48. Año Nuevo

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En cuanto madre e hijo regresaron a la Mansión Malfoy desde el Ministerio de Magia, Draco no tardó en anunciar:

—Esta noche cenaré en mis habitaciones.

—Como quieras, —contestó Narcissa con frialdad, desapareciendo en pos de una copa de vino sin decir una palabra más. A Lucius no se le veía por ninguna parte; Draco sospechaba que se estaba bebiendo un Old Fashioned doble y llenando su estudio de humo de puro.

Subió lentamente la escalera que conducía al Ala Este, aflojándose la corbata del cuello y echándose la prenda al hombro antes de seguir con los botones de la levita. Cuando llego a su suite, ya estaba casi todo desabrochado, ansioso por deshacerse del traje nupcial. Para un atuendo que había llevado durante menos de una hora, había resultado ridículamente caro, incluso para sus estándares.

Era extraño, pero desvestirse le parecía mal de alguna manera. Draco deseó que fueran los dedos de Hermione los que desabrocharan los botones. Se preguntó si se habrían besado suavemente o si se habrían besuqueado como si fuera el fin del mundo. Con ellos, parecía que siempre era un extremo u otro.

Hermione había estado perfectamente encantadora con su vestido de seda color beige, sus rizos alborotados como siempre. Aunque modesto, el vestido delataba exactamente lo que Draco había sospechado desde Halloween: su figura era de otro mundo. Bajita pero esbelta, caracterizada por suaves curvas, había estado despampanante, realmente despampanante. Pero siempre lo estaba, incluso con un jersey de gran tamaño y el pelo alborotado.

Bueno, la parte racional de su cerebro se detuvo, tal vez no despampanante con el pelo post-Pociones. El pensamiento le hizo sonreír mientras entraba en su suite privada.

Decidió darse un baño y arrojó la corbata y la levita sobre el respaldo del sofá de satén verde de su espacioso recibidor. Una caja de puros que había quedado de la visita de Theo el día anterior se balanceaba precariamente en el borde de la mesita auxiliar, y Draco estuvo a punto de volcar toda la caja cuando añadió descuidadamente su chaleco al montón.

Dejando un rastro de ropa a su paso, Draco entró en el cuarto de baño, golpeó el grifo con la varita y se desnudó mientras la bañera empezaba a llenarse de agua. Mirándose la mano, se detuvo al ver el anillo de casado que llevaba.

Era una alianza sencilla, igual a la que se había creado según los deseos de Hermione, pero cargada de significado. Volvió al dormitorio y la dejó sobre la mesilla. La dejó con un fuerte golpe y se quedó mirándola un momento antes de volver a cogerla y guardarla con cuidado en el cajón de la mesilla. Cuando el cajón se cerró, se tumbó en la cama y pasó la mano por encima de la colcha. Era la misma cama en la que había dormido desde los cinco años, ya que la tradición mandaba que, cuando un heredero de los Malfoy alcanzaba esa edad, se le montara su suite permanente... las habitaciones y los muebles en los que viviría el resto de su vida. Esta misma cama, en la que Draco había dormido de niño y de joven adulto, era la misma cosa enorme y llamativa en la que se esperaba que concibiera a su propio heredero algún día.

Se levantó rápidamente, sin ganas de seguir mirándola, y se dirigió de nuevo al cuarto de baño contiguo.

Tras la bendición de una unión mágica, a menudo se escribía una bendición adicional en el contrato matrimonial de un Malfoy. Esta solía ir dirigida al lecho al que un hombre llevaría a su nueva esposa. Mientras Lucius agonizaba con el contrato matrimonial (que Hermione había destruido sin miramientos), se aseguraba de desmantelar todo lo referente a esta bendición adicional, que se cumplía y anulaba a la vez una vez lograda la rápida concepción de un primogénito sano.

No necesitamos eso además de todo lo demás, había murmurado Lucius en voz baja después de explicar por qué se había excluido en el borrador final. Lo haremos cuando te cases con tu verdadera esposa.

The Eagle's Nest - Dramione (Traducción)Where stories live. Discover now