43. Callejón Diagon

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Parpadeando, Hermione tardó un momento en percibir las paredes de color beige neutro del dormitorio de su infancia, en lugar de la piedra habitual de los dormitorios de Hogwarts. Tres estanterías llenas de libros abarrotaban la habitación, dejando poco espacio para otros objetos, como el baúl del colegio a los pies de la cama y la gran morsa de peluche de su infancia.

En su mesilla de noche había una pequeña lámpara de cerámica de un color rosa asqueroso que claramente no había elegido para sí misma. Junto a ella había una foto enmarcada del Trío de Oro de cuarto curso. Al igual que otras fotografías de magos, la imagen se movía: Harry, Ron y Hermione llevaban sus bufandas de Gryffindor y se reían de una broma que habían compartido hacía mucho tiempo, mientras la nieve caía suavemente detrás de ellos.

Despertada por el olor a café que se preparaba abajo, Hermione se incorporó y se estiró con dificultad. Estaba empapada, pues se había quedado dormida con la ropa húmeda del día anterior. Crookshanks era una larga mata de calor a los pies de la cama y la miraba con reproche por haberle molestado.

Se tomó su tiempo para vestirse para el desayuno, aún no estaba preparada para ver a sus padres después del incómodo giro que había tomado la conversación de la noche anterior. Sabía que no lo entenderían. ¿Cómo iban a entenderlo? No formaban parte del mismo mundo en el que ella se había sumergido tan a fondo. Pero estaba segura de que Harry y Ron tampoco apoyarían su decisión, y ellos sí pertenecían a su mundo.

La cuestión era que, aunque Hermione estaba feliz de estar en casa con sus padres (algo que, hacía tan solo un año, no tenía garantizado), también se daba cuenta de que, con la excepción del Encuentro, tenía por delante toda una quincena sin ver a Draco.

Eran dos semanas de no verle en clase, de no hacer rondas de patrulla dos veces por semana, de no verle estudiar en la sala común y de no encontrárselo fuera de los baños de prefectos.

Aunque una quincena no era mucho tiempo en el gran esquema de las cosas, ¡catorce días eran casi medio mes!

La verdad era que ya le echaba de menos. Echaba de menos aquella sonrisa impía y su seco sentido del humor... la forma sarcástica y exasperante en que cuestionaba todo lo que ella decía... echaba de menos aquellas largas pestañas dorado oscuro que enmarcaban sus ojos azul grisáceo perfectamente almendrados... echaba de menos ver sus largos dedos sosteniendo con elegancia una pluma y realizando una caligrafía soberbia... echaba de menos su sabor cuando la besaba suavemente... el sabor de la pasión creciente cuando el beso se hacía inevitablemente más profundo... echaba de menos cómo esas manos se enredaban en su pelo y tiraban de ella para acercarla... echaba de menos su sentido interno de la caballerosidad, la parte de él que mantenía lo más enterrada posible... echaba de menos...

Basta, se reprendió Hermione, interrumpiendo bruscamente aquel peligroso hilo de pensamientos. No te obsesiones con él. Ya estás demasiado apegada a él para tu bienestar.

Bajó a desayunar en un estado tanto de depresión como de ansiedad.

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—Sigue sin gustarme la idea de que te cases con ese chico, Hermione.

Era la quinta vez que el señor Granger pronunciaba esas palabras desde que el desayuno había sido puesto sobre la mesa, cuyos restos acababan de ser retirados. La señora Granger se estaba sirviendo una segunda taza de café. La sien de Hermione empezó a palpitar.

—Bueno, es lo que hay, papá.

—No veo por qué es necesario. Entonces, no puedes tener un matrimonio mágico algún día... ¿y qué? ¿No puedes tener uno normal cuando llegue el momento? Tu madre y yo lo hicimos, y nos va muy bien.

The Eagle's Nest - Dramione (Traducción)Where stories live. Discover now