Esperanzas renovadas

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Tres minutos habían pasado desde la última vez que vi la hora en el reloj de la pared. Parecía que cada segundo que pasaba, era más lento que el anterior. Era sábado y no sentía ánimos de nada. Mónica me había invitado a su casa y aunque me había negado al principio, supo que lo mejor sería ceder. Un poco de aire fresco no me haría mal. Sin embargo aún faltaban unas horas.
Mis turnos sabatinos en la librería habían terminado. Anteriormente iba ése día para ganarme dinero extra pero ahora que ya no necesitaba el dinero, dejé de ir. Julia no dijo nada pero en su mirada supe que entendía la razón. Yo no le había dicho nada pero seguramente la madre de Ezra le había contado todo.
Acostada en mi cama, cambiando de vez en cuando mi posición, y con un silencio ensordecedor envolviéndome, los recuerdos de lágrimas, consuelos y decepciones amenazaban con apoderarse con todos mis pensamientos. Deseaba y necesitaba una distracción y, sin embargo, no me movía.
Examiné el desorden en mi habitación. En un arranque de enojo y resentimiento, me dio por quitar todas las fotos, cartas y cualquier cosa que tuviera que ver con Ezra. Deposité todas las cosas en cajas y que ahora estaban esparcidas por toda el área. Con la nueva desnudez decorativa en mi recámara descubrí que Ezra me hizo regalos que, poco a poco, llenaron mi habitación. Al parecer, en el proceso de ir coleccionando memorias junto a él, retiré las anteriores, fotos de mis amigas, de paisajes, cuadros, por ejemplo. No tenía muy claro dónde estaban pero las colocaría en su sitio. En cuanto a las cosas de Ezra... no planeaba tirarlas y fingir que nada había ocurrido pero de momento era mejor no tener como recordatorio aquellos momentos felices y saberme la única conocedora de eso. No, era muy doloroso.
Un estruendo de cazuelas y sartenes cayendo me distrajo de mis pensamientos. ¿Mamá había regresado? ¿Era un ladrón acaso? ¿Un fantasma? Muy poco probable. Quizá tenía que bajar a revisar si todo estaba en orden, o quizá había sido cosa del viento y yo estaba exagerando. Me decidí por ésta última opción. Cerré los ojos, necesitaba dormir pues en las noches permanecía despierta y en el día dormía, si es que me daba tiempo. Últimamente sufría de insomnio y no sabía cómo remediarlo.
Oí cómo alguien forcejeaba con la cerradura de la puerta de mi cuarto hasta abrirla. Entró pero no me molesté en abrir los ojos. Aquella persona abrió mis cortinas, alumbrando la habitación; esperé a que saliera, en cambio percibí que se situaba frente a mí. Probablemente esperaba a que abriera los ojos, lo hice. Era mi madre, con las manos en la cadera y una mirada de desaprobación. La luz me molestaba y puse un brazo en mis ojos.
—Nada de taparte los ojos, señorita—me recriminó mi madre—. Has estado así desde hace días y ya estoy harta. Entiendo que estés triste pero esto ya rebasa el límite, Emma. Ahora vas a quitare esa pijama y me ayudarás con los deberes de la casa. ¡Ahora!
Y salió de mi cuarto, dando un portazo.
No tenía acaso hablar con mi madre. Para ella un corazón roto no era nada. Todos hemos sufrido de uno y aquí seguimos, me decía constantemente. Aparté las sábanas y me puse de pie e hice lo que me pidió. Primero ayudé en la planta baja para seguir con mi recámara. Acomodé mis cosas antiguas en su puesto (las tenía en una caja arrumbada en el cuarto de estudio). Al terminar quedé exhausta y no me quedaban fuerzas para salir; no obstante sabía que cancelar no era una opción así que me arreglé.
Una hora después salí de mi casa, no sin antes con mi madre reprochándome mis constantes salidas y no pasar un rato de calidad con ella. No supe qué responder, simplemente me despedí y me fui.
No entendía a qué venía tanto reclamo. Un año atrás no tenía vida social y me decía que me hacía falta vivir mi adolescencia. Sin embargo, después de conocerlo todo había cambiado. Extraño, no lo había notado.
La media hora habitual de viaje a la casa de Mónica se transformó en hora y media. Habían bloqueado la calle principal por algún desfile sinsentido. Suspiré y puse los ojos en blanco. Cómo odiaba el tráfico, cómo odiaba los desfiles y a las multitudes. Y cómo odiaba el humor de perros que no me dejaba desde hacía días.
Debido al desfile, el conductor tomó rutas alternas y me dejó algo lejos de la casa de mi amiga por lo que tuve que caminar varias cuadras. Cuando llegué llamé a la puerta y esperé... abrieron y no una sino tres caras conocidas me daban la bienvenida con una sonrisa. Estaban todas: Mónica, Sandy y Rebeca. Tomaron mis muñecas y me llevaron directa al sofá, donde fui testigo de un ataque triple; reclamos por no llamar, por no devolver las llamadas, por no salir de mi cuarto y/o casa-con excepciones del trabajo-, prácticamente, por ignorar al mundo y sumirme en mi miseria. No tenía nada qué decir a mi favor y me limité a pedir disculpas entre cada pausa que daban.
Terminado el discurso me dispuse a irme pero no lo permitieron, argumentaron que había sido una reunión hecha específicamente para mí y era mi deber estar presente. De la nada, comenzaron a poner la mesa y a preparar comida.
—Uh... ¿Món? Esto no es mesa para cuatro—observé.
—No me digas, Sherlock—vi que Sandy le daba un codazo a Mónica y ésta suspiró—. No, Emma, vendrán los chicos.
Perfecto. Que los chicos fueran no era malo; pero con mis amigas ya tenía suficiente. Aunque pensándolo mejor, no me caerían mal unas cuantas risas y hacía meses que no los veía. Me les uní y ayudé con la comida. Los chichos (Jorge, Tomás y Fernando), llegaron a tiempo y nos sentamos a comer.
—¿Tortas? —preguntó mi amigo Jorge (el primero que tuve en la secundaria). — ¿Vine a comer tortas?
Sonreí porque sabía que bromeaba. Sin embargo Rebeca...
—Ah, ¿no te gusta?—y le arrebató su plato—no comas entonces.
Acto seguido le dio un gran bocado a la torta de Jorge. Ésta contenía jitomate y Rebeca odiaba los jitomates, solamente lo hacía para fastidiarlo. Ellos dos se traían algo desde la secundaria pero ninguno tuvo la suficiente valentía para admitirlo. ¿Y si los juntaba? Iba de acuerdo en que sería difícil pero siempre habría algo entre los dos si no se daban la oportunidad. Me les quedé viendo unos segundos. Tal vez debería dejar que las cosas se dieran por sí solas.
***
Hice bien en quedarme. Me lo pasé de lo mejor; jugamos twister, contamos anécdotas de nuestro verano y preguntaron cuánto me pagaban (no era mucho pero lo valía). No obstante noté cómo aludían habilidosamente el tema que todos se morían por oír: Ezra. Pero no les comenté nada al respecto y ellos lo respetaron. Después de que los chicos se fueron con Rebeca-qué raro-, Sandy y yo decidimos pasar la noche en la casa de Mónica. Para el permiso, tenía que una llamada poco agradable a mi casa, después de tantos reclamos en la mañana y le salía con esto a mi madre. Ella tenía razón después de todo. De cualquier modo la plática fue con largos silencios y respuestas monosilábicas por parte de mi madre, terminando con un frío sí.
Las chicas y yo nos hicimos de cenar algo rápido y ligero a pesar de no haber comido muy bien, pero lo compensamos con helados y papas, viendo películas como en una pijamada, Cuando el sueño nos estaba venciendo, Mónica apagó el televisor y las luces y las tres nos acomodamos en la cama King Size de sus padres. Mónica nos habló de una convención a la cual ambos asistieron y la dejaron. Antes tenía una niñera pero sus padres decidieron que ya era mayor y la despidieron un par de años atrás; Mónica quedó destrozada con la partida de Bianca, su niñera y se volvió un poco más... problemática. Siempre pensé que el comportamiento de ella se debía al descuido que le dieron sus padres.
Una vez, cuando estábamos en secundaria, nosotras dos nos saltamos una clase y fue cuando me contó que habían despedido a su nana y que cuando sus padres viajaran por negocios, no habría nadie para cuidarla. Yo le dije que podía quedarse con algún familiar pero ella me cortó con una negación de cabeza y dijo que sus padres no tenían hermanos y que no conocía a sus abuelos pues sus padres se pelearon con ellos cuando ambos contrajeron matrimonio. A pesar de que me pareció terriblemente romántico también pensé que era una completa estupidez por parte de ellos negarle una familia normal a Mon, terminé ofreciéndole mi casa en los días que se quedara sola.
Pero desde que iniciamos la prepa ya no iba tan seguido a mi casa, sino que aprovechaba cuando la casa se hallaba vacía e invitaba a su novio en turno o llegaba a altas horas de la noche siendo días de escuela y cosas así. A veces llegaba a la escuela diciendo cosas como: "Gran fiesta a la que fui anoche" o "Vi a tu novio ayer" y después de lanzarle una mirada desconcertada me respondía: "A José", seguida de una puesta de ojos por mi parte.
Después de dos años ya se había acostumbrado y dormía plácidamente. O eso creí porque cuando casi me dejaba llevar por la oscuridad, su voz rompió el silencio.
—Entonces...—comenzó— ¿qué pasa con Ezra?
Callé. Me temía ésa pregunta, aunque la esperaba, tardé un poco en reponerme.
— ¿Qué quieres que pase?—pregunté en respuesta, un poco a la defensiva—Nada. No se acuerda de que soy... fui su novia.
—Eso lo sabemos, genio. Lo que queremos saber es qué harás.
Medité sus palabras. ¿Qué haría? Pasaron unos minutos y llegué a la conclusión de que no había nada que pudiera hacer; no podía obligarlo a quererme de nuevo. Era imposible, ¿no?
—No hay nada que hacer—declaré.
—Supongo que no pero haznos un favor a nosotras, a tu madre y a ti misma: deja de lamentarte—me levanté un poco con mis codos para verla y para que notara mi indignación. Claro, no era posible porque no había luz pero no me volví a acostar—. Tu novio se accidenta y queda en coma, es una pena. Despierta y no te recuerda, aún peor, pero deberías de estar feliz de que esté vivo y bien. Así que si tu decisión es quedarte ahí sin hacer nada me parece perfecto, vive con ello y supéralo. Pero presta atención a lo que te voy a decir: Si yo fuera tú, no me quedaría en cama como si el mundo hubiese acabado. No, yo iría a hablar con él. ¡Por todos los cielos, estuviste pendiente de él mientras estaba en coma! Te mereces eso, y no que él te deba algo sino que tú te debes eso. Un cierre. Pero si tu decisión sigue siendo la misma, de verdad espero no te arrepientas por no aclarar las cosas.
Esperé a que continuara pero en su lugar, bostezó y sentí que se acomodaba para dormir.
***
Cuando desperté, sentí mis ojos pesados e hinchados por no dormir bien. Salí de la cama y fui hacia al balcón.
Estando afuera pude apreciar los primeros rayos del sol y el frío del amanecer. Recordé sin querer aquel día en el que Ezra apareció en mi puerta a las cinco de la mañana.
Ese día había puesto alarma a la cuatro de la mañana. Ezra me había dicho que me recogería a las cinco para enseñarme algo. Me había dicho que le hubiese gustado llegarme de sorpresa pero mi falta de celular le complicaba las cosas porque no sabía si yo despertaría si aventaba piedritas en mi ventana. Yo me reí y le dije que había leído demasiadas historias románticas. Pero en mi mente agradecía que fuera de ese modo.
Ezra no se quedó con las ganas de arrojar unas cuantas piedritas y yo prendí y apagué la luz para que supiera que estaba despierta. Intenté no hacer mucho ruido al salir; mi madre tenía el sueño pesado pero nada perdía al ser precavida. Si ella se despertaba y descubría que me estaba escapando a esta hora con Ezra, seguro me culpa a mí. Para ella, Ezra la persona más correcta del mundo, incapaz de ser una mala influencia para su niña.
Al salir, me encontré con él, sentando afuera de mi puerta.
— ¿Y tu coche?—le pregunté.
—No quiero que alguien nos vaya a escuchar, así que lo dejé en la esquina.
Después, como el gran tonto que era, me ofreció su brazo y con acento fingido, dijo:
—Señorita.
Y como la gran tonta que era, le seguí el juego, no del todo fingiendo que me sonrojaba, y entrelacé mi brazo con el suyo.
— ¿A dónde vamos?—pregunté cuando ya estábamos en su coche.
—Hay un lugar no muy lejos de aquí que descubrí por accidente y en cuanto lo vi, pensé en ti.
En el primer alto con el que nos topamos, me estiré y le di un beso en la mejilla. Ezra sin duda bueno con las palabras y sabía muy bien cómo manipularlas para que yo me volviera una tonta romántica junto a él.
El dicho lugar era como un acantilado. Estaba oscuro, solo y parecía que era un lugar en el que las pandillas venían a tirar los cuerpos. Que Ezra hubiera pensado en mí en cuanto vio este lugar no era muy alentador que digamos.
—Sé en lo que estás pensado—dijo él, con una sonrisa.
— ¿Que planeas matarme y dejar mi cuerpo aquí, sabiendo que nadie sospechara de ti y que cuando se les ocurra, si es que se les ocurre, venir a buscar aquí, mi cuerpo habrá sido comido por los animales, eliminando cualquier rastro de tu ADN en mí?
Ahora la sonrisa en su rostro se convirtió en una carcajada.
—Emma, deberías dejar de ver tantas series policiacas.
La ley y el orden: UVE es lo mejor que le ha pasado al género y además es muy informativo.
—Y ha eliminado la parte romántica que tanto me ha costado sacar en ti—señaló Ezra. Sonreí y me giré a verlo—. ¿Podrías fingir conmigo que te encantan estas cosas cursis y dejarme besarte hasta que aparezca el sol?
La cosa era que no tenía que fingir nada. Sí, sabía que era cursi. Sí, sabía que si yo estuviera viendo eso en una película, lo más probable sería que pusiera los ojos en blanco y me riera de Sandy por suspirar. Pero no me importaba con Ezra. Por él yo me volvía peor que Sandy, y lo hacía encantada.
Así que me dejé besar hasta que sentí los primeros rayos en mi mejilla y me separé para apreciar el amanecer. Temblé un poco por el frío pero saqué las mantas que Ezra había traído y nos cobije. Cuando nos estábamos quedando dormidos, Ezra me dijo que mejor me llevaba a mi casa, en caso de que mi madre se despertara y yo no estuviera en mi cuarto.
Mi mente regresó a la casa de Mónica. Volví a ver el amanecer y no pude conformarme con verlo yo sola. No podía dejarle ahora. No me recordaba pero quizás, si lo visitaba continuamente, podría colarme en su mente y así lograr que se acordara de mí. No sabía si era posible pero nada perdía con intentarlo.
Desperté a Sandy y le pedí su auto. Con los ojos cerrados, señaló su bolso, tomé las lleves en él y me fui.

21 - 05 - 13 / 23 - 11 - 16

N/A: Mi traducción de la canción del capítulo:

Una estrella fugaz cayó de tu corazón y aterrizó en mis ojos
Grité con fuerza cuando me los desgarró, y ahora me ha dejado ciega

Las estrellas, la luna, se han apagado
Me has abandonado en la oscuridad
Sin amanecer, ni día, siempre estoy en este crepúsculo
A la sombra de tu corazón

Y en la oscuridad, escucho a tu corazón
Intenté encontrar el sonido
Pero se detuvo, y me quedé en la oscuridad
Así que en eso me convertí

Las estrellas, la luna, se han apagado
Me has abandonado en la oscuridad
Sin amanecer, ni día, siempre estoy en este crepúsculo
A la sombra de tu corazón

Me quité las estrellas de los ojos e hice un mapa
Y sabía que, de algún modo, podría encontrar el camino de regreso
Pero escuché tu corazón, también estabas en la oscuridad
Así que me quedé en la oscuridad contigo

Las estrellas, la luna, se han apagado
Me has abandonado en la oscuridad
Sin amanecer, ni día, siempre estoy en este crepúsculo
A la sombra de tu corazón

Las estrellas, la luna, se han apagado
Me has abandonado en la oscuridad
Sin amanecer, ni día, siempre estoy en este crepúsculo
A la sombra de tu corazón

Por favor, déjame olvidarteWhere stories live. Discover now