20. El Mandala

33 2 0
                                    

No sabía exactamente cómo había sucedido, pero el lunes por la mañana Hermione estaba emparejada con Draco en Herbología. Se sentían incómodos el uno con el otro, sobre todo en un aula donde había tantos ojos vigilantes a su alrededor. Aunque ella podría haber estado interesada en hablar con él sobre su próximo experimento del mandala, su pseudodisputa del sábado parecía suspendida sobre las cabezas de ambos, impidiéndole a ella elegir lanzar un Muffliato y hacer exactamente eso. En cualquier caso, ambos parecían estar de acuerdo en que esparcir copiosas cantidades de estiércol de mooncalf por los largos parterres de col masticadora china no era una buena forma de iniciar una conversación. Era un trabajo extremadamente apestoso y era preferible mantener la boca cerrada. Además, existía el peligro añadido de que una de las coles se aferrara a tu brazo si no prestabas suficiente atención.

En años anteriores, Hermione habría esperado que Malfoy se quejara a gritos de este tipo de tareas, considerándolas indignas de él y fingiendo estar enfermo para conseguir un pase libre al ala del hospital. En cambio, las únicas palabras que le dirigió fueron:

—Pásame la regadera, Granger.

Cuando terminaron la clase y se fueron a comer, Harry y Ron se unieron a ella en el camino de vuelta al castillo. Ron soltó una copiosa retahíla de improperios contra Malfoy.

—Siento que hayas tenido que trabajar con él. —Incluso Harry parecía arrepentido.

—De verdad, —insistió ella—, no ha sido tan malo.

Porque no iba a admitir que había besuqueado a Draco en un puñado de ocasiones... y desde luego no iba a sacar a relucir que se sentía atraída por él a regañadientes. Pero tampoco tenía por qué escuchar insultos contra él.

.

.

La semana transcurrió lentamente. Cada clase de Hermione parecía durar el doble que la anterior. Para cuando llegó la noche del jueves (¡Ya casi!), se encontró con Draco en la entrada de la sala común, como de costumbre, sin esperar que esta noche fuera diferente de la patrulla del lunes. No habían hablado del desliz de Theo, de los viejos prejuicios de Draco ni del enfado de Hermione. En lugar de eso, bromearon entre ellos como si nada hubiera pasado, y ella se dio cuenta de que disfrutaba del trasfondo juguetón que ahora estaba presente en sus bromas.

Bajaron por la torre de Ravenclaw, Crookshanks los seguía fielmente, como de costumbre. El sol se estaba poniendo fuera, lo que permitía que las vidrieras que cubrían las paredes se vieran mejor, lanzando salpicaduras de iridiscencia sobre ellas a medida que avanzaban. Cuando llegaron al final de la escalera en espiral, Hermione se volvió para preguntar a Draco qué dirección quería tomar, cuando él le agarró la cara con ambas manos y le plantó un beso firme en los labios.

—¡Estamos justo en medio del pasillo!, —protestó una vez liberada, con los ojos desorbitados mientras buscaban testigos.

—No hay nadie aquí, —señaló—, y he querido hacerlo toda la semana.

—Oh. Claro. Er... ¿gracias? —Podía sentir cómo se ruborizaba.

—Vayamos por aquí. —Se río de su vergüenza.

Esta vez tomaron el pasillo del quinto piso, pasando por el baño de los prefectos. Técnicamente no formaba parte de su rotación, ya que los Gryffindors patrullaban los pisos superiores esta noche, pero significaba que tenían que tomar el camino más largo alrededor del castillo, lo que les permitía estar atentos a la habitación oculta de Ravenclaw. No esperaban encontrarla después de un mes sin éxito, pero no por ello habían dejado de intentarlo.

—¿Estás listo para mañana? —preguntó Hermione, todo su cuerpo bullía de emoción y aprensión a la vez.

—Creía que estarías más emocionada por el Baile de Halloween del sábado, —comentó, abriendo un tapiz para confirmar que no había nadie escondido en la alcoba de detrás.

The Eagle's Nest - Dramione (Traducción)Where stories live. Discover now