Dudas

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  Por suerte, con el pasar de los días, las cosas se iban calmando. José me recogía todos los días después de trabajar, a veces llegaba antes para poder hablar con Julia, solo si ella estaba conmigo en el mostrador y si Ezra no se encontraba a la vista. Intentaba no iniciar una nueva disputa con él y, aunque hubiese preferido que simplemente dejara sus impulsos, apreciaba el gesto.
  Las vacaciones de invierno ya habían iniciado y pronto estaría en mi último semestre de preparatoria. Y estaba emocionada y triste. Emocionada porque la vida que siempre quise al fin comenzaría. Sin embargo no podía evitar pensar en todas las personas que iba a dejar atrás, o si esa nueva etapa de mi vida lograría cumplir con mis expectativas, o en que tal vez no podría durar ni un mes en una ciudad completamente desconocida sin pedir a mi mamá cada noche.
  Toda mi vida había vivido en esta ciudad y no había viajado lo suficiente como para decir que no me asustaba estar en lugares desconocidos. Claro, me gustaba estar a solas en mi parque favorito, ir a un café a leer de vez en cuando, pero sabía que mis amigos y familia estarían ahí cuando ya no quisiera estar sola. Leer sobre algo no era lo mismo que vivirlo, y eso era algo que había aprendido muy bien en el último año.
  Pero aún había seis meses por delante para disfrutar, y yo iba a aprovecharlos. Por el momento, estaba intentando arreglarme para la conferencia del autor a la que Ezra me había invitado.
  No sabía si era algo formal o informal, así que elegí algo neutral. Una blusa elegante de color crema y unos jeans entallados con unas botas. No era la persona más elegante pero tampoco era la chica que vestía jeans desgastados con sudaderas enormes que me convertía la mayoría de los días en temporada de frío. Cuando por fin terminaron los exámenes, no dejaba la casa para nada (excepto para trabajar, claro), veía películas, leía libros, mis amigas iba a mi casa un día a la semana, a veces dos. José estaba tan ocupado con un proyecto que le habían asignado para que no revalidara una materia que normalmente solo hablábamos por teléfono por unos minutos y no sabía nada de él hasta que volvía a recogerme del trabajo. No me quejaba, funcionaba para mí porque de ese modo podía dormir más.
  Mi hermana había decidido volver a casa después de tantos meses, por lo que constantemente peleábamos por el control remoto. Mi mamá no paraba de decir que estaba muy feliz de escuchar nuestras peleas. Yo, por el contrario, no extrañaba para nada nuestras peleas, y estaba segura de que Izzy pensaba igual.
  Papá había salido de la ciudad para arreglar unos asuntos pero había dicho que volvería para navidad, así que ese año sería mi primera cena navideña familiar en mucho tiempo. Me había enterado que los padres de José no habían regresado de su eterno viaje y su hermana se iba a pasar las vacaciones con la familia de su novio, y ya que Nicolás había vuelto con su novia, lo había invitado a cenar con nosotros así que no sería tan familiar después de todo.
—Emma, alguien vino por ti.
  Estaba frente al espejo del baño de la planta baja, terminando de aplicarme labial. Mi madre estaba parada detrás de mí y yo miré, extrañada. Intenté recordar si había quedado con alguien antes de la conferencia, pero entonces lo recordé. Quien había venido a recogerme era Ezra. Pensé que le había dicho que lo mejor sería reunirnos en el hotel donde sería la conferencia, pero al parecer lo había olvidado.
  Guardé el labial en mi bolsa y salí del baño, esperando ver a Ezra sentando en la sala. Cuando a la única persona que vi fue a mi hermana comiendo un sándwich mientras veía una película, dije:
— ¿Dónde está...?
— ¿Ezra?—terminó mamá por mí.
  La miré fijamente; su voz había sonado enojada. Ella también me miraba fijamente, con una ceja levantada. No sabía la razón de su enojo hasta que después de un minuto me di cuenta.   Desde el momento en que Ezra había aparecido de nuevo en mi vida, había estado intentando de ocultarle esta información a mamá.
—Está afuera, Emma—respondió Izzy con la boca llena.
— ¿Por qué está Ezra aquí, Emma?—preguntó mamá en voz baja.
—Vamos a ir a la conferencia. Te pedí permiso y me dijiste que sí.
—Porque no me dijiste que irías con él.
  Me molestó la forma en la que hablaba de Ezra. Como si fuera mala persona. Pero no lo era, y mi madre lo sabía. Ella lo adoraba, ¿cuál era su problema?
— ¿Y eso qué tiene?
— ¿Cómo que "qué tiene"? ¡Es tu exnovio, Emma! ¿No lo entiendes?—negué con la cabeza—. ¿De verdad estás diciendo que no entiendes lo mal que se ve esto?
  Resistí el impulso de poner los ojos en blanco y solté un suspiró.
—No, mamá, de verdad no entiendo.
—Pasando por alto el hecho que no me contaste que Ezra había vuelto, haciendo que quedara en ridículo frente al chico—comenzó, no pasando por alto aquel hecho realmente—, déjame te explico por qué estoy tan... preocupada.
>>Tocan a la puerta y, al ver que mi hija está nerviosa mientras se arregla, asumo que el que me espera detrás de esa puerta es su novio. Pero qué sorpresa me llevé al ver que en realidad era su exnovio. Intenté reponerme y lo saludé como siempre, le pregunté por su salud, imaginando que ya estaba completamente recuperado...
—No del todo—intervine.
—... Después de que él me mirara un poco incómodo, sin saber cómo reaccionar, me di cuenta de que en realidad no se había recuperado. Entonces me puse a pensar en por qué mi hija no me contaría acerca de su exnovio reapareciendo en su vida. No es raro que sea su amiga, es un chico amable. A no ser claro, que ella esté intentando ocultar algo, que no solo intente hacerse amiga de este nuevo Ezra.
  Levanté las cejas, sorprendida. ¡Era el colmo!
— ¡Por supuesto que solo quiero ser su amiga!—exclamé, molesta— Por si no lo recuerdas, tengo novio.
—Yo no tengo ningún problema en recordar que tienes novio, Emma, pero ¿y tú?—. Sacudió la cabeza—. ¿José sabe algo de esto?
—Sí, madre, José sabe que Ezra es mi amigo y está bien con eso—. Mentira, pero no le iba a decir eso a mi mamá, mucho menos después de esto—. Nos vemos al rato.
Salí de la casa y me encontré con Ezra dentro de su auto. Le sonreí levemente y después condujo por la ciudad hasta llegar al hotel. El viaje estuvo callado. Sólo se oía la música de la radio. Estaba demasiado distraída pensando en las palabras de mi madre como para preocuparme si el silencio era cómodo para Ezra.
  Insinuó que no le había contado sobre Ezra porque me sentía culpable. Pero no tenía sentido. No había hecho nada malo, ser amiga de un exnovio estaba bien. Y si alguien era el amigo perfecto, ese era Ezra. Él era gracioso, dulce y compresivo. De hecho, se comportaba igual como cuando éramos novios; y si se comportaba así con todas sus amigas, no entendía por qué estaba soltero. Sabía esto porque unos días atrás le pregunté no tan sutilmente y me dijo que no tenía a nadie por el momento. Y cuando había dicho esas palabras, había sentido que me quitaban un peso de encima... Oh scheiße; era posible que las palabras de mi madre tuvieran cierto grado de verdad. Sí, me sentía culpable por no contarle a mi madre de Ezra, pero no lo suficiente para renunciar a él. Ya había renunciado a él una vez, no de nuevo. Esta vez él me quería en su vida y yo no iba a ir a ninguna parte.
—Llegamos, Ems—dijo Ezra.
  Aparté la vista de la ventana y me giré hacia él. Tenía una de esas sonrisas que podrían quitarte el aliento, su cabello ligeramente desordenado pero no como el desorden normal (él también había intentado verse "elegante"). Le regresé la sonrisa.
—Vamos—dije, y salimos del coche.
***
  Eran las ocho de la noche y Ezra me había llevado a cenar. A su casa. Con sus padres. Y hermana. La noche no podría ser mejor.
  No sabía si Ezra se imaginaba lo raro que sería para todos nosotros compartir una mesa después de tanto. Aunque tal vez solo fuera mi imaginación. Sin embargo no podía evitar sentirme nerviosa. Iba a conocer a su hermana por primera vez.
  Cuando Ezra me invitó a cenar, pensé que sería en una pizzería o algo por el estilo, no a su casa. Cuando me dijo que sus padres también estarían en casa, me puse nerviosa pero me tranquilicé un poco cuando me contó que ellos ya sabían que iría. Pero no me dijo que además de sus padres, estaría su hermana. Entré en pánico el segundo que pisé la sala de estar y la vi sentada en unos leggins negros y un suéter hermoso de color rosa con unas botas UGG. Era imponente, joven y hermosa. Y quería impresionarla con todo mi corazón. Sin embargo hay cosas que nunca cambian; como por ejemplo mi completa incapacidad de ser sociable. Porque después de que ambas terminamos con la conversación obligatoria de: "Hola, mucho gusto. Soy..." y más de esas cosas, de inmediato el ambiente se puso incómodo. Ezra notó esto e intentó llevar la conversación que se vio interrumpida por la llegada de la comida china.
  Todos nos sentamos en la mesa y cuando comenzamos a comer, las cosas se relajaron. La madre de Ezra me preguntó qué planes tenía para la universidad, yo le respondí algo vago sobre mis planes de irme a la capital. Su hermana me contó que ella había estudiado por un tiempo en la capital pero que se había transferido a España en su tercer año y que se había enamorado del país y no pensaba marcharse de ahí; noté el gran anillo en su dedo anular izquierdo y supe que no solo era el país de quien se había enamorado. Después de eso, las cosas parecieron ir mejor entre nosotras. Al parecer teníamos gustos parecidos en películas, series de televisión y sabor de helado.
  Me la pasé muy bien en casa de los Dorantes. Me hizo bien regresar a su casa porque tuve la oportunidad con sus padres. Todo este tiempo me había sentido culpable por el accidente de Ezra y, aunque sus padres no me culpaban, algo dentro de mí me decía constantemente que de no haber sido por mí, él nunca hubiese perdido la memoria. Sin embargo, verlos a todos juntos, felices, me hizo darme cuenta de que en verdad ellos no me guardaban ningún rencor y por fin pude poner ese sentimiento atrás.
***
  Había pocos carros en la calle cuando Ezra me llevó de regreso a casa. Yo tenía mi cabeza recargada en el asiento con la vista puesta en la calle. La ventana estaba empañada y puse mi mano en el cristal para sentir el frío, luego me puse a hacer figuritas en él. Con letra cursiva empecé a escribir el nombre de Ezra pero cuando me di cuenta de lo que hacía, lo borré con rapidez. Volteé a verlo y estaba muy concentrado en el camino, moviendo ligeramente la cabeza al ritmo de la canción.
  Era una canción un poco triste y me ponía un poco melancólica. No, no era el hecho de que estuviera con Ezra, era la canción. Era la voz, la melodía y quizás también la noche.
— ¿Cómo se llama?—pregunté, mi voz apenas audible porque sentía que si hablaba normal, se perdería el sentimiento.
Holocene—respondió Ezra, hablando bajito—. Es de...
—Bon Iver. Sí, es muy difícil no identificarlos—dije sonriendo.
  Ezra me había enseñado algunas de sus canciones pero había dejado de escucharlos porque por lo general, su música era un poco triste. Pero en cuanto tuviera tiempo, descargaría esa canción.
  Seguí viendo a Ezra fijamente. No me daba vergüenza que me atrapara haciéndolo. Su nariz era recta y su mandíbula se marcaba y sus cejas... Cuando éramos novios me pasaba mucho tiempo acariciándolas.
—Me la pasé bien hoy. Gracias por todo—dije.
  Ya habíamos llegado a mi casa pero no estaba lista para bajarme. Ezra se giró, recargó su cabeza contra el asiento justo como yo y me sonrió.
—El placer es mío.
  Nos quedamos callados, mirándonos fijamente y ya ninguno de los dos sonreía. Cerré los ojos, intentando controlar todas las emociones que me estaban invadiendo. Intenté identificarlos. Me sentía feliz. Me sentía nerviosa, ansiosa. Y sentí anhelo. También sentí los dedos de Ezra tocando ligeramente mi mejilla e, inevitablemente, mi respiración se aceleró.
—Emma...
  Ambos nos sobresaltamos con el sonido de mi celular. Él apartó su mano de mí y yo me concentré en la pantalla de mi celular. Tenía un mensaje de mi madre preguntando dónde estaba. No sabía si agradecerle o estar enojada con ella por arruinar el momento. Pero entonces mi mirada se dirigió a una casa muy familiar y supe que debí estar agradecida con ella por interrumpir este momento, un momento que no tenía que haber pasado.
—Es mi mamá; quiere saber dónde estoy—miré su perfil una última vez—. Será mejor que me vaya. Nos vemos.
  Me incliné hacia él y le di un beso en la mejilla. Él cerró los ojos y puso su mano sobre la mía que estaba recargada en su brazo. Cuando me aparté, él no se giró a verme, sólo esperó a que yo entrara a la casa y después se fue.
  Dentro me encontré con Izzy acostada en el sillón viendo El Expreso Polar por millonésima vez esa semana. Cuando era época decembrina, mi hermana acostumbraba a ver todas las películas de navidad que tuviéramos: Santa Clausula, Santa Clausula 2, El Expreso Polar, El Descanso... Bueno, esa era su tradición y yo no iba criticarla.
—Mamá está en su habitación. Está algo preocupada por ti.
  Ignoré ese comentario y me serví un poco del café que había quedado. Me senté a su lado y me acurruqué dentro del cobertor. Mi hermana me abrazó y acarició mi cabeza.
—Sé que no quieres oír esto pero debo decirlo—dijo Izzy—. Mamá está preocupada porque no quiere que sufras como lo hiciste antes. Tal vez no he estado alrededor por un largo tiempo pero sé lo mucho que sufriste por Ezra, linda. Tu ruptura con él fue más fuerte que cualquier otra ruptura que yo allá tenido pero sé que te dolió más porque él fue tu primer novio, tu primer amor.
›› ¿Recuerdas al chico con el que salí hace más de un año? Fue por la época en la que conociste a Ezra. No fue mi primer novio pero te aseguro que fue el primer chico que amé y cuando terminamos, bueno, sufrí demasiado. No paraba de llorar cuando estaba sola en mi cuarto. Nunca se lo dije a mamá ni a nadie porque era demasiado orgullosa, no quería darle la satisfacción a él. Lo veía a diario en la universidad y siempre se veía tan feliz y yo me sentía tan miserable que creí que nunca volvería a sentirme como lo hice con él. Un buen día, sin embargo, me llegó una oferta para reiniciar mi vida en otro lugar y la acepté. En un inicio me sentía muy sola, no tenía amigos y mi vida era del trabajo a la casa y de la casa al trabajo. Un día, una vecina me invitó a tomar algo en su casa porque según ella me veía "decaída"—puso los ojos en blanco—, pero agradecí el gesto. Acepté la invitación y ella me llevó a su departamento, donde, el que supuse era su novio, nos esperaba. Nos la pasamos bien, después de comer, me invitaron a una fiesta ese mismo fin de semana y acepté. Llegó el día y él se presentó en mi casa y me dijo que su hermana no se estaba sintiendo bien. Al principio me quedé extrañada porque ¿a mí qué demonios me iba a importar si su hermana estaba bien o no? Luego me explicó que su hermana era mi vecina y me sorprendí a mí misma por el alivio que sentí. No había querido aceptarlo pero él me había cautivado desde el primer momento en que lo vi.
››Él me dijo que si yo quería, podíamos ir los dos. Por supuesto que acepté. Después de esa noche, creo que está de más decirte qué ocurrió.
  Isabella me guiñó un ojo y me sonrió.
—Lo que intento decirte, hermana—dijo—, es que no te aferres al pasado. Te dolió con Ezra porque fue tu primer amor y nunca antes habías experimentado nada igual pero tal vez él no sea tu destino. Quizás su papel en tu vida ha terminado; destinado a solo ser un bonito recuerdo. Tienes toda una vida por delante para conocer a más hombres. Y que tú hayas aceptado a José solo quiere decir que todo lo que acabo de decirte no es nada nuevo para ti. Porque muy en el fondo, ya lo sabías.
  Asentí mientras me levantaba del sillón y me iba a la cama.
  Las palabras de mi hermana habían llegado a mí. Tenía razón, Ezra había sido y siempre sería importante para mí por ser mi primer amor pero eso no quería decir que estaba destinada a terminar con él. Eso ya lo sabía, siempre lo había sabido. Pero entonces, ¿qué significaba lo que había pasado en el auto?

16 - 11 - 14 / 11 - 03 - 17

N/A: Aquí les dejo la canción traducida que Emma y Ezra iban escuchando en el carro, por si la quieren escuchar ;) 

Por favor, déjame olvidarteWhere stories live. Discover now