuando escuché su confesión.

—¡Lo sabías, eras tú! —El sonrió.

—Al principio te quería secuestrar… Pero mientras más me acercaba a tí en aquella estrecha calle, decidí sólo darte un susto.

—Y sí me lo diste…

—No… al contrario, me lo diste tú a mí —Lo miré sin entender —En vez de correr fuiste directo hacia mí —Rió —Aún no sé de dónde sacaste tanta valentía para entrar en mi casa y agredirme.

A mi mente vino el recuerdo de aquella tarde cuando entré en su casa y tuvimos ese encuentro bastante… acalorado.

—Algo me decía que tú no me harías daño. —Respondí sin pensar.

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