Pasado y presente

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    ¿Cuánto tiempo se puede evitar a una persona que ves cinco horas a la semana? No tenía una respuesta exacta a esa pregunta pero yo llevaba evitando a Ezra dos semanas.
¿Cómo? No había sido fácil, la verdad. Intentaba no estar nunca a solas con él y si se daba la ocasión, sacaba inmediatamente mi celular y le hablaba a la primera persona que se me venía a la mente.
Ezra no era tonto y a los pocos días se dio cuenta de lo que estaba haciendo. No hizo nada, simplemente me dio mi espacio. Me saludaba cordialmente y luego seguía haciendo lo que sea que estuviera haciendo en ese momento. Me sentía aliviada pero también temía el momento en que tuviera que aclarar todo con él porque sabía que no podía escapar; él solo estaba dándome tiempo.
Esa tarde solo estaba yo en la librería. Ezra le había pedido permiso a Julia para llegar tarde y ella había ido a arreglar unas cosas para su boda. Había un par de personas comprando en la parte trasera de la librería así que no estaba sola-sola. Estaba esperando a que compraran algo o se fueran para poder terminar mi ensayo para la clase de historia. Mis clases habían iniciado esa semana y me sentía un poco emocionada y presionada porque en unos pocos meses acabaría mi último año de la preparatoria. A nada estaba de irme a la universidad. Una sonrisa se instaló en mi rostro.
— ¿Y esa sonrisa?—preguntó Ezra que iba entrando a la librería.
Se sacudió unas cuantas gotas de lluvia del cabello y cuando pasó una mano por él para apartarlo de su frente, noté que su tamaño había alcanzado el que tenía cuando lo había conocido. Tal vez fuera la nostalgia pero me gustaba más como se veía de esa forma.
Cuando noté que él me veía con la ceja izquierda alzada y una mirada burlona, caí en la cuenta de que me había quedado callada, mirándolo fijamente por más tiempo del socialmente permitido.
—Yo... Hmm...—tartamudeé. Ezra rio y, un segundo después, yo hice lo mismo—. Calla. Estaba pensando en el poco tiempo que me queda para irme... Para irnos. Tú también inicias la universidad en agosto, ¿verdad?
Ezra sonrió y asintió. Nos quedamos callados y, antes de que el ambiente se tornara incómodo, bajé la vista a la pantalla de la computadora. No hubo suerte, Ezra no se marchó y segundos después, habló.
—Emma. ¿Cuánto tiempo más tendré que...?
No terminó de hacer su pregunta porque un hombre se acercó al mostrador para pagar un par de libros. Aunque tampoco era necesario que la terminara, ya sabía a qué se refería. Mentalmente di gracias por la interrupción y Ezra me sonrió levemente antes de irse hasta la bodega.
Atendí al hombre y le di las gracias por su compra, sonriéndole forzadamente porque no podía dejar de pensar en la respuesta que le tendría que dar a Ezra:
¿«Gracias por tus palabras pero no, gracias»?
¿«Ezra, no puedo aceptar tu propuesta; tengo novio»?
¿« ¿Cómo puedes decirme estás cosas? Sabes lo mucho que te quise, lo importante que fuiste... Y cuando por fin estoy en paz, vienes y me dices esto. No es justo y lo sabes. Te pedí que estuviéramos juntos, que nos dieras una oportunidad pero... Ya no importa. Solo puedo ser tu amiga»?
¿«Dame tiempo. No puedo terminar con José así como así, no sería justo para él. Pero pronto, lo prometo.»?
Me quedé congelada en mi lugar. Aquel último pensamiento había llegado de la nada. Forcé una carcajada para intentar relajarme. Por supuesto que no le diría eso a Ezra, me había dicho una y otra vez que la única respuesta era un no rotundo. Así que ¿por qué había pensado en eso? Todos me decían que lo mío con Ezra estaba terminado y lo había creído igual. Sin embargo ya ahí, pensando en toda la situación, me hizo darme cuenta de una cosa: Una pequeña parte muy dentro de mí sabía que la verdadera razón por la que había tardado en rechazar a Ezra era porque no quería hacerlo. Y lo que más me fastidiaba era que tampoco quería terminar con José. Estaba enamorada de él y me dolía pensar en un futuro sin estar a su lado, y justo fue ese pensamiento el que me ayudó a tomar la decisión definitiva. No podía imaginar un futuro cercano sin José, y ya había vivido sin Ezra por mucho tiempo.
La decisión estaba tomada y no había vuelta atrás.
Caminé hasta la sección de ciencia ficción y, con un poco de urgencia, les pedí a los dos hombres que estaban viendo los libros que se retiraran. Me vieron con mala cara pero me hicieron caso y entonces, cuando por fin habían salido, cerré la puerta de la librería.
No podía perder tiempo, tenía que ir a Ezra antes de que él se diera cuenta de lo que había hecho porque si lo hacía, no me dejaría hablar, intentaría abrir la puerta e ir a buscar a los clientes potenciales que había corrido.
Caminé hacia la bodega y me paré frente a la puerta de madera. Inhalé todo el aire que pude y, cuando me preparé mentalmente para soltarle todo lo que iba a decirle, exhalé.
Abrí la puerta.
Ezra estaba sentado en la silla detrás del escritorio de Julia. Estaba organizando unas listas y apenas se le veían sus rizos detrás de tantos libros. Cuando escuchó que bajaba las escaleras, levantó la cabeza. Él sonrió al verme pero en sus ojos había confusión.
— ¿Emma?—dijo—. ¿Qué haces aquí? Sabes que no...
­—No puedo—lo interrumpí—. Yo...
Se levantó inmediatamente y, prácticamente, corrió hasta llegar a mí.
—Emma, escucha.
—No, Ezra, ya lo he...
—No es verdad. Estás asustada—me quedé callada, era mejor dejarlo hablar y después rechazarlo. Así al menos él sabría que dijo todo lo que tenía que decir y no intentaría proponerme algo así. Ezra vio que estaba dispuesta a escuchar y continuó hablando—. Te has dado cuenta de que aún me extrañas y te lo estás negando a ti misma. Emma, ¿crees que no te conozco? Es verdad que aún hay espacios en blanco en mi mente, muchos en realidad, pero recuperé unos cuantos. Hemos pasado mucho tiempo juntos desde que regresé. Emma, te conozco y toda tú me lo dices. Sé que no te gusta demostrar lo que sientes pero tu cuerpo siempre te traiciona. La forma en la que me miras, no se parece en nada a cuando lo miras a él... ¿No te das cuenta? Me quieres.
Ezra tomó los dedos en mi mano izquierda entra los suyos, apenas un toque muy leve, pero lo sentía por todo mi brazo. Con su mano derecha, acarició mi mejilla, sus ojos fijos en los míos. Yo negaba débilmente con la cabeza pero él sonreía, como si pensara que era muy tonto de mi parte tratar de negar lo que era muy claro para él.
Se acercó más, la sonrisa lejos de sus labios y su mirada era intensa. Iba a besarme. Lo sabía, conocía esa mirada. Mi respiración se aceleró y cerré los ojos, esperando. Pero entonces, un nombre me pasó por la cabeza: José. Abrí los ojos y me hice para atrás, chocando contra una pila de libros y derribándola. Ezra me atrajo hacia él para evitar que cayera, y yo choqué contra su pecho. En mi intento de poner distancia entre los dos, había terminado más cerca de él.
No me retiré, solo evité verlo a los ojos. Sin embargo Ezra no iba a permitirlo, por lo que tomó mi barbilla entre su pulgar e índice y me levantó la cabeza delicadamente.
—Si no quieres que te bese, no lo haré—susurró—. Pero si lo hago, es porque sé que tú también quieres esto.
Bajó su cabeza para poder estar a mi altura. Su respiración chocaba contra mis labios y yo me acerqué aún más. Nuestros labios se tocaban y él no había hecho nada. Yo me había acercado. Yo había cerrado la distancia. Y yo había cerrado los ojos primero. Mis manos se cerraban con fuerza en su camisa y su derecha estaba detrás de mi cuello, y la izquierda en mi cintura.
Pero no pasaba nada. Comenzaba a desesperarme. Quería que hiciera algo, que me besara, que me alejara, algo.
Entonces movió los labios. Tan solo un poco, un movimiento muy leve, pero lo sentí. Sentí su toque por todo el cuerpo y no pude evitar suspirar. Al escucharme, Ezra me acercó aún más, y presentía que estaba por besarme de verdad.
— ¡¿Quién cerró la librería antes de tiempo?!—se escuchó que Julia gritaba.
Su voz se había escuchado distante, tal vez por el mostrador. Pero logró espabilarme. Empujé a Ezra y por poco se cae. Intenté disculparme pero las palabras no me salían. Solo me quedé ahí, con el corazón desbocado por el susto, la culpa y frustración.
—Ezra—pude decir al fin—, esto no puede volver a pasar. Te quise. En tiempo pasado. Sufrí mucho tiempo por ti pero ya he continuado con mi vida; ahora estoy con José. Por favor entiéndelo.
Me giré y subí los escalones que me llevaban a la salida. En el último segundo, con una mano en la perilla, volteé levemente la cabeza en dirección a Ezra y dije:
—Y como amiga, te aconsejo que tú también sigas con tu vida.
Y me fui.
En la entrada de la librería, Julia intentaba abrir las puertas. Corrí a auxiliarla y cuando acabamos, tomé mis cosas y con una disculpa, me fui de ahí.
Corrí hasta encontrar un taxi libre. Le di mi dirección y durante el viaje, no me permití pensar en nada. No pensé en lo molesta que estaría Julia al día siguiente. No pensé en cómo se sentiría Ezra por mis palabras. No pensé en cómo me sentiría yo al darme cuenta que le había dicho un adiós definitivo a mi primer amor. No pensé en cómo me sentí cuando Ezra me tocó como solía hacerlo. O me miraba como solía hacerlo. No pensé.
Entonces el taxista me dijo que habíamos llegado y yo le di el dinero.
Corrí hasta llegar a la puerta y abrí.
José estaba sentado en su sala de estar. Su ceño fruncido mientras veía los papeles que tenía en su mano izquierda. Cuando levantó la mirada y me vio, su boca pronunció mi nombre pero de ella no salió ningún sonido.
Dando zancadas, llegué a su lado, le quité las hojas y las aventé en la mesa. Entonces me subí en su regazo y lo besé. Lo besé para evitar pensar en todas las cosas que había hecho minutos atrás. Lo besé para recordar el sabor de sus labios, el calor de su cuerpo, los sonidos que él hacía y que a mí me encantaban tanto. Lo besé porque él era mi novio y yo lo quería. Lo besé porque necesitaba olvidar el pasado y recordar el presente.

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N/A: Canción de Ezra para Emma.

Por favor, déjame olvidarteWhere stories live. Discover now