Malentendido

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  No contesté. A ninguno de los dos.
  El corazón me latía deprisa y las manos me sudaban. Todo se debía a que José estaba frente a mí. Y por primera vez en meses, se veía enojado conmigo. Muy enojado.
— ¿Y bien?­—instó.
—No entiendo—habló Ezra, atrayendo la atención de José. Noté que apretaba la mandíbula y sus manos se cerraban en puños. Mentalmente, le pedí que no hiciera nada imprudente—. ¿Quién es él?
  Ezra me lo estaba preguntando a mí y podía sentir que José me veía, esperando mi respuesta. Se me secó la boca.
—Él es... uhm...
—Él es su novio—me interrumpió o continuó por mí –no estaba muy segura de cuál había sido- Julia.
  Ezra me miró con sorpresa, incredulidad y ¿dolor? Oh, Dios.
— ¿Es cierto?—me preguntó.
—Sí—contesté enseguida, esperando que José notara lo poco que me importaba que Ezra supiera que tenía novio.
—Bueno—dijo José con voz aparentemente calmada, pero lo conocía bien y sabía que en realidad quería gritar—. No sé si eso sea verdad.
Wow. ¡¿Qué?! Lo miré, sorprendida. No me había gustado su respuesta.
—José—supliqué en un susurro.
  Él me miró por un instante y en ese pequeño momento pude ver el dolor y la traición que sentía. Me hizo sentir horrible. Pero no puede ver nada más porque él ya se había ido, sin decirme algo. También había ignorado a Julia, al igual que yo, pues salí disparada tras él sin decirle nada a ella o Ezra. Lo encontré justo antes de que se subiera a su auto.
— ¡José, espera!—le pedí.
  No pensé que me fuera a hacer caso pero lo hizo. Más o menos. Cerró la puerta de su auto con tanta fuerza que éste se movió. Se acercó a mí y la máscara que se había puesto para ocultar sus sentimientos, se cayó. Podía ver claramente lo enfadado que estaba. Si se tratase de cualquier otra persona, le hubiera tenido miedo, pero era él y sabía que debajo de todo ese enojo, se sentía herido.
— ¿Qué, Emma?—preguntó a escasos centímetros de mí—. ¿Piensas decirme que no es lo que pienso? ¿Que en realidad no te vi coqueteando con tu exnovio? ¿Era eso lo que ibas a decirme? ¿En verdad eres tan estúpida como para pensar que me voy a tragar todas tus mentiras?
  Retrocedí ante sus últimas palabras. No recordaba ni una sola vez en la que me hubiera insultado, pero tampoco lo iba a permitir.
—No me llames...
—Aunque supongo que el estúpido aquí soy yo—continuó diciendo—. Creyéndote cuando me decías que yo te distraería del trabajo. Ahora veo quién es tu verdadera distracción. Y qué bueno que tengas a otro idiota dispuesto a jugar, porque yo ya no quiero a seguir siendo el idiota que te cree todo, Emma. Tus mentiras se acaban aquí.
—No, Jo, no sabes de lo que hablas. Ezra sólo es un compañero de trabajo.
  Tomé su mano pero él me apartó bruscamente. Cerró los ojos y respiró profundamente.
—No. No me toques.
  Volvió a su auto y, esta vez, no lo pude detener.
***
  Volví a la librería despacio, sin hacer ruido. Por eso ni Julia ni Ezra notaron mi presencia.
—Pero, ¿su novio?—escuché que preguntaba Ezra.
—Sí, Ezra, ya te lo he dicho muchas veces—respondió Julia con impaciencia—. Emma tiene novio. ¿Tienes algún problema con eso?
  Ezra guardó silencio por un momento y luego dijo: —No sé. Es sólo que él no me agradó mucho.
—No es como que hoy estuviera muy amigable—dijo Julia, riendo.
—No es eso—insistió Ezra, sacudiendo la cabeza—. Hay algo en él que...
  Antes de que pudiera terminar de hablar, entré por completo a la librería y Julia me vio, y cuando lo hizo, la sonrisa se en su rostro se borró.
—Emma, ¿qué pasó?—preguntó, preocupada.
—Julia, ¿puedo irme? Necesito hablar con él—le pedí.
  Mi jefa asintió y me dedicó una leve sonrisa que no pude corresponder. Recogí mis cosas y las metí en mi bolsa de manera brusca.
—Ezra, el café tendrá que ser en otra ocasión. Lo siento.
  No escuché su respuesta pues salí volando de la librería hacia mi casa. No sabía si José estaría ahí pero fue lo primero que se me ocurrió. Por supuesto, ningún autobús pasó por lo que se sintió una eternidad y para cuando llegué a mi calle, ya había anochecido.
  Caminé hasta llegar a la puerta de José y toqué... y volví a tocar. Toqué la puerta una infinidad de veces pero no abrió, o tal vez no estuviera en casa. Le llamé pero no contestó. Ya no sabía qué hacer. No tenía ganas de llorar pero sí sentía una presión en el pecho que me impedía respirar con normalidad.
  ¿Por qué había ido a la librería? ¿Por qué no me avisó? Me sentí enojada por este hecho pero ese sentimiento fue rápidamente superado por la culpa. Este malentendido había sido mi culpa. José estaba enojado pero, ¿por cuáles razones? Me había dicho que yo estaba coqueteando con Ezra, lo cual era totalmente falso. ¡Yo ni siquiera sabía coquetear! ¿Ezra pensaba que le coqueteaba? ¿José pensaba que lo engañaba? No servía de nada pensar en eso, no hasta que hablara con él. Lo esperaría en su puerta hasta que apareciera.
­— ¿Emma?—dijo Mónica, extrañada—. ¿Qué haces aquí?
  Otra vez me había olvidado de ella. Cielos, en verdad era un desastre. Por lo menos en la escuela me iba bien. Bueno, algo así.
—Espero a José.
— ¿Y por qué no lo esperas en tu casa?
—Peleamos y no contesta mis llamadas.
— ¿Tú lo estás buscando?—preguntó con asombro.
—Se podría decir que yo tuve la culpa—contesté, suspirando.
  Nos quedamos calladas hasta que ella volvió a hablar.
— ¿Quieres que te haga compañía hasta que llegue?
  Le sonreí, agradecida por la oferta pero negué con la cabeza.
—No, está bien. Vamos a mi casa­—dije—. Estaré atenta por si llega.
  Entramos a mi casa y enseguida pedí una pizza. Por alguna razón, me moría de hambre. Después de un rato, Mónica se sentó a mi lado en el sillón.
—Puede que tuvieras razón—dijo.
  No contesté, esperé a que continuara.
—Hablé con Sebastián—siguió diciendo—. Le dije que no estoy embarazada y... eh... le pedí disculpas.
  Volteé a verla. Si había algo que caracterizaba a mi amiga, era su orgullo.
—Lo sé, pero he hecho cosas aún más raras—dijo, sonriendo—. Como alejar a las personas que me quieren y enojarme con una de las personas que más me importan.
  Me acerqué más a ella y acomodé mi cabeza en su hombro, haciéndole saber que ella también era importante para mí.
—Estamos juntos de nuevo, Em—me contó—. Me dijo que le ofrecieron un trabajo en la capital cuando termine de estudiar. Y yo también me iré a estudiar allá. Él quiere que vivamos juntos.
  Vaya, eso era progresar.
—Yo lo quiero mucho, Emma. Nunca me había sentido así por nadie y...
—Está bien, Mon—la interrumpí—, no tienes que darme explicaciones. Si esto es lo que quieres, entonces yo te apoyo.
  Sonrió complacida.
  El timbre sonó, anunciando la llegada de nuestra pizza. Acomodamos las cosas para comer en la sala y le pregunté por el resultado de su análisis de sangre. Me explicó que lo que causó el retraso fueron los indicios de anemia. Me le quedé viendo, preocupada. Lo había dicho con tanta calma, como si su salud no importase. Vio mi expresión y me pidió que me tranquilizara, me dijo que Sebastián ya se estaba preocupando por nosotras dos. Sonreí al ver que sus ojos se iluminaban al pronunciar aquel nombre. Mónica en verdad merecía esa felicidad.
  Vimos una película de terror y me sorprendió que ningún vecino fuera revisar qué ocurría en mi casa, pues Mónica y yo no parábamos de gritar. Para calmarnos un poco, pusimos una de comedia. En cuanto acabó, mi amiga me habló sobre la universidad a la que planeaba asistir. Según ella, tenía el mejor programa de estudio en leyes. Por más que tratara, no podía imaginármela en un tribunal con ropa formal y cara seria. Pero ser abogada había sido su sueño desde que era pequeña. También me dijo que cerca del departamento que Sebastián y ella rentarían, había uno pequeño a muy buen precio para mí. Me limité a sonreírle y, sutilmente, cambié de tema.
  Al inicio de la preparatoria mis amigas y yo habíamos planeado rentar una casa para las cuatro en la capital cuando todas estudiáramos la universidad, pero un año atrás, Rebeca había anunciado que la mejor universidad para estudiar la carrera que ella quería, estaba en el norte del país. A pesar de que nos entristeció la noticia, comprendimos que era su futuro y si ella estaba segura que era lo que quería, no nos quedaba más remedio que apoyarla.
  Sandy no había dicho nada todavía pero yo sabía que en realidad no quería dejar la ciudad; ella estaba a gusto aquí. Y yo, bueno, tenía pensando aplicar para dos universidades en la capital pero, sin decírselo a nadie, excepto a mamá, claro, también había investigado sobre una universidad lejos de mis amigas. Planeaba hacerlo público si me aceptaban, pero mientras tanto, era mejor guardarme esa información.
***
  No supe la hora en la que nos quedamos dormidas, supuse que tarde. Sin embargo eso no importaba, lo que importaba era lo que me había despertado. Al principio creí que había sido un sueño, después de todo, no era raro que soñara con él. Pero entonces presté más atención y, en efecto, ahí estaba: la risa de José.
  No entendía por qué estaba siendo tan escandaloso a altas horas de la noche-madrugada. Normalmente era muy respetuoso y considerado con los vecinos, pero esa noche parecía que lo único que quería era despertar a la colonia entera.
  Con cuidado para no despertar a Mónica, salí de la casa. Afuera hacía mucho frío y parecía que estaba a punto de llover. Frente a la casa de José estaba un coche que no conocía, me acerqué y vi que se trataba de Luis. Él se veía bien, con un poco de sueño pero sobrio. En cambio su acompañante, José, no se veía muy bien.
  Primero noté su ropa: estaba fuera de lugar y arrugada, y traté de no pensar en la razón. Luego vi que en su rostro se empezaba a formar un moretón. Y por último, al acercarme más, me llegó el fuerte olor a cerveza, tequila y el humo de cigarro. Luis se percató de que estaba parada junto a su auto y salió de él. Se acercó a mí, me saludó y me dio una breve reseña de lo sucedido.
  Al parecer, José había llegado muy enojado a la casa de Luis y, sin decirle qué le ocurría, lo arrastró hasta una fiesta. Dijo que cuando llegaron, José parecía más calmado y comenzó a beber. Conforme pasaban las horas, Luis empezó a preocuparse porque José no paraba de tomar. Dijo que ya no quería estar ahí pero no podía irse sin él, así que se quedó. Minutos después, llegaron sus demás amigos y fue un poco tranquilizante al principio pero al poco rato, Carlos comenzó a decir tonterías ("pendejadas", fue la palabra que uso Luis y cuando le pregunté qué había dicho, no me lo quiso decir). El caso fue que José le dio un puñetazo y después de unos minutos de estupefacción, Carlos se abalanzó contra él. Luis dijo que normalmente José es muy bueno en peleas callejeras pero que en ese momento ya no estaba en sus cinco sentidos, por lo que tuvieron que intervenir para que Carlos no lo moliera a golpes. Luis creyó que con eso José ya había tenido suficiente pero entonces se dirigió al bar más cercano donde lo perdió de vista por un par de horas. Luego, cuando se había dado por vencido tras haberlo buscado por todos lados, se dirigió hacia su auto donde se encontró con José y entonces, antes de que se diera a la fuga, lo trajo a casa.
  Miré a José. No se veía borracho. Si no fuera por el olor, dudaría seriamente que en verdad hubiera tomado.
  Luis sacó a José del auto y lo llevó hasta su casa. Yo los seguía de cerca y cuando por fin entraron, Luis se despidió de mí y se fue. Me quedé donde estaba, con las llaves de la casa en mis manos sin saber muy bien qué hacer. Quería irme pero también quería hablar con José aunque no sabía si él estaba lo suficientemente lúcido como para saber lo que decía. Cuando estaba por irme, José se levantó del sillón donde Luis lo había dejado y caminó hacia la cocina, se sirvió un vaso de agua y se la acabó toda, entonces me miró y una sonrisa burlona apareció en sus labios.
—Emma—dijo.
  No me había gustado la manera en que había dicho mi nombre pero aun así me quedé, me acerqué a él y lo tomé del brazo.
—Ven, Jo—dije—, te llevaré a la cama.
  José rio y alzó una ceja.
—He estado esperando esas palabras por un tiempo—volvió a reír y me tomó por la cintura. Acercó su boca a mi oído y continuó hablando en susurros—. No estoy en las mejores condiciones pero supongo que no debo preocuparme por eso. Después de todo, ya tienes experiencia.
  Intenté apartarme pero él no me lo permitió, así que sólo pude separarme lo suficiente como para verle la cara. Aunque continuaba sonriendo, en sus ojos se notaba que estaba enojado porque si las miradas mataran, yo ya habría muerto mil veces.
— ¿De qué hablas?—pregunté.
  Él se separó de mí, caminó hasta el sillón y se sentó.
—Vamos, Emma, sé que no eres tonta. Si lo fueras, no habrías podido engañarme por tanto tiempo—lanzó una carcajada sin humor y se pasó una mano por el cabello—. Fui un imbécil al creerte cada vez que decías que no estabas lista. Pero claro que no estabas dispuesta a estar conmigo cuando ya estabas acostándote con otro.
—José, no sé de qué me estás hablando.
— ¡Ya no mientas, Emma!—gritó, levantándose del sillón, aventó la mesita de centro contra la pared. Yo retrocedí, un poco intimidada—. ¿O me vas a negar que hace unas semanas compraste unas pruebas de embarazo?
— ¿Cómo te enteraste de eso?—pregunté, sorprendida.
  José retrocedió, como si mis palabras lo hubiesen golpeado físicamente.
—Así que Karla tenía razón.
— ¿Karla?—pregunté un poco enojada por la mención de su nombre­—. ¿La viste hoy, en este estado? Ya me los imagino a los dos, bailando de lo lindo. Ella sonriendo y tú...
— ¿Se supone que me estás haciendo una escena de celos? ¿Tú?—preguntó irónicamente—. No, Emma, yo no te he engañado ni una sola vez. ¡Cambié por ti! Y me traicionaste quién sabe cuántas veces con tu ex novio. ¿O acaso me vas a terminar para regresar con él?
—Jo, es obvio que ya lo que dices, estás borracho. Será mejor que te vayas a acostar.
  Lo tomé por el brazo pero se alejó como si mi toque lo quemara. Pensé seriamente en irme pues si no lo hacía, acabaría gritando o peor, llorando. Pero no lo hice. Teníamos que arreglar las cosas.
—Y dime, Emma—volvió a hablar José. Sin darme cuenta, ya se había vuelto a servir alcohol en un vaso—. ¿Qué pasó con el bebé? No me digas que además de una cualquiera, también eres una asesina.
  Nunca me había sentido así. Como si me hubiesen dado un puñetazo en el estómago, cortándome la respiración, la garganta me quemaba y los ojos me escocían. Creía que conocía a José enojado pero estaba equivocada. Él nunca me había hablado así, ni siquiera cuando estábamos peleados. Y aunque sabía que estaba borracho, dolido y tenía toda la información errónea, sus palabras me habían lastimado. Pero no lloraría frente a él.
— ¿Recuerdas cuando me quejé de tu amistad con Renata y tú me explicaste que sólo era eso, una amistad?—pregunté—. Pues eso somos Ezra y yo: sólo amigos.
››Él comenzó a trabajar en la librería semanas atrás porque Julia pensó que le vendría bien para su recuperación después del accidente. No te lo dije porque sabía que reaccionarías mal. Aunque debo admitir que nunca me imaginé que llegarías a tanto.
  Caminé hasta la puerta y la abrí pero antes de salir, me giré y lo volteé a ver. En su cara se podía ver la confusión que sentía.
—No debería estar diciéndote esto pero las pruebas de embarazo no eran para mí, sino para Mónica. No está embarazada pero cualquiera que hubiera sido su decisión, no te da ningñun derecho a llamarle asesina—dije. Y luego añadí: —No puedo creer que en verdad pensaras que te había engañado. No lo he hecho, José, y nunca lo haría. Pero si la palabra de Karla tiene más valor para ti que la mía, entonces me parece que estamos perdiendo el tiempo al intentar que esta relación funcione.
—Emma...—dijo José pero yo ya había cerrado la tras mí—. ¡Emma!
  Escuché que un vaso se estrellaba contra la pared pero no regresé para asegurarme que todo estuviera bien. Y él tampoco me siguió.

17 - 09 - 14 / 16 - 02 - 17

N/A: Mi traducción de la canción para José y Emma:

Despiértate y mírame de nuevo a los ojos
Necesito sentir tu mano sobre mi rostro
Las palabras pueden ser como cuchillos
Pueden herirte
Y luego el silencio te rodea y te persigue

Me parece que te he inhalado
Puedo sentirte detrás de mis ojos
Has logrado entrar en mi torrente sanguíneo
Puedo sentirte fluir en mí

Las palabras pueden ser como cuchillos
Pueden herirte
Y luego el silencio te rodea y te persigue

Me parece que te he inhalado
Puedo sentirte detrás de mis ojos
Has logrado entrar en mi torrente sanguíneo
Puedo sentirte fluir en mí

Los espacios entre
Dos mentes y todos los lugares en los que han estado
Los espacios entre

Intento averiguar qué es
Intento averiguar qué es

Me parece que te he inhalado
Puedo sentirte detrás de mis ojos
Has logrado entrar en mi torrente sanguíneo
Puedo sentirte fluir en mí

Me parece que te he inhalado
Puedo sentirte detrás de mis ojos
Has logrado entrar en mi torrente sanguíneo
Puedo sentirte fluir en mí



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