Declaración

3.4K 138 0
                                    

             Levanté la mirada; el cielo estaba repleto de nubes grises. Llovería y yo tendría que haberme llevado un suéter.
Me encontraba sentada en una banca del parque más solitario de la ciudad (no había niños, parejas, tiendas, nada) pero por eso me encantaba. Era un buen lugar para leer o simplemente para estar, para pensar o hacer nada. Pero siempre iba sola, no había llevado a nadie conmigo nunca, ni siquiera a Ezra. No obstante, la razón de mi visita al parque no era para leer o estar sola; necesitaba pensar. Pensar en Ezra (lo había estado evitando la última semana), en José, en su beso y en lo qué sentí.
   Cada vez que me llegaba el recuerdo, lo bloqueaba al instante. Pero estando ahí sola, solo con mis remordimientos para hacerme compañía, bueno, era aceptable que me torturara con todo lo que el recuerdo traía consigo. Como por ejemplo recordar lo que sucedió después del beso.
   Lo primero que llegó a mi mente fue que esta vez José me estaba besando en serio (la primera vez no contaba porque estaba borracho) y que era incluso mejor. Pero entonces me sentí terrible porque me estaban besando y no era mi novio, y para colmo yo respondía con entusiasmo, lo que me hacía sentir peor porque una hora atrás casi me desvestía con Ezra en la librería. Así que aparté a José de un empujón.
   Lo miré. No podría saber la cara que tenía. Si era de enojo, de estupefacción o de confusión. Solo lo veía sin decir nada. Solo recuerdo que tenía una mano sobre mis labios. Sabía que tenía el impulso de limpiarme lo más que pudiera cualquier rastro de José pero como que sentía que sería grosero justo frente a su cara. Aunque tampoco es que se mereciera mi consideración en ese momento.
— ¿Vas a decir algo o planeas quedarte ahí, viéndome nada más?—preguntó muy tranquilo cruzándose de brazos y se recargó en la puerta del auto.
   Pasaron unos segundos y entonces dije:
— ¿Por qué?
—Porque ya era tiempo, carajo.
— ¿Tiempo?—repetí, ahora ya muy consciente de toda la situación—. Tú sí que estás loco. Tengo novio, José. ¡No tienes derecho a besarme!
— ¡Yo tengo más derecho que ese estúpido que se hace llamar tu novio! Te conozco desde hace años, y he estado deseando besarte desde que tengo quince—. Se había estado acercando a mí y ahora yo estaba recargada en la pared y él me tenía acorralada entre sus brazos. Y ahora sus labios estaban a sólo un par de centímetros de distancia de los míos; podía sentir su aliento cálido y cerré los ojos, pero de inmediato los volví a abrir y me escabullí por debajo de sus brazos, pues presentía que iba a besarme otra vez. Entonces me lo volví a enfrentar y enojada, le pregunté:
— ¡¿Y por qué no lo hiciste?! Hace tres años pudo haber sucedido algo entre nosotros pero tu cobardía echó todo a perder. Ahora yo tengo novio y estoy enamorada de él; y sólo para que te enteres, ¡para mí amar y estar enamorado es la misma maldita cosa!
   Respiraba agitadamente. José se limitó a verme con mucha furia contenida en sus ojos oscuros.
—No lo hice porque tenías unos jodidos trece años—siseó, avanzando peligrosamente hacia mí. Yo retrocedí asustada—. Me veías como tu hermano, y me negaba a creer que me estaba enamorando a alguien que consideraba mi hermanita. ¿Cómo podría querer una relación con alguien que nunca había sentido ni la más mínima atracción hacia algún chico? ¿Cómo podría arruinar una amistad por algo que tal vez se acabaría en pocos meses? No, no soy cobarde; pensé en ti. Siempre he pensando en ti antes que nadie.
   Yo no dije nada porque ¿cómo se podría responder a eso? Pensé en todas las novias que José tuvo cuando tenía quince, una nueva chica cada mes. Si según él estaba enamorado de mí, ¿por qué anduvo con tantas?
—Y ahora me vienes y me dices que estás enamorada de él. Tú no sabes nada de estar enamorada así que no digas payasadas—escupió José.
— ¿Payasadas?—repetí— ¿Crees que lo que siento son payasadas? Cómo podrías saberlo, no me conoces. No sabes nada de mí, no sabías que tenía novio hasta hace tan solo una hora. No intentes pretender que me conoces, porque no es así.
   Me volví y entré en la casa sin mirar atrás.
   Hacía exactamente una semana que no hablaba con ninguno de los dos, sólo que Ezra no sabía la razón y José lo sabía de sobra (no es que eso le hubiera impedido ir a mi casa todos los días).
   Ezra había llamado a mi casa todos los días y nos poníamos a hablar por horas, él quería saber qué andaba mal, era obvio que presentía que algo iba mal. De vez en cuando me preguntaba si lo que había pasado en la librería tenía algo que ver y luego se disculpaba por lo idiota que había sido, que sabía que yo nunca había tenido novio y que esas situaciones podrían ser nuevas pero que todo dependía de mí, siempre, que no lo dudara ni un segundo. Yo simplemente le negaba todo, que no había nada mal y si lo había, él no tenía nada que ver. También se ofrecía a venir y yo moría un poco cuando le decía que no, que tenía muchas cosas por hacer; sabía que lo estaba dañando y me dañaba a mí también. Lo extrañaba a morir y por eso tenía que contarle todo. Tanto lo del beso como que estaba enamorada de él, qué importaba si él no sentía lo mismo.
    José era mi amigo y olvidaría todo lo del beso por el bien de nuestra amistad. Si había o hubo algo más que una amistad entre nosotros, era pasado y tenía que permanecer así porque con Ezra en mi vida no podía y no debía verlo como algo más.
   Me dieron ganas de llamar a Ezra para hacerle saber que iría a su casa pero no tenía un celular y no tenía idea de cómo usar uno público. Volví mirar hacia al cielo, soltando un gemido de irritación y me cayó una gota en el ojo. Me la limpié y caminé hacia la casa de Ezra. Ya había comenzado a llover.
***
   Al llegar a su calle, estaba mojada hasta la médula. La blusa se me pegaba al cuerpo y los pantalones me pesaban demasiado y lo único bueno era que traía sandalias, así no tendría que lavar los zapatos.
   Ubiqué su casa al final de la calle; una casa residencial de un solo piso de color blanco. Era muy elegante; toqué y esperé y de repente me entró pánico. ¿Qué si me habría su mamá? No sería la primera vez que la madre de Ezra y yo nos veíamos pero antes yo estaba en mejores condiciones y si me veía ahora pensaría que soy una mocosa sin educación que anda paseándose con la ropa empapada inapropiadamente, tan solo de lluvia sino que también con agua sucia que los carros me lanzaban cuando caminaba por la acera.
   Estaba exprimiendo el agua de la blusa para estar un poco más presentable cuando la puerta se abrió y Ezra se encontraba en el umbral, vestido unos pantalones deportivos de color gris y una sudadera que se quitó inmediatamente al verme (dejándome apreciar su buen físico. Obvio no era como en las películas, con sus estómagos marcados y músculos prominentes pero tenía lo suyo), y me la puso. Hizo un ademán invitándome a pasar.
    El interior de su casa era precioso: sillones de piel color hueso, un comedor de caoba y una bufetera sencilla. Y un lindo y caro candelabro de cristal pendía del techo del comedor. La cocina integral era un sueño para cualquiera que disfrutara cocinar, pues su mamá era chef, varias sartenes se encontraban tendidas en un soporte, cucharas, y una estufa último modelo, un desayunador con tres sillas para los integrantes de la familia. Por lo que Ezra me había contado, tenía una hermana mayor; vivía en España y hacía un año que no la veía por su trabajo. La conocía por fotos y era muy hermosa. Guardaba un parecido con su hermano pero ella tenía los ojos verdes y el cabello era más claro.
    De cualquier forma, Ezra me dijo que me sentara pero yo me negué, respiré hondo para tomar valor y le confesé todo el asunto del beso. Su primera reacción fue el silencio total. No dijo absolutamente nada, y luego, su rostro pasó del pálido al rojo, estaba tan rojo que temí que no estuviera respirando; seguramente no lo hacía ya que unos segundos después vi y escuché como inhalaba aire bruscamente y comenzó a insultar a José, diciendo hasta de lo que se iba a morir. Cuando terminó me miró y muy serio me preguntó:
— ¿Y tú, Emma? ¿Qué sentiste?
Yo, que me encontraba muy cerca de la puerta ya que el arranqué de enojo de Ezra me descolocó por completo, fui directa a él y le dije mirando sus ojos, esos preciosos ojos que tanto me encantaban:
—Seguramente voy a sonar cursi pero eres la persona más increíble que he conocido. Eres inteligente, gracioso, tierno... y te quiero. Estoy enamorada de ti, ¿cómo podría sentir algo por otra persona si te tengo a ti?
   Él me miró como si no pudiera creer lo que oía y entonces sonrió. Me abrazó por la cintura y me besó como jamás lo había hecho, era como si quisiera transmitir todo lo que se sentía por medio de besos delicados, luego apasionados, lentos y también desesperados.
   Me llevó hasta su sillón en donde nos besamos por minutos, quizás un par de horas. A regañadientes, me aparté y le dije que sus padres podrían bajar en cualquier minuto.
—No te preocupes. Están en una cena en la casa del jefe de mi padre, que vive a una hora de aquí; lo más probable es que pasen la noche allá
   Sin embargo se apartó y se sentó. Hablamos un rato y luego pusimos una película.
—Es tarde; debería irme a casa—dije somnolienta, después de que la película se había terminado.
—Bien. Te llevo—propuso Ezra.
   Había dejado de llover pero yo aún llevaba la sudadera de Ezra pues me había quitado la blusa. También me había prestado unos pantalones cortos pero éstos me quedaban gigantes, por lo que entró en el intacto cuarto de su hermana y me dio lo que parecía ropa para hacer yoga.
   Entramos a mi calle y se estacionó en mi entrada. Intenté abrir la puerta del coche
pero él se puso de obstinado y la abrió para mí. Le agradecí el detalle y le di un último beso antes de entrar a la casa.
—Emma, espera—pidió Ezra, tomando mi mano.
Le miré expectante.
—Yo... eh...—y ahí estaba de nuevo el sonrojo que extrañaba—. Sé que probablemente ya lo sabías y toda tu familia también, hasta tus amigas ya deben de saberlo pero quiero que lo oigas para que no te quede ninguna duda: También estoy enamorado de ti. Y no quiero que te compares con nadie de mi pasado. A nadie he querido como tú y siempre...
   Sonreí como una loca y le eché los brazos al cuello para besarle con entusiasmo. Ezra respondió de inmediato pero antes de que se pusiera más intenso, me aparté. Le di las buenas noches y le besé suavemente la mejilla.
     Esa noche dormí mejor que nunca.

08-03-13 / 01-03-16

N/A: Mi traducción e interpretación de la canción que va de acuerdo a lo que siente Emma.

Pero nunca he sentido esto así de potente.
Y nunca lo he sentido así de profundo.
Sí, es como si resucitara mi alma entera.
Pero tú eres mi fuerza y no estoy sola.
Y pide las cosas que te faltan en el corazón.
Y entonces podrás empezar de nuevo.
Oh, y ser la más pura entre sus brazos.
Sí, él te protegerá de todo mal.
De verdad que lo intenté por mi cuenta pero no llegué a ningún lado y no puedo hacerlo sola.
De verdad que lo intenté por mi cuenta pero no llegué a ningún lado y no puedo hacerlo sola.
No, no llegué a ningún lado por mi cuenta y no puedo hacerlo sola.
Oh, no llegué a ningún lado por mi cuenta y no puedo hacerlo sola.
No, no llegué a ningún lado por mi cuenta y no puedo hacerlo sola.
No, no llegué a ningún lado por mi cuenta y no puedo hacerlo sola.
Nunca he sentido esto así de potente.
Y nunca lo he sentido así de profundo.

Por favor, déjame olvidarteWhere stories live. Discover now