Nuestro acuerdo

2.1K 111 1
                                    

           

No llevaba ni dos minutos parada en la entrada, cuando sentí que alguien me observaba. Recorrí el lugar con la vista pero no reconocí a nadie y tampoco había alguien que me pusiera atención.
Me di cuenta de que todos parecían universitarios y sólo unos pocos aparentaban nuestra edad.
Deseé que el maquillaje y el conjunto me ayudaran a aparentar unos años más porque si no, ningún chico me invitaría a bailar. Y no es que yo quisiera coquetear con alguien o que mis amigas no fueran compañía suficiente pero si estaba ahí probando una experiencia nueva, bueno, la aprovecharía al máximo.
—Miren, allá hay lugar—dijo Rebeca, y se apresuró a una mesa redonda con cuatro asientos.
Todas corrimos tras Rebeca para evitar que alguien más nos ganara la mesa.
— ¿Quién quiere bailar?—preguntó Sandy.
Miré hacia la pista de baile; todos parecían estar pasándosela de lo mejor pero ahí ya no cabía ni un alma. Unas cuantas parejas estaban distribuidas a lo largo de la pared; unas "bailaban" y otras se besaban, aunque sus besos no eran de lo más castos.
Mientras escaneaba el lugar, creí identificar una cabellera negra entre una de las parejas, pero antes de que pudiera verificar si era quien yo creía que era, Rebeca habló.
—Yo voy—saltó entusiasmada de su asiento—. ¿Y ustedes, chicas?
—Creo que es muy pronto aún—respondí encogiéndome de hombros.
—Y yo creo que iré por unas bebidas—dijo Mónica— ¿Se les ofrece algo?
Pero ni Rebeca ni Sandy la escucharon, ellas ya se encontraban hacia la pista. Mónica miró en mi dirección y yo le pedí un refresco y ella se rió.
—Ya veré qué puedo hacer—y luego se alejó.
La vi llegar a la barra y, a pesar de que había demasiada gente esperando al barman, en cuanto el chico la vio (y debo decir que él era muy atractivo), desatendió a los demás para poder darle toda su atención a mi amiga. No me preocupé ante el hecho de que Mónica había ido por cuatro bebidas y sólo tenía dos manos, sabía que encontraría a alguien para que la ayudara.
Mi cabeza estaba siguiendo el ritmo de la canción que sonaba, no la conocía pero era pegadiza. Distinguí a mis amigas entre la gente que bailaba y se veían muy relajadas. Luego caí en la cuenta de que había pasado un tiempo desde que las había visto así. Quizás ellas tenían sus problemas y yo no lo sabía. A pesar de que no era buena aconsejando, sí sabía escuchar y si ellas no me habían contado nada probablemente era culpa mía por creerme el centro del universo; no había sido buena amiga. Tal vez cuando regresáramos a casa de Mon, podíamos hablar. Claro, si no terminaban demasiado borrachas.
La canción cambió y ya no eran sólo mi cabeza, sino que también mis pies seguían el ritmo; ya me había arrepentido de haberme negado a bailar.
Como no tenía nada que hacer, me aburría rápidamente. Tomé una pulsera de mi muñeca y jugué con ella un rato. De pronto me acordé de Cabellera Negra y enseguida  la busqué con la mirada pero ya no estaba. Me encogí de hombros; probablemente me lo había imaginado.
Justo en ese momento, Sandy y Rebeca aparecieron, ambas muy sudadas. Hice una mueca de asco.
—Por favor, no se acerquen a mí—les pedí.
Sandy hizo un puchero y se acercó peligrosamente a mí.
— ¿Qué? Pero si yo quiero darte amor.
Extendió sus brazos y yo salté de mi asiento, estrellándome contra un brazo.
— ¡Cuidado!—exclamó un chico. Tenía una bandeja en su mano izquierda y en ella había cuatro vasos y un plato con botanas.
El chico vestía un pantalón negro y una camisa blanca con el logo del club. Me imaginé que debía ser el barman. De cerca era más atractivo pero no era mi tipo.
Dejó los vasos junto con las botanas en la mesa y miró de Mónica a nosotras, un poco nervioso y ansioso.
—Gracias, cariño—dijo ella—. Nos vemos.
El chico frunció el ceño pero asintió y se fue.
— ¿Cariño?—cuestioné a Mónica.
—Sí—respondió ella, restándole importancia con un gesto de mano—. Olvidé su nombre.
Rebeca y Sandy asintieron y tomaron un trago a sus bebidas pero yo observé a Mónica por un momento más. No era normal que ella le diera a sus conquistas apelativos cariñosos. Si la conocía bien-y quería creer que lo hacía-, ella tenía una relación con él. Otro hecho que confirmaba mis sospechas, era la tensión en los hombros del chico cuando Mónica lo despidió, y también había vacilado a la hora de irse, como si quisiera decirle algo. Además, por lo que sabía, Mónica venía seguido a este club, no sería tan extraño que lo conociera. Lo que me tenía desconcertada era su negativa a presentarnos con él y por qué. Al notar que la veía, Mónica me acercó una bebida.
— ¿No vas a tomarla?—preguntó.
Si ella no quería decirme nada, no la presionaría pero no me rendiría tan fácil. Aunque en ese momento no podía hacer nada, por lo que asentí y le di un trago a mi bebida para luego atragantarme y casi escupirla en la mesa.
— ¡¿Qué me diste?!—le grité. No era porque estuviera enojada realmente, sino porque le habían subido el volumen a la música. La bebida era de un bonito color rosa.
Mónica me sonrió divertida.
—Ni idea—dijo, y se encogió de hombros—. Sólo vi la botella y me llamó la atención. ¿Sabe mal?
Volteé a ver a mis otras dos amigas y las dos se bebían sus cervezas como si fuera agua.
—No, es algo dulce—respondí. Señalé a Sandy y a Rebeca con la cabeza—. ¿Por qué ellas no están tomando esto?
—Porque a ellas les van más las cervezas—explicó mi amiga. Se levantó de su silla y me tomó de la mano—. Ahora es nuestro turno de bailar.
Prácticamente me arrastró al centro de la pista y mientras caminábamos, recibí unos cuantos pisotones pero no dije nada.
Cuando llegamos, Mon se situó enfrente de mí y se movió al compás de la "música". A mí me costó un poco más seguir el ritmo pero lo logré. Y para no estar comparando mis pasos con los demás para comprobar si lo hacía bien, cerré los ojos.
La música fluyó por mi cuerpo. No tenía ni idea si mis movimientos eran buenos pero tampoco me importó. Todo se sentía bien y ya nada me preocupaba... Hasta que unas manos se posaron en mi cadera.
En un inició creí que se trataba de Mónica pero no era nuestro estilo el dar un espectáculo un tanto lésbico porque para ser honesta, los movimientos que hacíamos mi pareja y yo eran un poco sugestivos. También las manos eran muy grandes para ser de una mujer. No era tan malo estar bailando con un completo extraño pero primero tenía que ver si era atractivo por lo menos.
Comencé a girarme pero él hizo más fuerte el agarre en mi cadera y una mano acarició mi brazo hasta llegar a mi mano, donde entrelazó nuestros dedos. Sentí su respiración en mi oído y luego susurró: —Me gusta más de esta forma.
El insulto que estaba por darle al chico murió en mis labios en el segundo que escuché esa voz.
—José—musité.
No lo había dicho para que él me escuchara, sin embargo me apretó más contra sí para confirmarlo.
Esas fueron las únicas palabras que nos dirigimos por lo que sintió una eternidad. La música siguió sonando pero ya no era consciente de qué tipo era, qué decía o si la conocía, sólo cerré mis ojos y bailé con José. Me concentré en sus movimientos, intentando seguirlos. Yo sudaba y él también pero no me importaba, sólo sabía que cada vez estaba más caliente. Sentí que sus labios bajaban por mi cuello hasta llegar a mi hombro. La sensación de sus labios sobre mi piel hizo que no pudiera mantenerme en pie, me recargué contra su pecho y dejé que él me guiara. Cuando dejó de moverse abrí los ojos.
La música ya se había acabado, las luces estaban encendidas y Mónica me miraba boquiabierta. Caí en la cuenta del bailecito que José y yo estuvimos haciendo y me aparté de él. Reuniendo valor, me giré y lo vi: su cabello estaba desordenado (probablemente por culpa mía) y se le pegaba a la cabeza por el sudor. Sus ojos, ya de por sí oscuros, se veían negros y respiraba entrecortadamente.
No podía seguir viéndolo y antes de que pudiera hacer nada, me escabullí hacia mi mesa pero a tan solo unos pasos de ésta, Mónica me arrastró al baño y cuando llegamos, cerró la puerta.
— ¡Qué demonios, Emma!
—Mónica, baja la voz—pedí. Y en contra de mi voluntad, me sonrojé, aunque seguramente no lo había notado porque yo ya estaba sonrojada desde mucho antes.
Mi corazón palpitaba a una velocidad sobrehumana y sentía que mi cuerpo ya no aguantaría estar parado por más tiempo; el bajón de adrenalina me vino de pronto.
—Tranquila, Em. Solo respira y recárgate aquí—dijo Mónica y me llevó hasta el lavamanos—. Ahora, si no es mucha molestia, ¡¿podrías decirme qué diablos acaba de pasar?!
Suspiré y cerré los ojos, lo que resultó ser una mala idea porque los recuerdos del baile se me vinieron encima y me sentí un poco mareada.
—Sólo bailamos—susurré finalmente.
—No, Emma—rió Mónica—, tú no bailaste con ese gemelo tan sexy. No, no, no... tú prácticamente tuviste sexo con él, ¡frente a todos!
—Oh, por Dios—murmuré y me tapé la cara con mis manos.
Mónica soltó un sonido de exasperación.
— ¿Por qué te avergüenzas tanto? No eran los únicos haciendo eso y te aseguro que nadie los notó. Sin mencionar que es obvio que lo disfrutaste.
Eso no lo podía negar.
—Lo sé, Mon, pero está mal.
Mi amiga frunció el ceño, confundida.
— ¿Mal? ¿Por qué está mal? Ambos se gustan, es obvio, y los dos son libres—hizo una pausa—. Aún piensas en Ezra, ¿no es así?
Puse los ojos en blanco. Ya me estaba cansando de oír el nombre de Ezra en cada conversación.
—No, Mon—dije pacientemente—. Es que...
Y le expliqué todo lo ocurrido la noche anterior, añadiendo todos mis pensamientos al respecto. Traté de quitar Renata de mi explicación porque honestamente no estaba de humor como para hablar de ella. Al terminar me miré en el espejo: el maquillaje de mis ojos se había corrido y del labial ya casi no quedaba nada. Traté de arreglar un poco mi aspecto, desmaquillé por completo mis ojos y me volví a aplicar labial. Como tenía calor, sostuve mi cabello en un moño desordenado.
—Sí que eres tonta, Emma.
   Por el espejo vi a Mónica.
— ¿Qué?—pregunté con cara de ofendida.
—Lo que oíste—dijo ella simplemente. Como no dije nada, prosiguió—. Se nota a simple vista que el tipo te gusta, y a aunque te cueste admitirlo, siempre te ha gustado.
>>Pero estás dejando que tus miedos te priven de lo que podría ser la relación más emocionante de tu adolescencia. Sé que sufriste por Ezra pero todos hemos sufrido una decepción amorosa, Emma, no puedes engancharte al pasado. Debes avanzar, pero sobretodo deberías darte una oportunidad con el gemelo porque si tú no lo haces, alguien más lo hará. Además, qué importa si no lo quieres todavía, el amor podría darse más adelante, ¿no crees?
Resolví que Mon tenía razón. Sí, yo quería tener una relación con José y no dejaría que mis miedos estúpidos arruinaran mi oportunidad.
***
En la mesa, mis otras dos amigas estaban impacientes por volver a bailar. Un chico (nada especial) se acercó a Rebeca y le pidió bailar. Ella no tardó ni dos segundos en aceptar y rápidamente desaparecieron entre la multitud.
Sandy se desplomó en su asiento un poco decepcionada.
— ¿Por qué no van a bailar ustedes dos?—sugirió Mónica.
Sandy saltó emocionada en su asiento. Yo me encogí de hombros y antes de ser arrastrada a bailar, le di un buen trago a mi bebida
La música era un poco más movida que antes así que Sandy y yo nos la pasamos dando brincos tontos por tres minutos. En uno de esos saltos, alcancé a distinguir la cara de Cabellera Negra: Renata.
Estaba bailando con un chico y algo me dijo que era José.
— ¿Estás bien?—preguntó Sandy.
—Eh... sí, ¿por qué?
—Te pusiste pálida de repente—dijo con un tono preocupado.
—No es nada—y sonreí, tratando de tranquilizarla.
Renata, que pareció darse cuenta que la veía, le dijo algo a su compañero y él volteó. José me devolvió la mirada un poco sorprendido, sin embargo no se veía avergonzado de que lo hubiera visto bailar muy pegado a la que yo pensaba, era su ex. Me maldije internamente. Por supuesto, tenía que haberlo imaginado. Yo ya sabía cómo era él, ¡él mismo me admitió que no era bueno con la fidelidad, por todos los cielos!
Le sostuve la mirada hasta que le dije a mi amiga que ya no quería bailar. Sandy accedió a acompañarme a la mesa sin reprocharme nada.
La canción terminó y, por primera vez en la noche, tocaron una balada. Todas las parejas se arremolinaron en la pista y balancearon al ritmo de la tonta canción cursi.
— ¿Podemos hablar?
No tuve que girarme para saber que se trataba de José.
—No lo creo—contesté, intentando sonar indiferente. Y para tener algo que hacer, me acabé el resto de mi bebida.
Traté de no prestarle atención a José parado tras de mí pero me era imposible. Podía olerlo, sentirlo... y yo estaba sedienta otra vez. Le pedí más de lo mismo a un mesero que iba pasando.
—Emma—dijo José—, acompáñame a afuera.
—Eso me pareció más una orden que una petición.
—Es porque lo fue—José ya estaba perdiendo la paciencia y a mí no podía importarme menos.
—Pues estás loco si crees que te voy a obedecer—y en ese momento llegó el mesero. Me lancé sobre mi bebida y tomé casi la mitad del vaso—. Tú no eres nadie para exigirme nada.
Mónica y Sandy se veían incómodas. Sabía que querían irse pero ambas también sabían que si me dejaban a solas con José, me enojaría.
—Emma—repitió José y me tomó del brazo, entonces yo perdí la calma.
— ¡No me toques!—grité. Él retrocedió—. No estoy interesada en lo que tengas que decirme.
—Baja la voz—ordenó en un susurró. Él también se estaba enojando, lo que me parecía increíble.
— ¡¿Qué parte de "tú no eres nadie para exigirme nada" no entendiste?!—volví a gritarle. A nuestro alrededor, la gente comenzaba observarnos—. Así que, por favor, vete a la...
Antes de terminar, José me tomó de la mano y me arrastró hasta la salida. Tal vez fuera el aire, no lo sé, pero una vez fuera, me tranquilicé un poco.
— ¿Se puede saber qué carajos te pasa?—exclamó José
— ¿A mí? Tú eres el neandertal que me arrastró hasta aquí—contraataqué.
Aún había una pequeña fila en la puerta, pero todos se veían demasiado cansados como para ponernos atención.
—Porque te estabas poniendo insoportable allá adentro.
Yo me recargué en la pared y José se situó a un paso de mí.
—No puedes culparme por eso.
José ladeó un poco la cabeza, luciendo confundido.
— ¿Qué se supone que significa eso?
—Quiero decir que en cuanto llego al club, veo a Renata besando a alguien. En ese momento no sabía quién era el chico pero ahora sé que eras tú. Luego te acercas a mí y bailamos, si es que a eso se le puede llamar baile. Me voy por cinco minutos y cuando te vuelvo a ver, estás en los brazos de tu "ex", bailando. Dime, ¿tú no estarías insoportable?
—Primero que nada—dijo José—, yo no me he besado con nadie esta noche.
Entrecerré los ojos, no creyéndole una sola palabra que decía.
— ¿Y por qué debería creerte?
José me tomó de la cara y aunque el gesto pareció un poco brusco, al tocarme, lo hizo con mucha delicadeza.
— ¡Porque es la verdad!
Nos quedamos viéndonos un rato. Yo intentando leer su mirada, y él rogando que le creyera.
—Ok, suponiendo que es cierto—accedí, poniendo los ojos en blanco—, ¿por qué bailaste con ella?
Él frunció el ceño.
—No es que tenga que darte una explicación—dijo—, pero ella me lo pidió y acepté porque es mi amiga.
— ¡Es tu ex!
— ¡Y mi amiga!—gritó, enojado.
Se separó de mí y se pasó las manos por el cabello.
—Pero tú dijiste que te importaba—murmuré.
José detuvo su caminata y volvió a acercarse.
—Y me importas, Emma—susurró—, pero no puedes pedirme compromiso cuando tú misma no te has comprometido.
—Yo...—abrí y cerré la boca un par de veces, sin saber muy bien qué decir.
— ¿Qué, Emma?—dijo José, reduciendo la distancia de nuestros cuerpos a nada—. ¿Qué es lo que quieres?
Cerré los ojos y susurré en sus labios: —A ti.
José hizo un sonido con su garganta que me volvió loca.
—Me tienes—y cerró nuestro trato tácito.

31 - 05 - 14 / 29 - 01 - 17

N/A: Primera canción para la situación de Emma y José. Segunda canción muestra lo que piensa José.

Mi traducción de la primera canción:

          

Hago que las niñas buenas se vuelvan malas
Hago que las niñas buenas se vuelvan malas
Que las niñas buenas se vuelvan malas
Que las niñas buenas se vuelvan malas

Conozco a las de tu tipo
Sí, eres la niñita de papá
Arriésgate
Déjame sacudir tu mundo
Porque tan solo una noche no puede ser tan malo
Te haré perder el control

Ella era tan tímida
Hasta que saqué su lado salvaje

Hago que las niñas buenas se vuelvan malas
Hago que las niñas buenas se vuelvan malas
Pasabas el rato en la esquina
con tus cinco mejores amigas
Sabías que te traería problemas pero no pudiste resistirte
Hago que las niñas buenas se vuelvan malas
Que las niñas buenas se vuelvan malas
Las chicas buenas se vuelven

Conozco a los de tu tipo
Eres peligroso
Sí, eres de ese tipo de chico
Tendría que estar loca para confiar
Pero tan solo una noche no puede ser tan malo
Haces que quiera perder el control

Ella era tan tímida
Hasta que saqué su lado salvaje

Hago que las niñas buenas se vuelvan malas
Hago que las niñas buenas se vuelvan malas

Pasaba el rato en la esquina
con mis cinco mejores amigas
Sabía que me traería problemas pero no pude resistirme

Hago que las niñas buenas se vuelvan malas
Que las niñas buenas se vuelvan malas
Las niñas buenas se vuelven
Las niñas buenas se vuelven malas
Las niñas buenas se vuelven malas

Oh, ella tiene una forma de jugar con los chicos
Los trata como si no tuvieran ninguna oportunidad
Y él tiene una forma de jugar con las chicas del fondo
Actúa como si fueran demasiado atractivas para bailar

Hago que las niñas buenas se vuelvan malas
Hago que las niñas buenas se vuelvan
Que las niñas buenas se vuelvan malas
Las niñas buenas se vuelven malas

Pasabas el rato en la esquina
con tus cinco mejores amigas
Sabías que te traería problemas pero no pudiste resistirte
Hago que las niñas buenas se vuelvan malas
Que las niñas buenas se vuelvan malas
Las niñas buenas se vuelven
Las niñas buenas se vuelven malas
Las niñas buenas se vuelven malas

Por favor, déjame olvidarteWhere stories live. Discover now