Presentimiento

1.9K 111 5
                                    

Una hora después de mi llegada tan dramática a la casa de José, me encontraba acostada a su lado. Mi ropa yacía junto a la suya en el piso de su habitación. Era la segunda vez que lo hacíamos y, si seguía así, tenía que empezar a tomar anticonceptivos. No era buena recordando cosas. Ni siquiera con alarmas. Crecer era duro.
José me acariciaba la espalda con la punta de sus dedos y yo estaba por quedarme dormida. Vagamente, observé los libros que habían sobre el escritorio donde se suponía que era el lugar de la cama de Nicolás.
— ¿Y la cama de Nico?—pregunté con voz adormilada.
—En el cuarto que antes era de mi hermana.
Cierto, su hermana se había mudado.
— ¿No te sientes un poco solo?—pregunté. Supuse que después de vivir toda la vida con tus padres y tus hermanos, vivir solo era un poco triste.
—Al principio no fue así. De hecho, hasta hace unas semanas me gustaba pero, después de despertar a tu lado, he pensado sobre eso. Me encanta tenerte a mi lado. Cuando duermo, cuando como, cuando cocino. Por eso quiero que vivamos juntos.
Mi sueño se había ido. Suspiré y recargué mi cabeza sobre su pecho.
—Tengo diecisiete, Jo. No tengo edad para vivir con mi novio. Ni siquiera tengo edad para vivir sola legalmente. A menos que me emancipe pero eso no sucederá.
José detuvo sus caricias en mi espalda y yo me sentí mal.
—Te quiero, Jo. En verdad. Pero...
— ¿Por qué tiene que haber un "pero"? No veo el problema. Te quiero, me quieres, ¿por qué no vivir juntos?
—Porque las cosas se pondrían muy serias entre nosotros.
— ¿Y? ¿Acaso no le ves futuro a lo nuestro? ¿No piensas en lo que pasará con nosotros después de terminar la universidad, quizás un poco antes?
— ¿Tú sí?—pregunté. Él asintió.
No me veía terminando la relación con José en un futuro cercano pero, ¿planear lo que sucedería con nuestra relación en los próximos años? No. No había pensado en eso. Yo solo había aceptado lo que me daba y había pensado que él hacía lo mismo.
Con Ezra, una parte inconsciente de mí había planeado las cosas cuando él se fuera a la universidad para poder seguir estando a su lado pero las cosas no habían resultado para nada conforme a mi plan por lo que decidí hacer las cosas diferentes. Por eso no había hecho lo mismo con José. Pero, ¿cómo explicarle eso? No podía.
Entonces, una pregunta se formó en mi cabeza: ¿Y si...? ¿Y si aceptaba? ¿Y si me iba a vivir con José? Mónica iba a vivir con Sebastián, no sería raro que yo hiciera lo mismo con mi novio.
José me había propuesto quedarme pero yo no quería eso. Nunca había estado en mis planes asistir a una universidad local, además era muy tarde para comenzar a buscar una; ya habían pasado las fechas de los exámenes de admisión. Si quería que viviéramos juntos, él tenía que ir a la capital conmigo.
—Bueno, supongo que no estaría mal. Podemos buscar algún departamento cerca de la universidad. Aunque tenemos que ver dónde estarías tú para que las cosas sean...
—Emma, ¿estás aceptando?
Pasó un segundo, luego asentí.
José se movió hasta ponerse sobre mí y me besó. Fuerte. Sus labios estaban sonriendo y yo lo imité. Podía hacerlo. Yo deseaba hacerlo feliz. Si vivir juntos lo hacía feliz, entonces yo era feliz.
José dejó de centrarse en mis labios, sus manos acariciaban cualquier parte que alcanzara, mis brazos, mi cabello, mis piernas.
Sabía lo qué iba a pasar después y me dejé llevar.
***
Más tarde, después de bañarme, me encontraba en mi habitación. Pensaba muy seriamente en cómo les diría a mis padres que me iría a vivir con José.
Ambos aprobaban mi relación con él: punto a favor.
Ambos pensaban que era bueno para mí irme a vivir sola: punto en contra.
Ambos sabían que José me quería: punto a favor.
Eso dejaba el marcador dos contra uno, favor José. Pero no podía engañarme, no aceptarían ni aunque su vida dependiera de ello.
Lo bueno era que cuando me mudara, no tardaría en tener dieciocho. Lo malo era que mis padres pagarían mis gastos en la universidad. Si no aceptaban, entonces yo tendría que pagarlos. Pero eso no era tan malo, ya tenía unos ahorros de mi salario, bastaría con conseguir un trabajo en la capital. Tal vez las cosas no estarían tan mal. Tal vez sí podía vivir con José. Ya me lo había imaginado una vez, ¿por qué no adelantar un poco las cosas? No lastimábamos a nadie haciéndolo. Los dos éramos libres y nos queríamos. Sí. Todo estaría bien. Iríamos a ver departamentos, buscaríamos la universidad de él y...
Me llegó un mensaje: Ezra.

Por favor, déjame olvidarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora