Golden Love

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            Salgo del baño con una toalla envuelta sobre la cabeza, el vapor caliente sale detrás de mí.
   Estoy sola en la habitación y, mientras camino hacia el tocador, volteo a ver a mi vestido que cuelga de un gancho en la puerta del clóset. Un vestido de tirantes de un color azul profundo y liso y ajustado hasta la cintura; luego la tela de encaje de tul azul cae hasta los pies, cubriendo la tela de un color crema de fondo.
   Es un vestido hermoso que encontré en Ontario. En cuanto lo vi, supe que era el indicado así que lo compré, sin importarme su precio.
   Las zapatillas no alcanzarán a verse pero aun así compré unas también de color azul profundo de tacón fino que se amarran en los tobillos.
   Me siento en la silla que hay frente al tocador y comienzo a ponerme las cremas que ahora siempre uso para cuidarme la piel. La verdad es que, hasta los diecisiete, la piel en de mis manos y rostro no me había importado, pero Georgette me había convencido de que nunca era demasiado pronto para empezar a cuidarte la piel.
   Cuando termino de aplicarle las cien mil cremas que me pongo, comienzo a acomodarme el cabello. Me decidí por un peinado de cabello suelto, solo tengo que darle volumen y acomodarlo de tal modo que se vea un poco más peinado de lo normal. Utilizo unas cremas y la secadora para lograr el efecto deseado y, cuando acabo, pongo la secadora sobre la mesita.
   Estoy a punto de ponerme el primer cuando la puerta se abre y por ella entra Ezra, sonriendo. Seguramente escuchó la secadora y supo que ya había terminado de bañarme. Él ya se bañó y está usando un pantalón de mezclilla sin camisa. Está descalzo y yo sacudo la cabeza ante esto, volviendo la vista a mi reflejo. Ezra se acerca y me da un beso en la mejilla y yo sonrío como una tonta.
— ¿Qué te parece si nos quedamos?—pregunta, dejándose caer sobre la cama.
   Lo miro detenidamente. Su pecho sube y baja rítmicamente y, a pesar de estar acostado, aún puedo ver los músculos de su abdomen y en sus brazos. Atrás quedo ya el chico delgado que vi hace tanto tiempo ya. En nuestra separación, Ezra se había convertido en todo un hombre.
Sus chinos están revueltos y me muero por sentirlos.
   Me levanto de la silla y voy hasta él y me pongo a su lado, entrelazando una pierna con la suya.
— ¿Por qué no quieres ir?—le pregunto, acariciando todo lo que puedo alcanzar: sus labios, sus cejas, su cabello... Ya estoy distraída, perdiéndome en él, cuando vuelve a hablar.
—Siento que va a ser un tanto incómodo para... todos.
   Detengo mis caricias y lo miro a los ojos, levantando una ceja.
— ¿Para todos o para ti?
—Para los dos.
—No creo sentirme...
—Él y yo—aclara Ezra.
   Frunzo el ceño, confundida.
—Pensé que ya todo se había resuelto. O sea, se va a casar con otra mujer y yo voy a ir con mi novio. Si eso no basta para hacerte comprender que todo está en el pasado para él y para mí, entonces no sé qué otra cosa hacer.
—No es eso—dice y se levanta, apoyándose sobre un brazo. Ahora los dos estamos frente a frente—. Sé que toda su historia no es más que eso, historia, pero... No sé. Tal vez no me quiere ahí y solo me invitó porque tú eres una invitada de honor; yo soy tu novio y el no invitarme se vería mal, ¿no crees?
—Claro que no. Lo dices solo porque conociste a José cuando no estaba en su mejor época pero el de ahora, es muy parecido al José con el que crecí—dije, sonriéndole tranquilizadoramente—. Sé que cuando te invitó, lo dijo en serio.
   La primera vez que Ezra y José se habían encontrado después de tanto tiempo, había sido en una salida en grupo. José quería que conociera a su prometida así que había organizado una salida con Rebeca, Luis, Nicolás, yo y, por consecuente, Ezra.
   Cuando José me había dicho que él también estaba invitado yo le había preguntado que si creía que fuera una buena idea. Después de todo, él y Ezra no habían tenido el mejor pasado.
—Quiero ser su amigo, o por lo menos un conocido agradable—había respondido—. Todo eso ya quedó atrás y, además, fui yo el que lo trató mal, no al revés; me gustaría disculparme. Además, él está contigo ahora y dudo mucho que deje ahora que por fin te tiene, y ya que tú y yo somos amigos, sería bueno que todos nos lleváramos bien.
   Pensé que era un buen argumento y decidí llevar a Ezra a esa reunión. Para resumir las cosas, José se disculpó con Ezra y, para sorpresa de todos, Ezra hizo lo mismo con él. Y, aunque incómodo al principio, la cena transcurrió en anécdotas de años pasados y planes para volver a vernos todos. Ezra tenía un brazo alrededor de mí, acariciando mi hombro, depositando besos en mi mejilla o, simplemente, tomándome de la mano; siempre tocándome. Sabía que no era para hacerle ninguna declaración a José, nada de esas tonterías de "marcar su territorio". No. Desde que habíamos regresado, Ezra siempre estaba tocándome, como si se asegurara de que todavía seguía ahí.
   Por su parte, José y su prometida, Adriana, se veían muy enamorados.
   Cuando nos había presentado,  la mujer me había sonreído como si nos conociéramos de toda la vida y me había abrazado. Tardé un segundo en corresponder a su abrazo pero solo porque su calidad me había descolocado un poco. No sé por qué me había esperado un trato algo distante por parte de ella, supongo por experiencias pasadas (Renata, por ejemplo), pero fue una buena sorpresa. Ella era amable y agradable con todos, se notaba que tenía seguridad en sí misma. José la miraba como si fuera la única en el lugar y ella a él.
   Espero que ella sea la indicada para mi amigo porque sé que él se lo merece.
   Al final de la cena, José se había acercado a nosotros y había dicho:
—Sabes que no solo estás invitada a nuestra boda, sino que tienes que ir—me dijo, tomando mis dos manos y dándoles un suave apretón. Yo sonreí y asentí. Él siguió hablando pero esta vez a Ezra—. Pero tú también estás invitado. De verdad espero verte ahí.
   Le ofreció la mano a mi novio y ambos se dieron un apretón. Luego volvió a mí y me dio un fuerte abrazo de oso. Nicolás, que nos había visto, se acercó y se unió al abrazo —la verdad es que ya estaba un poco borracho—, luego José se había separado y, llevándose a su hermano con él, nos habían dejado solos a Ezra y a mí.
   Volviendo al presente, le digo:
—Además ya te compraste un traje y yo tengo mi vestido ahí.
   Ezra sonríe y se acerca más hasta que sus labios están contra los míos y los siento con cada palabra que pronuncia.
—Y apuesto que te ves hermosa—dice. Sus labios viajan de los míos a mi mandíbula y yo cierro los ojos—. Pero nada como verte así.
— ¿En bata?—pregunto, intentado aligerar el ambiente. No puedo hacer este tipo de cosas. Ya me bañé y peiné.
—En bata—concuerda—. O sin ella.
   Desata mi bata con una mano y luego comienza a explorar mi abdomen y espalda. Me acerca a él y me besa de verdad. Yo ya solo soy puras sensaciones.
   Sus labios, su sabor, sus manos, su respiración, la mía, su calor, su piel y sus chinos, esos hermosos chinos.
   Me pone sobre mi espalda y comienza a besarme, empezando por mi frente, luego mis ojos. Se entretiene un poco con mis labios pero luego su camino por mi mandíbula y mi cuello. Se me acelera la respiración cuando baja por mis pechos, sus manos acariciándome las piernas, y se detiene cuando sus labios llegan a mi abdomen.
—Sé que es pronto—dice con voz ronca—, pero ¿te imaginas un hijo de los dos?
   Abro los ojos e intento recuperar el aliento, y me concentro en su pregunta.
—Sí es pronto—concuerdo. Ezra comienza a decirme que olvide lo que acaba de decir pero lo interrumpo—. Pero sí me lo he imaginado.
   Ezra deja de mirar mi vientre y se encuentra con mi mirada. Yo me vuelvo a sentar y él se acerca mí, depositando una mano sobre mi estómago.
—Me imagino que tendría tu sonrisa—digo—, nuestro amor por la lectura, tus chinos.
—Tu espíritu, tu nariz, tus manos—continúa él—, tu humor, tus ojos...
—No, tus ojos—lo interrumpo—. Tus ojos son hermosos y...
—Los tuyos son preciosos, Emma. Ese color café tan intenso que me quitaba el sueño... Que me sigue quitando el sueño, esos no se pueden perder.
   Me quedo un momento callada, incapaz de hablar. Todo lo que siento por él a veces me sobrepasa.
—Te quiero—le digo y él sonríe—y sabes que antes de ti jamás se había ocurrido pensar en un bebé y, aunque sí quiero formar una familia contigo, siento que aún es muy pronto. Aún no quiero compartirte con nadie. ¿Te parece muy egoísta de mi parte?
   Él deja de tocarme el estómago y, con ambas manos, me toma el rostro.
—No sé si sea egoísta o no—dice—, pero no me importa porque yo siento exactamente lo mismo.
   Sonrío y le acaricio la mejilla.
—Ahora, ¿qué tal si terminamos lo que empezamos?—pregunta, besándome la palma de la mano.
—Por más que quisiera—digo, separándome de él y levantándome de la cama—, sé que nos se nos haría tarde para la boda y, como tú has dicho, soy invitada de honor; llegar tarde me haría ver mal.
   Ezra suspira y se queda acostado en la cama.
—Entonces supongo que tendré que bañarme otra vez—dice.
   Lo volteo a ver y me río. Él se sienta y me guiña un ojo. Se levanta y se echa una toalla al hombro. Cierra la puerta del baño detrás de él y luego escucho la regadera. Yo termino de maquillarme y luego me pongo el vestido. Me siento en la cama para ponerme las zapatillas y entonces siento a Ezra subirse a la cama. No lo escuché salir de baño.
—No importa lo que digan hoy en la fiesta—me dice al oído—, tú serás la más hermosa del lugar.
   Me sonrojo y él suelta una risa ronca, depositando un beso en mi espalda descubierta.
—Lo dices porque eres mi novio y me quieres.
—Aunque tu argumento es cierto—dice, poniéndose el pantalón, seguido por su camisa blanca—, también lo digo porque es verdad. Lo sé, lo sabes, lo saben to...
—Todos estos años no te han quitado lo cursi, ¿verdad?—lo interrumpo, solo porque me está haciendo sonrojar hasta tal punto que ya tengo calor. Y no quiero sudar.
—No—responde—. Y será mejor que te acostumbres porque los años que nos esperan te serán más fáciles si solo me sigues la corriente.
   Pongo los ojos en blanco y agarro mi pequeña bolsa.
—Ok, Romeo. Te espero abajo.
   Y cierro la puerta. Diez minutos después, Ezra baja, aún con el cabello un poco mojado. Sonrío y me acerco a él, guiándolo a la puerta.
—Si te hubieras um... distraído—lo reprendo de broma, jugando con su cabello—, esto no hubiera pasado.
   Estoy por salir por la puerta cuando él me detiene y me empuja contra ella, presionado todo su cuerpo contra el mío.
—Bueno, el día de nuestra boda—dice, tan cerca de mí que puedo sentir su respiración en mis labios. Es la primera vez que menciona nuestra boda, al menos desde que regresamos, y el pulso se me acelera—podremos "distraernos" todo lo que queramos y nadie podrá decir nada si llegamos tarde.
   Y entonces me besa como si estuviéramos solos en su habitación, como si no estuviéramos frente a todo su colonia, como si quisiera compensar lo que no pudimos tener minutos atrás. Y yo le correspondo de igual manera y, cuando por fin se separa, no sé muy bien por qué lo detuve antes.
—Señorita—dice, sonriéndome, su pecho sube y baja con rapidez.
   Y no puedo evitar pensar en aquella madrugada hace ya muchos años en la que me hizo el mismo gesto. Yo niego con la cabeza pero acepto su brazo.
—Esto no acaba aquí—le advierto, juguetonamente.
—No podría estar más de acuerdo.

N/A: Y fin. Gracias a todas las personas que leyeron hasta aquí; este capítulo es para ustedes. Como decía en la descripción de la historia, "Por favor, déjame olvidarte" es la versión editada de "Una historia de amor"; la primera historia que escribí en mi vida. No será la mejor ni la más original pero le tengo mucho cariño y me dio gusto volver a compartirla con ustedes.
Dato curioso: La mayoría de los personajes están basados en personas reales. Otro dato curioso: Uno de ellos fue mi primer amor xD.
Bueno, demasiada información. La historia actual que estoy escribiendo se llama "Más adictivo que el alcohol", por si les interesa. Si no, tengo más historias en mi perfil 😉.
N/A#2: Mi traducción de la última canción para Emma y Ezra:

          

Descansamos como si fuéramos una sola persona
Una última noche aquí
Recordando a lo que renunciamos:
Este amor de oro

Nuestros caminos se han cruzado
Pero esta es la última vez que te tendré
Cuando envejezcamos, recordaremos
Este amor de oro

Oh, estábamos destinados
Oh, sin un cierre
Oh, veámonos el jueves
Por este amor de oro

Me entregaré si tú lo haces
No olvides que esto es todo
Una última oportunidad para hacerle justicia
A este amor de oro

Oh, estábamos destinados
Oh, sin un cierre
Oh, veámonos el jueves
Por este amor de oro
Por este amor de oro
Por este amor de oro

Por favor, déjame olvidarteWhere stories live. Discover now