6. Palabras

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Los Hufflepuffs de séptimo y octavo parecían bastante receptivos a la idea de una fiesta en la sala común de Slytherin, pero también estaban de acuerdo en no invitar a Pansy Parkinson, que se había convertido en una especie de paria en los pocos días que habían pasado desde el comienzo del curso. Ginny no intentó hacerles cambiar de opinión. Aún no había perdonado a Pansy por intentar vender a Harry a Snape y a los Carrows el año anterior.

Antes de que Hermione y Ginny se marcharan de la sala común de Hufflepuff, Ron pagó el precio de que su hermana se empapara de vinagre. Las chicas lo dejaron con caquis saliéndole de las orejas a intervalos regulares.

Decidida a divertirse para variar e ignorar el hecho de que Malfoy sabía que esa noche iba a saltarse algunas normas, Hermione subió a su dormitorio para refrescarse para la fiesta. De camino, sació su curiosidad por saber a dónde había ido Malfoy antes y se asomó por la sección cóncava de la pared por la que había desaparecido. La entrada oculta se abría en una esquina estrecha y daba a un pasadizo estrecho como un balcón. Era pequeño, con una exposición mínima a los elementos. Hermione dudaba que alguien que no fuera un Ravenclaw supiera que estaba allí. Desde luego, ella no lo sabía.

Sintiendo que su descubrimiento había sido muy anticlimático, se reprendió a sí misma por su curiosidad y ascendió por la escalera de caracol hasta la entrada de la sala común. Allí se encontró cara a cara con el mismísimo ex Slytherin. Estaba fuera de la torre de Ravenclaw, frente a la aldaba con cabeza de águila.

—Maldita sea, no sé...

—¿Malfoy? —preguntó Hermione, deteniéndose a su lado—. ¿Estás atascado en el acertijo?

Puso los ojos en blanco al verla.

—Ah, maravilloso. Aquí está la cerebrito de Gryffindor para traer la salvación. Vamos, Granger... salva el día. Es el poema más imbécil que he oído nunca.

Ignorando su irritabilidad, se volvió hacia la aldaba de bronce.

—¿Y bien? —preguntó, inclinando la cabeza.

—Herimos sin movernos. Envenenamos sin tocar. Soportamos la verdad y la mentira. No debemos ser juzgadas por nuestro tamaño. —recitó el guardián.

Hermione se movió incómoda donde estaba, ajustándose el pesado bolso que llevaba al hombro.

—No me sorprende que no puedas adivinarlo.

Mirándola con desdén desde la punta de la nariz, Malfoy dio un paso adelante para meterse en su espacio personal y hacerse el intimidante. No era difícil, ya que le sacaba por lo menos quince centímetros en altura. Cuando estuvo así de cerca, Hermione notó que sus ojos tenían un ligero tinte azul, en lugar de ser grises como ella siempre había supuesto que eran.

—No hace falta que me lo restriegue por la cara, profesora, —se mofó.

Hermione se sintió incómoda de que su cara estuviera tan cerca de la suya como para estar discutiendo sobre el tono exacto de sus iris. Levantó la barbilla desafiante, enfrentándose a su mirada altiva con su propia medida de desprecio. Se fijó en la orgullosa curva de sus labios, con la hendidura en el centro, como un arco tensado para ser liberado.

—Desglósalo, —desafió—. Herimos sin movernos... envenenamos sin tocar...

—No me interesa la lógica, Granger. Me interesa entrar en la maldita torre.

Hermione sintió su aliento en la cara. Negándose a dejarse amedrentar por él, replicó con su voz más irritante:

—Nunca aprenderás si siempre te dan la respuesta. Inténtalo de nuevo. Soportamos la verdad y la mentira... no debemos ser juzgadas por nuestro tamaño.

The Eagle's Nest - Dramione (Traducción)Where stories live. Discover now