13. Verdad y descubrimiento

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Había tantas cosas que ver que Hermione no sabía por dónde empezar.

Sus pasos fueron amortiguados por una alfombra azul noche mientras ella y Draco se dirigían a la desconocida habitación. El perifollo verde crecía en abundancia en una gran maceta junto a la puerta; las vistosas cabezas blancas les saludaban desde lo alto de los delgados tallos a su paso.

Lo primero que pudo percibir fue que había montañas y montañas de libros. Era incluso más glorioso que la sala de envíos y recepción de Flourish & Blotts (Hermione nunca había estado allí, pero había soñado con ello). No solo había libros, sino también pergaminos, manuscritos y artefactos. Una antigua armadura india se erguía en un rincón, brillante y pulida como si fuera nueva. Cerca había una colección de hachas de guerra y espadas de otro siglo.

A lo largo de las paredes había largas estanterías, adecuadas para encajar bandejas o escudos, y cubículos lo bastante grandes para guardar nada más que una taza, un anillo o un par de guantes. Cada centímetro de las paredes estaba cubierto de estanterías y todos los estantes estaban ocupados.

Sus ojos vagaban de un lado a otro, hasta que se mareó.

—Todo está nuevo, —notó Draco, sobresaltando a Hermione de sus observaciones—. El pasillo de fuera parecía una ruina, mientras que en este sitio parece como si alguien acabara de estar aquí.

Hermione notó que tenía la varita fuera y que estaba tenso, como esperando un ataque inminente. Ella, en cambio, se sentía inexplicablemente tranquila.

Había caballetes por todas partes, algunos con obras maestras a medio terminar colocadas allí como desechadas o sin importancia. El suelo estaba lleno de objetos: urnas, pieles, libros apilados, cuerdas enrolladas, velas, plumas usadas, un par de botas de cuero de mujer, incensarios e incluso varias perlas enormes.

Lo que aparecía con más frecuencia en el suelo eran trozos de pergamino arrugados. Lejos de que la habitación pareciera destrozada, el lugar parecía más bien el cómodo estudio de un intelectual poco ordenado. Alguien que no esperaba compañía.

—¿Dónde crees que estamos?, —preguntó. Sus ojos se desviaron hacia la pared del fondo, donde había un caldero rodeado de más estanterías que contenían sobre todo ingredientes para pociones.

Los ojos de Draco seguían recorriendo la habitación en busca de algún indicio de algo sospechoso.

—No tengo la menor idea.

Un enorme escritorio de caoba con patas de garra y diseños de águilas talladas estaba situado ante una impresionante silla de madera cubierta con una capa con capucha de color cobalto y adornada con brillantes hilos de bronce. El escritorio estaba repleto de objetos personales, como llaves en una anilla de hierro y una pequeña colección de libros cerrados. Una taza de té aún conservaba un leve rastro de calor. Había varias cartas de correspondencia escritas en bella taquigrafía y lastradas con un tintero con incrustaciones de zafiro.

Hermione se acercó al escritorio y levantó el tintero para leer la carta más cercana, con la esperanza de encontrar alguna pista. Una barra de cera y un sello salieron rodando del montón. El sello tenía una intrincada letra "R".

Todas las piezas del rompecabezas parecían encajar, pero Hermione no se atrevía a creer realmente en sus sospechas hasta que sus ojos se posaron en la parte inferior del pergamino más cercano, que estaba elegantemente firmado como "Rowena Ravenclaw".

Dejó caer el tintero conmocionada y volvió a dar sobre el escritorio con un ruido que pareció retumbar en su corazón. Agarrándolo rápidamente para evitar que se derramara, lo enderezó y volvió a colocarlo encima de las cartas.

The Eagle's Nest - Dramione (Traducción)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora