Infortunio

3.3K 128 7
                                    

                  

—Te digo que no me gusta. Ya intenté leer dos de sus obras y no es para mí—le dije a Ezra.
   Él estaba acomodando la sección de clásicos y yo estaba sentada en el piso, recargada contra una estantería, leyendo un libro que él me había recomendado.
—Vamos, no puedes descartarlo así como así. ¡Es Shakespeare! No se ganó su fama solo porque sí—replicó Ezra. Estaba un poco incrédulo a mi reticencia a leer algo de Shakespeare. Ni siquiera sabía cómo habíamos llegado a esa conversación. Solo sabía que me había interrumpido en mi lectura.
—No estoy diciendo que sus obras no sean clásicos solo porque sí, digo que a mí no me gusta. Ezra, ya leí Romeo y Julieta, la historia de "amor" más idiota que he leído, por cierto, y también leí Hamlet y no me acuerdo de nada de lo que pasó. Así de equis fue para mí—contesté—. Ahora, te lo pido de favor, déjame leer. Me interrumpiste justo en la parte más interesante del capítulo.
   Se quedó callado. Terminó de acomodar los libros y se fue a la bodega por más. Yo me quedé en mi lugar, leyendo. La verdad es que el libro estaba lleno de frases para subrayar y yo había olvidado mi lápiz en casa. Me levanté para buscar uno en el mostrador. Encontré uno y comencé a subrayar las líneas de las hojas que había marcado. Podía escuchar a Ezra mover los libros, dejar caer unos cuantos y sí, también una que otra maldición. Yo sonreí y volví a mi lectura. Le estaba dando la vuelta a mi hoja cuando sentí que Ezra tomaba mis manos y dejaba el libro de lado.
—Solo lee algo más de él. Un soneto, una obra, lo que sea—pidió—. La tercera es la vencida.
   Puse los ojos en blanco pero sonreí de todos modos. Lo adoraba. Me estiré para poder darle un beso.
—Está bien—acepté—. Escógeme algo y lo leeré. Después de que termine este que también me obligaste a leer.
   Ezra sonrió y soltó una carcajada.
—Ah, no—dijo, negando con la cabeza. Sus chinos se balancearon y unos cuantos le cayeron en los ojos—. No intentes hacerme sentir mal. Tú misma me confesaste que ibas a leer algo de Murakami en el futuro. Yo solamente adelanté un poquito las cosas.
   Le aparté el cabello de la cara y acaricié su mejilla.
—Con una condición—dije.
***
—Oye, Izzy, ¿me prestas esto?—grité, sosteniendo un suéter verde. Mi hermana tenía la vista pegada a la libreta en donde estaba escribiendo notas para estudiar; su próximo examen era en dos días. Si los aprobaba pasaría a su último año de universidad.
   Teniendo el verano a tan solo un mes, la hermana de Ezra había decidido aparecerse y la familia Dorantes pasaría unos días en una cabaña cerca del bosque. Me habían invitado pero tuve que declinar la invitación ya que tenía que terminar un proyecto final para mi clase de arte (uno que no había comenzado). Ezra decidió no ir, había dicho que él pronto se iría a la universidad y que teníamos que aprovechar las pocas semanas que nos quedaban. El que él se fuera era un tema que no nos gustaba tocar, como que fingíamos que no existía para poder disfrutarnos el uno al otro. Así que no había ido con su familia, y a pesar de que yo le supliqué que fuera, que solo serían unos días y que no pasaba nada, él hizo caso omiso a cualquiera de mis argumentos. La verdad es que estaba un poco preocupada de que su hermana se sintiera abandonada y me echara la culpa a mí y entonces le caería mal sin siquiera conocerla. Ezra trató de tranquilizarme, diciéndome que su hermana ni le pondría atención porque también iría con su novio así que no había problema. Eso me había tranquilizado un poco, por lo que ya no dije nada.
   Aproveché que esos días estaba de descanso para que cumpliera la condición que le había puesto: que me ayudara con mi proyecto. Habíamos quedado en que iría a su casa porque en la mía estaba mi hermana y seguramente se enojaría al oírnos reír o siquiera hablar; ella se tomaba muy en serio eso de sus exámenes.
   Y ahí estaba. Escogiendo la ropa que, seguramente, estropearía en unas horas.
— ¿Cuál?—cuestionó Isabelle.
—No, nada. Olvídalo—repuse pensándolo mejor. Si mi ropa se arruinaría, no le veía el caso usar ropa buena. Busqué entre mi ropa vieja y encontré un overol rosa, debajo de él me pondría una blusa blanca y unos converse. Estando lista me miré en el espejo, no era un completo desastre pero tendría que agarrarme el cabello así que me lo puse en un chongo desarreglado, con unos cuantos cabellos sueltos. Listo.
—Eh, mami, ¿puedo llevarme la bicicleta?—pedí a mi madre desde el patio trasero. Éste estaba lleno de "basura". Cosas que no ocupábamos pero con el suficiente valor sentimental para mantenerlos. La bicicleta en cuestión estaba arrumbada en una esquina, unas cuantas cajas encima pero nada más. Tenía las llantas infladas y no se encontraba oxidada, era perfecta. Además era una vieja bici de mi madre, o sea que tenía canasta y una campanita, de un color verde con flores rosas.
—Claro, ya le hace falta salir a la pobre—aceptó desde la cocina. Liberé a la bici de su prisión y la rodeé hasta la puerta principal. Mi madre se giró antes de que saliera por completo y soltó una carcajada—. Pareces salida de los años noventa. Ten—tomé el billete que me ofrecía—, llegas antes de que anochezca si Ezra no se ofrece a traerte. Cuídate. 
***
Teniendo tiempo sin andar en bicicleta era obvio que cayera una vez o dos, pero al aventurarme a la calle, con carros pasando a mi lado a toda velocidad, me caí unas diez veces como mínimo. Cuando llegué a la casa de Ezra, me encontraba en un estado precario: mis manos raspadas (al intentar amortiguar el golpe), las rodillas de mi overol estaban sucias y la mitad del material que llevaba conmigo, se encontraba en alguna calle y la otra mitad se hallaba peor que yo.
     Me detuve frente a la puerta y traté de bajar de la bici, sin embargo mi pie se atoró en un tubo y volvía a caer.
—Maldición—mascullé, liberando a mi pie lastimado. Sentí unas manos en mis codos y luego que me halaban hacia arriba—Gracias.
   Miré a Ezra tan deslumbrante con sus bermudas caqui y unas sandalias. Su camisa de franela a cuadros era azul y tenía debajo una playera blanca. Y aunque se veía genial, sabía que también se había puesto ropas viejas.
— ¿Qué te pasó?—preguntó, riendo un poco. Quitó unas ramas atoradas en mi pelo y limpió unas manchas de mi cara. Le expliqué que al salir de la casa tardé un poco en controlar a la bici y que antes de llegar a la calle principal ya había sido casi arrollada por varios conductores. Mis caídas fueron, por lo general, en los semáforos, intentando parar la bicicleta. Luego me hizo pasar y él llevó la bici dentro de la casa, cargándola con una sola mano, como si ésta no pesara en lo absoluto. Eso es tan injusto, pensé. Pero, viendo como sus músculos se tensaban, haciendo resaltar su atlética forma, bueno, quién podría quejarse.
—Entonces—continuó Ezra—, nos quedamos sin material, ¿qué quieres hacer?
   Nos miramos. No había nadie en su casa, era el momento perfecto.
***
—Qué tramposo eres—le reclamé un par de horas después. Jugando videojuegos a todo volumen era la mejor forma de meterse de lleno en el mundo virtual. Me encontraba en desventaja, si quería ganar tenía que hacer un poco de trampa al estilo Mónica, lo malo es que no sabía qué hacer. Lo único que se me ocurría era sentarme en el sillón que estaba detrás de él y pasarle los brazos por el cuello y luego besarle los lugares que podía alcanzar, así que lo hice. Al instante, su nave chocó, no obstante no pude celebrar puesto que la mía también porque se abalanzó sobre mí y me besó con pasión. Abrí los ojos, sorprendida. Pocas veces Ezra me besaba así de sopetón. Por lo general siempre tomaba un par de minutos de caricias y besos para que él aumentara la intensidad.
   Sin embargo, también me dejé llevar y cerré los ojos casi de inmediato. Mis manos se posaron sobre su camisa y se la quité. Él, por su parte, comenzó a desatarme los tirantes de mi overol. Ezra me acostó en el sillón y me besó los labios, el cuello y besó mi lóbulo izquierdo. Solté una risa nerviosa y él también sonrió. Se separó de mí y me miró a los ojos, ahora serio.
— ¿Quieres continuar?—me preguntó. Yo asentí y él se acercó a darme un beso en la frente. De pronto, Ezra se levantó y me alzó en brazos y me llevó hasta su habitación.
***
   Los dos nos encontrábamos en su cama con la ropa interior aún puesta. Él lo había detenido todo. Me había dicho que no estaba preparado para esa clase de situación. Yo me le quedé viendo sin entender y entonces él me explicó que no tenía condones. Lo había entendido, claro que sí. Yo no usaba ningún método anticonceptivo. Pero cuando las cosas se habían enfriado, sentí miedo de que juzgara mi cuerpo, también sentí que había sido una tonta y que, si no hubiese sido por él, habríamos hecho algo de lo que sabía me arrepentiría después.
—Creo que mejor me voy—anuncié poniéndome la blusa. Seguramente estaba roja como un tomate, nadie me había visto jamás sin blusa, ni siquiera en bikini, y ahora Ezra conocía casi todo de mí. Estaba más que avergonzada. Pero él no lo parecía, hasta se podría decir que lucía satisfecho con lo que había logrado. A la mente se me vinieron todo tipo de ideas tontas. Como que estaba sonriendo porque se burlaba de mí, o que estaba comparándome con alguna otra. Sabía, en verdad, que sí, que toda esa clase de ideas no eran fundamentadas. Que él nunca pensaría de mí así pero no podía evitarlo. Mi vergüenza se había transformado en enojo y, sin poder evitarlo, le aventé una almohada a la cara. De inmediato, Ezra pareció despertar de su sueño y volteó a verme con el cejo fruncido.
— ¿Y eso por qué fue?
   En vez de contestar caminé hasta él y le di con la almohada en el estomago. Lo iba a golpear de nuevo pero él me detuvo.
— ¡¿Qué está pasando, Emma?! Creí nos la estábamos pasando bien.
— ¡Nos la estábamos pasando bien! Claro, está perfecto que tú hayas tenido casi sexo o lo que sea que hayamos hecho, y estés de lo más tranquilo pero por si se te olvidaba... ¡yo soy virgen! Nunca he hecho algo así en mi vida y me siento terrible. No se supone que pase así, siento que tiene que ser especial, o cuando me sienta lista y no caliente... yo...
   Ezra me quitó la almohada con agilidad y me rodeó con sus brazos, susurrándome cosas al oído. Me decía que no pasaba nada, no habías hecho nada malo y que lo sentía. Pero no quería que se disculpara. Lo que realmente quería era tenerlo de cerca, como hasta hace tan solo unos minutos. Ya sabía que no teníamos protección pero una parte de mí (la parte más estúpida) quería que hubiésemos llegado hasta al final. Quizás me sentía rechazada, no lo sé.
    Tomé mi overol y me estaba abrochando con la vista al suelo cuando capturó mi barbilla entre sus dedos y levantó mi cabeza. Yo lo miraba expectante, la mitad de mí esperaba el ataque de vuelta. Y la otra mitad se preparaba para llorar a moco tendido. Me estaba volviendo en una llorona y si no fuera virgen, pensaría que estaba embarazada. Pero él acarició mi cara con delicadeza y luego susurró mi nombre, para finalmente recargar su frente contra la mía.
—Desearía poder leer tus pensamientos para poder entenderte ahora mismo—sus labios rozaron suavemente los míos—. De veras que sí; es que no llego a entenderte. Yo quiero amarte en todas las formas posibles, lo juro. Y cuando dije que me la estaba pasando bien lo decía en serio. Pero me faltó mencionar que esos besos, las caricias que nos dimos, que nos hemos dado, han significado mucho más que todo lo que he vivido con alguna otra chica. Te quiero, Em. Mucho.
   Un simple de te quiero y yo olvidaba todo. O eso pasaba casi siempre, pero no esta vez. No era algo que se pudiera resolver con un te quiero, un lo siento o con palabras. Lo que me ocurría tenía que resolverlo yo misma y precisaba tiempo para lograrlo.
—Yo también te quiero. Demasiado, de veras—le pasé la mano por la mejilla—. Te hablo después.
   La sorpresa cruzó por sus facciones y en lo que se recuperaba me vestí. Ya estaba lista pero no quería despedirme de él, por la razón que fuera, sentía que si me iba ya nada sería igual. Pasé la mirada por su recamara y pude notar muchas fotos de Ezra con su familia de vacaciones en Londres, en Alemania, Italia (sí que había viajado), pero sobre todo, de Ezra conmigo: en el parque, en mi casa, en la calle, y hasta en su coche. Comparadas con los grandes paisajes que se observaban en aquellas fotos familiares, las nuestras eran nada, sin embargo, nos veíamos felices. Muy felices, en realidad. Si veía y recordaba los momentos capturados en papel no sería capaz de salir por la puerta, así que sin ponerme los converse, me fui.
    Aventé los zapatos en la canasta de la bicicleta y me subí en ella. Pasé las calles sin poner atención y sin darme cuenta, ya estaba a unas cuantas cuadras de mi casa. Advertí que había oscurecido y yo andaba en bicicleta. Mi madre me dará una buena regañada, pensé. De la nada, un auto se interpuso en mi camino y yo frené bruscamente para no chocar contra él.
— ¿Acaso eres idiota?—vociferé al conductor. Entrecerré los ojos para alcanzar a verlo—. ¡Ezra! ¡Casi me matas, pedazo de...!
   Solté un grito ahogado, no pudiendo terminar mi oración. No era posible lo que estaba pasando. Seguramente no era cierto. Un camión no se había estrellado contra el auto de Ezra. Simplemente no podía ser.

N/A: Interpretación de la canción que demuestra lo que siente Ezra.

En algún lugar en mis recuerdos
está la época en la que tú y yo
nos ignorábamos

Y ahora estás segura de que te veo
brillar afuera de la caja
Una melodía que me atrae

Las piedras se rompen todos los días
Los fuegos se apagan en su camino
Pero no podrían detenerme aunque lo intentaran
Yo me quedaré a tu lado

Hablamos de nuestros libros favoritos
Y las miradas maliciosas de las hermanas
Sé que no hemos estado tanto tiempo juntos

Pero una vez que liberé mis sentimientos
No me quedó duda alguna
Me gustaría quedarme aquí por un tiempo

Y supongo que el destino es el que nos trae
todo lo que necesitamos, todo en lo que deberíamos creer

Las piedras se rompen todos los días
Los fuegos se apagan en su camino
Pero no podrían detenerme aunque lo intentaran
Yo me quedaré a tu lado

Avanzando hacia adelante
Creándonos un lugar
Sin los ruidos de afuera

Las piedras se rompen todos los días
Los fuegos se apagan en su camino
Pero no podrían detenerme aunque lo intentaran
Yo me quedaré a tu lado

15 - 03 - 13 / 10 - 04 - 16

Por favor, déjame olvidarteWhere stories live. Discover now