La última vez

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      Nicolás y yo nos fuimos de la librería, sonrientes. Él había recibido diez libros de regalo por parte de Julia y una invitación a la librería cuando quisiera, y yo recibí mi pago.
—Julia es una señora muy... muy.
—Lo sé—concordé—. Siempre me sorprende, te lo juro.
  Llegamos a nuestra calle y ayudé a Nico a guardar los libros en su habitación. Cuando acabamos, me despedí y fui a casa.
  Mi madre se encontraba haciendo chocolate caliente y yo me senté en la mesa mientras ella lo preparaba. Sonreía todo el tiempo. Mi papá no llegaría hoy a dormir pero estaba segura de que habían hablado más temprano.
—Mamá, cuando era niña, ¿cómo era mi amistad con los gemelos?—pregunté, de pronto.
  Las palabras de Nicolás se me habían grabado y necesitaba que alguien objetivo me dijera que cualquier cosa romántica que José y yo habíamos sentido (¿o seguíamos sintiendo?) entre nosotros, era normal.
—Bueno—empezó, dejando la cuchara a un lado de la estufa—, tú siempre los seguiste. Recuerdo que cuando nos mudamos, ellos estaban jugando fútbol (lo recuerdo porque le dieron un balonazo al auto, tú venías dormida y el ruido te despertó), cuando los viste, tus ojos se agrandaron y me preguntaste que por qué esos niños eran iguales—dijo mamá con una sonrisa—. Nunca antes habías visto unos gemelos y te sorprendieron, así que en cuanto bajaste del auto, te acercaste a ellos y les hablaste. El primero en acercarse fue José. Te invitó a jugar pero tú le dijiste que no sabías, así que él te enseñó. Se pasó toda la tarde contigo, y Nicolás se quedó sentado en la banqueta con cara de fastidio. Después de eso, José no dejaba de tocar a nuestra puerta, preguntando por ti, con Nicolás detrás de él. No le agradabas mucho a Nicolás porque le habías robado la atención de su hermano. Jo te enseñó varias cosas, como a patinar, nadar... hasta creo que te enseñó a multiplicar y dividir. José y tú encajaron desde el primer momento, no importaba que él fuera dos años mayor; te protegía y, santo cielo, te celaba tanto... Me sorprendía constantemente con sus celos. Nunca te dejaba a solas con Nicolás (y menos cuando supo que Nico había superado sus celos y quería que le prestaras tanta atención como a su hermano), te quería solo para él y tú estabas deslumbrada por todo lo que José hacía. Cada día, cuando regresabas a casa, tenías una anécdota en donde José era el héroe y tus ojos brillaban con cada palabra que decías. Su madre y yo hablábamos sobre su enamoramiento de infantes; era adorable. Cuando me enteré que su linda amistad había terminado, me sentí muy triste por él... Pero comprendo los problemas por los que tuvo que haber pasado, después de todo, tenía apenas dieciséis años y no sabía qué hacer con sus sentimientos. Lo bueno es que pudieron resolverlo. Por eso cuando me dijiste que estabas saliendo con José, no me sorprendí. Sabía que ese chico lograría que fueras su novia tarde o temprano. Y sé que es mayor que tú y ha tenido sus momentos de rebeldía pero siento que por fin está madurando. Es un buen muchacho.
  No me acordaba de un Nicolás antipático conmigo. Para mí, nuestra relación siempre había sido buena pero eso había sido años atrás y, si memoria no me fallaba, solía confundirlos constantemente. Pero ya que lo pensaba, José hacía muecas de fastidio o enfado cada vez que lo confundía con Nicolás. Me decía: "¿Cómo es que sigues confundiéndonos después de todo el tiempo que hemos pasado juntos?". Recuerdo que yo simplemente me encogía de hombros y seguía jugando, pero José se quedaba un momento enfurruñado, sin hablar conmigo o con Nico, hasta que yo le pedía que me ayudara con algo, o simplemente le hablara.
  Pero eso no era lo importante. Mi noviazgo con José era algo que todos decían que tenía que pasar. Nicolás no lo veía así porque él también formaba parte de nuestra amistad, yo también me había negado a creerlo, así que no lo culpaba por reaccionar de la forma en que lo hizo.
  Mi mamá dijo que José tenía sus momentos de rebeldía pero ella no conocía toda la historia, si le decía lo que José me había dicho, ¿lo vería igual? Yo no podía olvidar lo mal que se había puesto esa noche. Se había emborrachado, había peleado y me dijo todas esas cosas que preferiría olvidar... Suspiré. Siempre llegaba a la misma conclusión, José y yo no funcionábamos como novios, no importaba lo que dijeran los demás.
  Mamá y yo nos servimos el chocolate cuando estuvo listo y nos sentamos a platicar. Media hora después ambas estábamos acostadas en nuestras respectivas camas y nos dormimos.
***
— ¡Emma! ¡Emma!
  Escuché la voz de mamá y un instante después me estaba sacudiendo fuertemente. Abrí los ojos y la encontré parada a mi lado con una sonrisa en su rostro y daba saltitos. Me froté los ojos y bostecé.
— ¿Qué pasa, mamá?
— ¿No escuchas? ¡Te han traído serenata!
  En cuanto dijo esas palabras, escuché la música.
I'm so tired, I haven't slept a wink
I'm so tired, my mind is on the blink
I wonder should I get up and fix myself a drink
No, no, no
  Mi madre ya estaba asomada por la ventana.
— ¿Estás segura de que es para mí?
—Por supuesto que sí—dijo, aún con la vista en la calle—. Esta es la segunda vez que suena. Me desperté en el coro de la primera vez. Al principio pensé que estaba soñando, luego pensé que eras tú pero entonces me di cuenta de que la música no venía de tu cuarto. Me asomé y lo vi, supe de inmediato que la serenata no era para mí... Tú amas a este grupo, igual que tu padre.
  El monólogo de mi madre solo me decía que me habían llevado serenata pero no me decía quién. Reconocía al grupo, claro que sí, no podría confundirlos nunca pero el único chico que sabía que también los amaba era Ezra. Con el corazón acelerado, me levanté de un brinco de la cama y me acerqué a la ventana. No era posible. Todo había sido amistoso entre nosotros desde su regreso, ¿por qué demonios me llevaría...?
  Abrí la ventana y en medio de la calle, José con una grabadora arriba de su cabeza que sostenía con sus manos, me miraba directamente. Dejé ir la cortina y me metí de nuevo en la cama.
  José me había traído serenata... más o menos, con una canción de The Beatles. Pensé que había sido Ezra porque a José no le gustaba ese grupo. Siempre me hacía burla con él, diciendo que estaban sobrevalorados y que en realidad su música no era nada del otro mundo, su ritmo era demasiado sencillo. Pero ahí estaba, a las 03:00am con apenas su chaqueta negra para cubrirse del frío. Y yo no sabía qué hacer.
I'm so tired, I don't know what to do
I'm so tired, my mind is set on you
I wonder should I call you, but I know what you'd do

— ¿Qué haces, Emma?—preguntó mamá—. Ve con él.
  Me sacó de la cama y me puso una sudadera y a empujones, me llevó escaleras abajo. Cuando estábamos frente a la puerta, me detuve.
—Mamá, no sé si puedo ir a verlo, ¿y si está borracho?
—Tonterías, Em, te aseguro que no está borracho. Y debes de ir con él. Está esforzándose por arreglar cualquier problema que hayan tenido, deberías cooperar.
  Mi madre abrió la puerta y la letra de la canción me llegó con más claridad.
You'd say I'm putting you on
But it's no joke, it's doing me harm
You know I can't sleep, I can't stop my brain
You know it's three weeks, I'm going insane
You know I'd give you everything I've got
For a little peace of mind
  José estaba parado a escasos metros de mí, podía notar que su nariz estaba roja y el ligero temblor de su cuerpo por el frío. Se acercó a mí pero no apagó la grabadora, grabadora que por cierto parecía que la habían sacado de los ochenta. Era cuadrada y medía más de treinta centímetros. Pensé en pedírsela, o robarla. No era como si la necesitara pero, bueno, era muy bonita y... Estaba divagando. Sacudí ligeramente la cabeza para despejarme y me centré en la persona frente a mí.
—Emma—dijo José—. Sé que quieres tiempo pero ya no puedo más... No tienes idea de cuántas veces salí de mi casa para ir a la tuya y a mitad del camino me regresaba, diciéndome a mí mismo que tenía que respetar tu decisión, que debería darte tu espacio, dejarte pensar las cosas. Pero cuando te vi esta mañana con Nicolás, yo... Tuve que salir corriendo para no arruinarlo todo otra vez y darte un beso. Nicolás me regañó como si fuera un niño porque dice que no es normal lo que siento, lo que sentimos. Pero no me importa, por primera vez estoy haciendo a un lado la opinión de mi hermano, y todo por ti. Si tú dices que me quieres de vuelta, no me importará lo que diga él o quien sea.
  Comprendía por qué José no apagaba la música. La mayoría de nuestros vecinos estaban en sus puertas, al pendiente de cada uno de nuestos movimientos.
—Jo, yo...
—No, no pretendo que me perdones tan fácilmente... Lo que dije estuvo mal y me arrepentiré toda la vida por haber dicho aquellas palabras pero, Emma, te estoy diciendo que lo entiendo, sé qué hice mal y lo compensaré, lo prometo. No ocurrirá de nuevo. Tienes que creerme.
  ¿Y qué hice yo? Me arrojé a sus brazos y lo besé. ¿Funcionábamos como pareja? Probablemente no, pero no estaba segura. Quizá fueran mis inseguridades. Pero sí sabía que cada vez que veía a José y no lo tocaba, me dolía. Necesitaba sentirlo, saber que podía tocarlo como nadie más podía.
  Me separé de él y en susurros dije: —Te creo, Jo. Tampoco me importa lo que digan los demás. Yo... te quiero.
  José me apartó para poderme ver a los ojos y cuando lo hizo, sonrió con tristeza.
—Pero te juro que si vuelves a...
—Nunca, pequeña, lo prometo.
  Asentí y lo volví a besar. Sentí su cabello frío entre mis dedos, él me sostuvo más cerca. Los aplausos interrumpieron el momento. ¿Aplausos? No sabía que nuestros vecinos eran tan cursis. Le pedí a José que me llevara a su casa para poder escapar de los ojos curiosos de mis vecinos.
  Riendo, José apagó la grabadora y nos fuimos a su casa. Dentro, me llevó hasta el sillón y nos acomodamos juntos.
— ¿Por qué The Beatles? Tú los odias—dije.
—Porque tú los amas—dijo—. Me pasé horas escuchando sus canciones y esa fue la canción que más encajó con lo que quería decirte. Además, no están tan mal... Descargué unas cuantas.
  Sonreí. Nadie se resistía a The Beatles.
—Sabes—empecé a decir—, pensé que estabas borracho.
  Sentí la suave risa de José.
—No te niego que moría por un trago pero Nicolás se negaba a decirme dónde había ocultado las botellas que tengo aquí en la casa.
— ¿Y Nico?
— ¿Dormido? No sé... Se quedó despierto hasta la una y media de la mañana; no quería que fuera a tu casa. Decía que era una tontería y que si había estropeado las cosas, no había manera de que me perdonaras con una simple serenata—entrelazó nuestros dedos—. Supongo que ahora te conozco más que él, ¿no?
  No le respondí. La serenata no me había convencido, fueron sus palabras. Ysi no hubiese sido por mi madre, seguramente él seguiría afuera, esperando a que saliera.
  Me acomodé contra su pecho y cerré los ojos.
— ¿Puedo... acompañarte mañana a la librería?—susurró José.
  Suspiré audiblemente pero asentí. Esperaba que José pudiera comportarse y no causar problemas, aunque solo fuera por una vez. Estaba confiando en él de nuevo, no quería llevarme otra desilusión. Y hablando de confianza...
—Lo siento—dije, apenas y se escuchó, aun en el silencio de la noche.
  José detuvo la caricia en mi cabello.
— ¿Por qué?
—Debí confiar más en ti. Debí decirte acerca de Ez...
—Está bien—me interrumpió José—. Todo está bien, pequeña.
  Su mano acariciaba suavemente mi brazo, su toque me relajaba. Estaba cerrando los ojos pero entonces me acordé de algo.
—No quiero iniciar una discusión, Jo—comencé—, pero, ¿cuándo te dijo Karla sobre las pruebas de embarazo? Pero sobre todo, ¿cómo se enteró ella?
—La noche... Después de enterarme, fui a una fiesta y de ahí a un bar. Me parece que ya te lo contó Luis, pero en el bar nos separamos, y ahí fue en donde me encontré con ella. Apenas y podía escuchar lo que decía pero en cuanto dijo tu nombre, presté más atención. Me dijo que te había visto unas semanas atrás en la farmacia, comprando pruebas de embarazo. Me dijo que era un alivio no haber tenido nada conmigo, que se había librado de "eso". Al principio no entendía. ¿Por qué comprarías pruebas de embarazo cuando tú y yo nunca hemos...?—su voz se hizo más queda, luego se aclaró la garganta—. Bueno, me entiendes. Entonces saqué conclusiones, todas ellas alteradas por el alcohol en mi sistema. No le estoy echando la culpa del todo, solo digo que colaboró a que yo dijera más idioteces de lo normal.
  Sonreí, a pesar de todo.
  Pero pensando en lo que había dicho, sí recordaba que había gente dentro de la farmacia, además de las señoras antipáticas. Seguramente una de ellas había sido Karla.
  Bueno, si ella se alegraba de librarse de José, mejor para mí y menos problemas para nosotros.
  Me giré. Él ya tenía los ojos cerrados y parecía que dormía. Me acerqué más y le di un leve beso en los labios. José sonrió pero no abrió los ojos. Me acomodé en sus brazos y cerré los ojos una última vez, permitiendo que el sueño me llevara con él.    

28 - 10 - 14 / 28 - 02 - 17

N/A: La canción del capítulo (y de la serenata) demuestra lo que siente José. Aquí dejo mi traducción de la primera:

Dices que me quieres
Pero sé que mientes
Me lo creo de todas formas
Y no sé por qué

Porque cuando me doy la vuelta,
mis heridas pueden verse
Nuestro cuento de hadas se ha roto
Y es difícil ocultarlo

Sigo creyendo
que lo nuestro durará para siempre
Cuando chocamos, terminamos más unidos
Si no lo hacemos, siempre estaremos distanciados
Soportaré las heridas, sé que lo vales
Cuando me golpees, hazlo con fuerza

Me siento en un pozo de deseos
y espero que esté seco
Con los pies bien puestos en la tierra
Tengo los ojos de Gilligan

Sigo creyendo
que lo nuestro durará para siempre

Cuando chocamos, terminamos más unidos
Si no lo hacemos, siempre estaremos distanciados
Soportaré las heridas, sé que lo vales
Cuando me golpees, hazlo con fuerza

Dijiste que el amor nos hizo ir en contra de lo que
El futuro nos tiene preparado

Muchos horrores
Nuestro futuro está lleno de muchos horrores

Sigo creyendo
que lo nuestro durará para siempre

Cuando chocamos, terminamos más unidos
Si no lo hacemos, siempre estaremos distanciados
Soportaré las heridas, sé que lo vales
Cuando me golpees, hazlo con fuerza

Por favor, déjame olvidarteWhere stories live. Discover now