Adiós a todos y a todo

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  Mayo había acabado. Mi último año como preparatoriana había concluido. Oficialmente era libre. Debería haber estado celebrando con mis amigas, pero en su lugar, estaba cobrándole a un par de clientes y lo hacía con todo el gusto del mundo porque sabía que sería mi último día. Ya no habría más de esto. De ver a esas caras conocidas o encontrarme con nuevas. Ya no atendería una entrega de libros y me deleitaría al abrir las cajas llenas de libros. Ya no vería cada jueves a Julia en su sesión de lectura infantil. O a Ezra intentando hacer todo a la vez, cargando una pila pesadísima de libros. O viéndolo acomodar con tanto esmero las estanterías. Porque ese era mi último día trabajando ahí.
Aún no se lo había dicho a Julia pero lo haría cuando acabara mi turno. Sabía que era descortés de mi parte no hacerlo con anticipación pero no había estado segura hasta este día. Aunque una parte de mí no había querido ver cómo Julia buscaba mi remplazo.
Ese día, mi turno terminaba temprano ya que había sido mi turno de abrir, así que salía a la hora de la comida. Solo faltaba media hora. Despedí a los últimos clientes y los vi salir.
Me quedé pensando en cómo llevaría a cabo mi misión al llegar a casa.
Había tenido unos cuantos días para sopesar la confesión de José. Y entre más pensaba en ésta, más me convencía que no me había contado todo. No sabía cuándo había ocurrida esta supuesta "infidelidad". ¿Había sido durante el tiempo que le pedí? ¿O cuando él pensaba que lo había engañado, esa noche en que lo vi con Renata? ¿Tal vez estas últimas semanas?
No lo sabía y no podía tomar una decisión basada en suposiciones, no si ésta cambiaría mi futuro. Desde aquella noche, había estado sintiendo una opresión en el pecho. No sabía exactamente a qué se debía, pero supuse que, al sentirle desde esa noche, tenía algo qué ver con José, ¿no? Era lo más obvio. Solo quería tenerlo de vuelta. Y necesitaba que él se sintiera igual. Y para eso tenía un plan.
Me fijé en el reloj. 4:00pm.
Recorrí todo el camino hasta la bodega, donde suponía que estaba Julia. Había regresado de su luna de miel una semana atrás y se veía, de algún modo, más joven. Más bronceada y más feliz. Sería un buen recuerdo para llevarlo conmigo.
Toqué un par de veces la puerta y abrí. Julia estaba detrás del escritorio, el cual ya estaba libre de todos los libros y ahora se encontraba lleno de papeles, concentrada en su lectura.
—Julia—llamé. Ella alzó la vista—. Me voy.
Asintió y se estiró para alcanzar su bolsa.
—Sí, niña—dijo, buscando en la bolsa y sacando su cartera—. Cuando vuelvas, ¿podrías traerme un café frío? Este calor está acabando conmigo, y mira que he regresado de la playa.
Sonreí y me adentré más en la bodega. Negué con la cabeza, a pesar de que ella no me veía.
—No, Julia. Me refiero a que me voy... Renu—me aclaré la garganta—. Renuncio.
Julia dejó su cartera y se quitó los lentes para leer. Se frotó los ojos y sonrió con tristeza.
—Sería una gran mentirosa si dijera que no me esperaba esto—confesó. Bueno, eso sí que no me lo esperaba yo—. Pero estaba, ¿cómo se dice? Ah, sí... En negación.
Julia se rio al ver mi cara.
—Mírate, toda sorprendida. Vamos, Emma, no eres la mejor persona para ocultar un secreto. Cada vez que te veía, parecía que querías decirme algo y cuando no, te veías algo culpable. Solo tuve que sumar dos más dos y me di cuenta. Ahora lo que quiero saber, ¿cuál es la razón?
Me alejé de ella y me senté en uno de los escalones.
—Supongo que quiero pasar más tiempo con mis amigas.
Ella alzó una ceja pero lo dejó pasar. Si había descubierto mis intenciones desde hacía tiempo, no creía que una respuesta como aquella la convenciera pero estuve agradecida con ella por no decir nada.
—Estuve esperando a que te dieras cuenta sola pero no ha pasado y el tiempo ya se me acabó—dijo Julia—. Te voy a enseñar lo que guardo en el ático.
Mis ojos se abrieron como platos. ¿Iba a ver el ático? Tenía que admitir que después de los primeros meses después de trabajar con ella, había abandonado cualquier esperanza de ver el ático.
Mi ahora exjefa, se levantó de la silla y comenzó a subir la escalera de metal. Yo hice lo mismo y debía admitir que era un poco difícil. Ya arriba, me di cuenta de que solo había una caja. Una sola y nada más.
La decepción me inundó. Julia se volvió a reír de mi expresión pero me invitó a abrir la caja. Lo hice sin mucha emoción y saqué unos cuantos álbumes de fotos. Todavía quedaba un vestido y otro par de cosas dentro de la caja.
Comencé a hojear el álbum a mi izquierda. Al principio solo eran fotos de paisajes, unos lagos muy hermosos y montañas. Pero, conforme iba pasando las hojas, las imágenes de un par de chicas fueron apareciendo. Primero estaban las chicas, una era de cabello claro, tal vez rubio, pero como las fotos eran en blanco y negro, no pude saberlo con certeza. La otra chica era más familiar. Su sonrisa era más recatada, su cabello estaba sostenido por una coleta. Julia. De joven. Increíble.
En las fotos, las chicas siempre eran fotografiadas por alguien más, alguien que no salía en las fotos. Pero era obvio que era alguien conocido porque a veces, Julia salía hablándole o sonriéndole. Era una sonrisa que solo le había visto una vez: en su boda.
De pronto, la chica que no conocía, ya no estaba en las fotos. Solo era Julia y un chico a su lado. Él la abrazaba y sonreía con toda su cara a la cámara. Julia, por su parte, lo veía a él con adoración. Era obvio que estaba enamorada de él.
El cambio en Julia era notorio. Dejó de sonreír solo con los labios y comenzó a hacerlo mostrando los dientes. Había soltado su cabello y ahora se podían apreciar sus rizos.
Mi corazón se detuvo cuando llegué a la última foto. En ésta, había cuatro personas. La chica de las fotos anteriores, un chico nuevo al lado, del que supuse era novio de Julia, y Julia.
La amiga de Julia y ella llevaban vestido, solo el que el de la chica era más oscuro que el de Julia. Mi exjefa iba de blanco. ¿Su boda?
La miré a los ojos y ella sonreía. La melancolía era clara en sus ojos.
—Sí. Estuve casada.
—Me gustaría saber la historia—le pedí.
Julia se acomodó frente a mí y tomó el álbum, sacando la última foto.
—Cuando tenía dieciocho años, mi amiga, Susana, y yo, fuimos de viaje de graduación a un pueblito del país. Uno muy famoso en esa época. La escuela era muy descuidada con sus alumnos ya que nos dejaban hacer lo que queríamos, solo teníamos que estar a las 8:00pm en el hotel. La verdad es que nos vino bien a Susana y a mí. Salíamos explorar el lugar desde muy temprano y llegábamos echas polvo. Se trataba de un verano para estar nosotras solas pero, un día, Susana insistió en visitar unos lagos que estaban muy apartados del hotel, no podíamos llegar ahí sin perdernos. Así que contratamos a un guía.
»El chico era de nuestra edad. Trabajaba ahí para matar el tiempo, según nos contó. Él no un era modelo de revista. No era la clase de chico que mirabas cuando caminabas a su lado, mucho menos si estaba al lado de su amigo. El que está al lado suyo en esta foto.
Me fijé mejor en él y tenía razón. Su amigo era muy apuesto y, supuse que de haber sido cualquier otro día, él novio de Julia hubiera parecido sin chiste a su lado, pero no en esa foto, no en el día de su boda. Estar enamorado hacía que te vieras mejor, te ayudaba a sacar lo mejor de ti, en cuanto fuera de la persona indicada. Era obvio que él había encontrado esa persona en Julia.
—Pero cuando lo oías hablar..., su apariencia pasaba a segundo plano. Su voz era musical. Cada vez que nos contaba a mi amiga y a mí la historia de un lugar, las dos terminábamos hechizadas por su voz. Incluso con solo desearte los buenos días, quedabas encantada. Bueno, al menos eso me pasaba—siguió contando—. Y su risa era contagiosa. Su sonrisa era perfecta y esos ojos oscuros que tenía eran los más asombrosos que yo había visto en mi corta vida. Como te imaginaras, me enamoré por completo de él. Y lo más increíble es que él parecía estarlo de mí también.
»Me dolía cada vez que nos despedíamos y sentía que una parte de mí se partía al recordar el poco tiempo que nos quedaba juntos. Él me enseñó a hacer muchas cosas: pescar, sembrar y montar a caballo. Antes de él, yo era una chica que se pasaba la vida leyendo debajo de la sombra de un árbol. Cuando Susana y yo salíamos explorar, ella iba a vagar y yo me quedaba leyendo. Y agradezco haber sido de este modo porque eso fue lo que lo atrajo. Se acercó a mí y se sentó a mi lado. No le presté atención, pensé que solo quería descansar. Cuando preguntó "¿En verdad esa historia de allí es mejor que esta vista?", despegué la mirada del libro y miré a mi alrededor. Debo decirte que quizá no había sido tan impresionante, pero en ese momento me pareció haber tenido una revelación. El sol iluminaba el lago y el muelle en donde estaba sentada mi amiga, me pareció una invitación. Sentí la necesidad de quitarme los zapatos y hundir los pies en el agua. Él me ayudó a vivir. Él era vida. Todo lo que hacía y decía me hacía sentir viva y ningún libro había logrado eso, no a ese grado. ¿Me entiendes?
La entendía a la perfección, pero no dije nada.
—En nuestra última semana, todo me sabía amargo. Era la peor compañía porque las ganas de llorar nunca me abandonaban. Una noche en la que Susana me ayudó a escaparme del hotel para poder pasarla con él, no pude resistirlo más y lloré. No quería dejarlo pero sabía que tenía que hacerlo. Se lo expliqué y él me tomó el rostro y me dijo: "No tienes que hacerlo, Julia, no si no quieres". Sus palabras me parecieron una promesa vacía. No había forma de que yo pudiera quedarme ahí y él amaba demasiado su tierra como para dejarla. Pero entonces me pidió que me casara con él. No fue una declaración de lo más romántica pero yo no necesitaba eso, yo lo necesitaba a él y, como ya te había dicho, su voz me hechizaba. Dije que sí. No pensé en mis padres o en los suyos, yo simplemente acepté. Nuestro futuro no era prometedor. No teníamos dinero o la aceptación de ningún adulto. Solo su amigo y Susana estuvieron presentes en nuestra boda pero no necesitábamos más. Nos amábamos como solo los adolescentes saben hacerlo. Los pensamientos coherentes me abandonaban cuando estábamos juntos. Él me prometía una casa llena de libros y amor, y yo le creía. Lo amaba tanto...
Por primera vez, vi a Julia llorar. Era obvio que aún le dolía.
—Él era, digamos un tanto problemático. Odiaba que le dijeran qué hacer y pero lo que más odiaba en la vida, era ver cómo se cometía una injusticia.
»Una noche, cuando regresaba de trabajar, se encontró con una pareja. El hombre, según me dijeron, estaba obligando a la chica a irse con él. Sus padres ahí presentes, no dijeron nada. Su hija estaba siendo llevada a la fuerza con un hombre que probablemente le doblaba la edad y ellos no hicieron nada. Pero Oscar, mi chico, lo vio y se metió. Me contaron que apartó a la chica de aquel hombre y le dijo unas cosas, nunca entendieron qué fue, se volteó a la chica y le ofreció un lugar para quedarse, antes de que la chica pudiera aceptar, el hombre apuñaló a Oscar.
»Era un pueblo pequeño, los doctores no tenían las herramientas para salvarlo. Mi... Mi corazón dolió por tantos años, Emma. No pude estar con él en sus últimos momentos... No pude disfrutarlo lo suficiente. Me arrebataron a mi amor antes de poder tener hijos, antes de poder quedarme con una parte de él. Habíamos pasado tantas horas hablando de cómo serían. Él me decía que esperaba que tuvieran mi cabello... amaba mi cabello. Y yo quería que tuvieran todo de él. Él era perfecto para mí.
»Si pudiera regresar el tiempo y pedirle que no interfiriera, lo haría. Lo extraño todos los días. Pero, con el tiempo, he aprendido a sobrellevar el dolor. Desperdicié muchos años de mi vida llorándole, Emma. Estoy segura que él hubiese querido que yo fuera feliz, que tuviera una familia, solo que no podía hacerlo. Hasta que apareció Ricardo. Él sabe cada parte de mi historia. Y aunque sé que siempre voy a querer a Oscar, también sé que puedo amar a Ricardo de una forma completamente diferente. La yo que está con Ricardo no es la misma chica de dieciocho años. Los años me han cambiado y sé que en ese tiempo fui muy imprudente. Él y yo. No estoy desestimando nuestro amor. Nunca volveré a amar cómo lo amé a él pero admito que pudimos hacer mejor las cosas, de una forma no tan precipitada y con la aprobación de nuestros padres.
»La razón por la que te dije que estar con José era correcto era porque no quería que sufrieras como yo lo hice. Vi mi dolor en ti y no quería que vivieras así. Te mereces ser feliz. No hagas cosas que no te llenen de felicidad. Intenta ver por ti. No complazcas a nadie más que a ti.
Le sonreí y asentí varias veces. Julia me había revelado su pasado. Para mí siempre había sido la mujer libre y un tanto cínica que me inspiraba a ser más, y ahora que sabía más, no tenía idea de qué hacer con esa información. Solo me despedí una última vez de ella y bajé del ático.
Las palabras de Julia no me abandonaban. Ahora más que nunca, estaba segura de que mi plan era buena idea.
Encontré a Ezra sentado en un banco que usaba para alcanzar las estanterías más altas. Él estaba ensimismado en su celular, pendiente de quién sea que le estuviera mandando mensajes. Lo miré por un par de segundos más, intentando guardar la imagen. Cuando me armé de valor, me aclaré la garganta para hacerme notar.
Ezra levantó la vista y me sonrió. Le regresé la sonrisa.
—Hola, ¿ya te vas?—preguntó.
—Sí. Vengo a despedirme—antes de que me preguntara por qué había ido hasta él, se lo expliqué—. Renuncié.
Él dejó de lado su celular y se levantó de su asiento.
— ¿Y Julia estuvo de acuerdo?—preguntó y yo afirmé con la cabeza—. Ems, no lo hagas. No por mí.
—Tengo que hacerlo. José nos oyó en la fiesta y si quiero que mi relación funcione, necesito dejar de verte. Necesito que vuelva a confiar en mí.
— ¿Y por qué necesitas su confianza? Él no te merece.
—Por favor, Ezra—pedí, suspirando—. Ya te lo he explicado. Él muy importante para mí y, si te sigo viendo, no voy a poder demostrárselo. Si tú estás...
Dejé la oración al aire, sabiendo que él lo iba a entender. Él se pasó una mano por la parte trasera del cuello y asintió.
—Claro, lo que necesites.
Sonreí.
—Necesito que vayas conmigo a hablar con él. Quiero que le quede claro que no somos nada, que repitas lo que te dije en la fiesta.
Primero no dijo nada y luego soltó una carcajada. Me miró cómo si no creyera lo que estaba viendo. No era una respuesta muy positiva.
—Nunca creí que tuvieras un corazón tan frío, Emma.
Di un paso atrás.
—Ezra...
—No puedo hacer eso. ¿Te das cuenta de lo que me estás pidiendo?—yo intenté hablar pero él no me dejó—. Me pides que vaya a hablar con el chico que me quitó a la chica que quiero y le diga que ella lo quiere a él. Me pides que pisotee mi orgullo por un alguien que no lo vale. Y nunca podría hacer eso.
—Pero no es por él, es por mí.
— ¿Y yo qué, Emma? ¿No cuento?—preguntó, enojado—. ¿No te importa romperme el corazón otra vez?
No podía hacerlo. Le había dado vueltas a nuestra conversación y tenía que hacerle entender.
—No, Ezra, porque no estoy rompiendo tu corazón.
— ¿Cómo puedes decir eso? Después de todo lo que te he dicho, de las veces en las que me he confesado...
—No es amor. No estás enamorado de mí. Siempre estás diciendo que quieres tener de vuelta lo que perdiste pero no a mí. Yo no soy la chica de tus recuerdos. Lo fui pero cambié.
—Lo que dices no tiene sentido. Yo me enamoré de ti.
Suspiré.
—Tú estás enamorado de un recuerdo. Y tal vez un poco de la idea. No necesito a alguien que me quiera por lo que cree que soy, sino por lo que soy realmente y me temo que ese no eres tú.
Él continuó negando con la cabeza mientras yo me acercaba y lo abrazaba.
—Siento no poder ser esa chica que tú quieres—le susurré, apretándolo con fuerza—. Quiero que sepas que, lo que yo sentí... Lo que siento y sentiré, es real y siempre te voy a recordar.
Me fui separando poco a poco de él. Le sonreí una última vez y me caminé hacia la salida. Pasé por la estantería de ficción y toqué los libros con mi mano al pasar. Extrañaría este ambiente, sin duda. Antes de bajar la mano a mi costado, alguien la tomó. Ezra.
—No te despidas, Emma.
Y me besó. Por unos segundos, cuando sus labios apenas me habían tocado, sentí pánico. Sabía lo que se avecinaba con su beso pero fue demasiado tarde, justo como la primera vez, mi cerebro dejó de funcionar.
No pensé en nada, solo me dejé llevar.
No supe cuánto tiempo pasó. Solo me di cuenta de mi realidad cuando Ezra se separó de mí. Mis manos estaban su cuello y estaba parada de puntillas. Él estaba agachado un poco hacia mí, su mano izquierda tomaba mi nuca y su derecha descansaba en mi cintura.
Mi corazón latía a toda prisa y mis labios cosquilleaban.
Y entonces volví a sentir pánico. Me separé rápidamente de él y, con los ojos muy abiertos por el miedo, susurré una palabra:
—Ezra.
Salí corriendo.
Él no me siguió y estuve agradecida por ello.
***
Tenía miedo de parpadear. Cada vez que lo hacía, el recuerdo de los labios de Ezra, se me venía encima. Al parecer, mi mente se había bloqueado durante el beso pero cuando de recordar se trataba, no tenía ningún problema.
Mis recuerdos del pasado no le habían hecho justicia.
Sus labios habían sido gentiles. En ningún momento nuestro beso llegó a volverse pasional. Fue lento y tierno. La mano en mi cabeza había acariciado tiernamente mi mejilla y la mano en mi cintura me había pegado más a él.
También recuerdo haber suspirado. Dios, me moría de la vergüenza.
Sacudí la cabeza, intentando despejar mi mente. No podía estar pensando en otro cuando planeaba recuperar a mi novio. Tomé aire y toqué la puerta. Todavía tenía la llave que José me había dado pero sabía que tomarme esa clase de libertades no era la mejor decisión.
Escuché pasos desde el interior y unos segundos después, José abrió la puerta.
Sentí que me dolía el corazón solo con verlo. Él también se veía mal. Las ojeras debajo de sus ojos eran más marcadas y tenía barba. No recordaba haberlo visto con barba.
—Hola—saludó, no parecía demasiado sorprendido de verme—. Pasa.
Sonreí. Buena señal.
Pasé y tomé asiento en uno de los sillones.
—Jo...
—Sé lo que vas a decirme. Y tengo que detenerte—dijo—. Primero necesito disculparme. Siento haber sido todo un idiota en la fiesta. Estaba cansado y, bueno, todo lo que había estado guardando por semanas, salió a la luz.
—Está bien. No estoy enojada. Viene a pedirte que vuelvas conmigo—dije—. Siempre eres tú el que está pidiendo segundas oportunidades pero esta vez admito que tuve la culpa. Pero se ha acabado. Hoy renuncié a mi trabajo y ya no lo veré. No tienes que preocuparte por él nunca más.
La respuesta de José fue simplemente cerrar los ojos y negar con la cabeza.
—Quiero pasar todo mi verano contigo, Jo. Tenemos que pensar bien en nuestro futuro porque...
—No, Emma—me cortó—. No puedo simplemente volver así como así. Necesitamos tiempo.
No quería ni esperaba esa respuesta. Había hecho lo que él siempre me había estado pidiendo, ¿por qué ya no era suficiente?
—No llores, pequeña.
No me había dado cuenta de ello. Ni siquiera tenía un nudo en la garganta. Supuse que las emociones que me había estado guardando por meses ya no soportaban estar adentro.
José me acercó y me tomó entre sus brazos.
—Necesito tiempo para pensar si estamos haciendo lo correcto. Antes de que tomemos la decisión de vivir juntos. Te pido que lo entiendas.
Me separé de él y me limpié las lágrimas. Intenté sonreír.
—Claro que sí, Jo. Todo el tiempo que quieras.
Él volvió a acercarme y me beso la frente. Yo lo abracé con todas mis fuerzas. No quería separarme de él.
—Te quiero muchísimo, José.
Él me apretó más fuerte.
—No más que yo. Estoy seguro.
Tenía que irme de ahí. Un sollozo escapó de mi boca y me separé de José. Para mi sorpresa, él también lloraba. No tanto como yo, pero unas cuantas lágrimas caían por su rostro. Me acerqué a darle un beso en la mejilla y mis labios saborearon sus lágrimas.
Me levanté y salí.
Había estado secando mis lágrimas pero luego no le vi el caso porque no paraban de salir.
Tenía el corazón hecho pedazos y tenía derecho a llorar.
Llegué a mi casa y subí corriendo las escaleras, ignorando a mi mamá cuando dijo mi nombre.
Me dejé caer en mi cama y tomé la almohada más cercana y enterré la cabeza en ella. Escuché que la puerta se abría y luego sentí la mano de mamá en la espalda, intentando consolarme. Dejé la almohada de lado y me arrojé a los brazos de mi madre.
—Me quiero ir, mamá—dije sollozando—. Ya no quiero estar aquí.
—Solo estás triste, cariño. Mañana todo estará mejor.
—No, mami—insistí, esperaba que pudiera entenderme entre tanto sollozo—. Tenemos que irnos de inmediato... Ya n-no s-soporto estar aquí. Mañana no hará ninguna diferencia.
Sentí que mamá asentía.
—Le diré a tu padre que cambie la fecha de los boletos. Tus cosas ya están empacadas, probablemente nos vamos mañana.
Abracé más fuerte a mi mamá, agradecida. La iba extrañar como una loca pero al menos la tendría cerca de mí por un par de meses más.
***
Dicho y hecho. Mamá habló con papá y él cambió el día y fecha del vuelo. Me despedí por mensaje de mis amigas, contándole las cosas muy resumidamente.
Salí de mi país con rumbo a Canadá a las once y media de la mañana, dejando a todos atrás. A mis amigas, a Julia, Nicolás. No volví a ver a José... Tampoco a Ezra.

17 - 05 - 15 / 05 - 05 - 17

N/A: La primera canción (Song for Zula) demuestra lo que siente Emma. La segunda (No One's Gonna Love You) demuestra lo que siente Ezra. Aquí dejo mis traducciones de ambas canciones:

Song for Zula de Phosphorescent

Algunos dicen que el amor es algo en llamas.
Que crea un círculo de fuego.
Oh, pero yo sé que el amor se desvanece
Tan impredecible como una pluma en un arroyo.
Verás, cariño, yo conocí el amor. Vino a mí.
Puso su cara a la altura de la mía para que lo viera bien.
Sí, y luego sentí que el amor me convertía
en algo que ya no reconozco.

Verás, la jaula tocó a mi puerta y yo dije:
"Vamos, pasa".
No volveré abrirme de esta forma otra vez.
No pondré el rostro contra el suelo, exponiendo los dientes a la arena.
No me quedaré acostado por días esperando a que acabe.
No me verás caer, tampoco luchar por levantarme,
solo para ser reconocido por algún toque de sus manos retorcidas.
Verás, la jaula tocó a mi puerta y yo dije:
"Vamos, pasa".
No volveré abrirme de esta forma otra vez.

La luna es brillante en esta noche desde la copa del árbol.
Veo las sombras que emitimos en la luz fría y clara.
Mis pies son de oro. Mi corazón blanco.
Y nos echamos a correr en las planicies del desierto toda la noche.
Mira, cariño, no estoy roto
No estoy aquí en la oscuridad, esperando por ti.
No, mi corazón es de oro. Mis pies son ligeros
y estoy corriendo por las planicies del desierto toda la noche.

Así que algunos dicen que el amor es algo en llamas.
Que forma un círculo de fuego.
Oh, pero yo sé que el amor es como una jaula,
un asesino salido de un terrible sueño.
Oh, y todos ustedes vienen a ver,
se paran ahí, viéndome desde el otro lado del cristal
Pero mi corazón es salvaje y mis huesos son de vapor.
Y, si me liberan, podría matarte con mis manos

No One's Gonna Love You de Band of Horses

Se parece a una extremidad destrozada
o completa, pero arrancada.
Estamos dando vueltas en una caída interminable;
somos los fantasmas eternos de lo que una vez fuimos.

Pero nadie podrá quererte más que yo.
Nadie va a quererte más que yo.

Y todo lo que te haga sonreír,
es lo que me hace admirarte.
Pero nunca debieron tardar tanto,
terminar con uno y luego seguir con otro.

Pero nadie podrá quererte más que yo.
Nadie va a quererte más que yo.

Pero alguien debió haberte avisado
cuando las cosas comenzaron a romperse de las costuras,
y ahora todo se está derrumbando.
Las cosas comienzan a romperse de las costuras y ahora,
Si las cosas comienzan a romperse de las costuras y ahora
se están derrumbando rápidamente.

Lo que sea que te haga sonreír.
Eres el eterno fantasma de lo que una vez fuimos.
Nunca quiero oírte decir
que estás mejor sin mí o que es mejor así.

Porque nadie podrá quererte más que yo.
Nadie va a quererte más que yo.

Pero alguien debió haberte avisado
cuando las cosas comenzaron a romperse de las costuras,
y ahora todo se está derrumbando.
Las cosas comienzan a romperse de las costuras y ahora,
Si las cosas comienzan a romperse de las costuras y ahora
se están derrumbando rápidamente.

Por favor, déjame olvidarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora