CAPÍTULO 3

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ALAIA

Suena mi teléfono en la sala y maldigo, no me importa quien sea en este momento. Intento dormir desesperadamente para distraer mi cerebro, pero todo revolotea en mi cabeza.

Primero Andrew, luego el hombre misterioso de la discoteca y para la cereza del pastel; Un supuesto secuestro, que terminó con una pareja de ancianos que se reían sobre como estuve a punto de llorarles a los pies que no me mataran.

Estaré loca, pero juro que ese hombre venía detrás de mi. Lo sé, sus ojos me lo dijeron en el momento que dio el primer paso.

«Iba a por mi»

No se cómo, pero se que estaba detrás mío. Pude sentirlo.

El es un demonio asechando mi cabeza con tantas preguntas toda la noche.

Se que no me lo imagine, porque no estaba tan ebria.

Enojada por no poder dormir, miro mi reloj y este marca las cinco de la mañana. Reniego y salgo de mi cama para bajar a mi sala donde camino hasta mi cocina para sacar un poco de leche del refrigerador.

No me molesto en encender la luz, ya que me sé el lugar de memoria, además que las luces de afuera impactan en mi cocina, gracias al ventanal de vidrio enorme que tengo a mi derecha.

Pongo en un sartén la leche donde la caliento a fuego lento, hasta que sale un poco de vapor y la comienzo a tomar en mi vaso preferido.

Suspiro el pequeño vapor de mi vaso y me siento en el banco cerrando los ojos.

Maldigo cuando sus ojos se viene a mi cabeza de nuevo. Es un azul tan encendido que apuesto que con los rayos del sol brillarian hermoso hasta volverse azul cielo, o incluso en color marino.

Los abro de inmediato, para ladear mi rostro donde mi ventanal de vidrio me enseña con belleza como las luces pequeñas de los otro edificios se observan a lo lejos.

Parecen miles de estrellas a lo lejos... en el espacio. Sin ruido, sin movimiento, sin nada mas... solo el vacío.

¿Por qué todas la noches termino así?

Con este sentimiento de vacío y soledad.

Casi siempre tengo alguien en mi cama. Tengo buenas amigas. Perfecta familia... un buen trabajo, excelente jefe, pero me siento sola. Siempre.

Tomo más de mi leche y me la acabo en unos minutos más.

Dejo mi vaso en mi desayunador y cuando este hace un ruido de envoltura; bajo mi vista hacia ello donde lo que me encuentro, me extraña.

Un papel.

Quito el vaso rápidamente y tomo el papel, donde estaba doblado a la mitad.

Mi pulso se dispara cuando leo y no entiendo nada.

Levanto la vista del papel y unos segundos giro mi cabeza buscando por todas partes en la cocina.

Claro no encuentro nada, pero ¿A quien no le daría miedo encontrar algo en medio de su casa, si nadie tiene llave de tu hogar?

MI NECESIDAD OSCURA [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora