Extra: (1/2) Cuando el cuervo se va

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Extra: Cuando el cuervo se va (1/2)

-No me dejes... -murmuraba entre sueños, acostada sobre una cómoda y blanca cama dentro de lo que alguna vez había sido el hogar de Alexis, ese lugar donde ellas habían consumado su amor de entre aquellas sábanas. Ya no eran ni tan siquiera recuerdos.

Su primerizo e inexperto guardián le miraba con angustia, apenas era tan sólo un niño. Su largo flequillo rubio más claro que el de su protegida se balanceaba de un lado a otro mientras este negaba con la cabeza. Abatido detrás de él se encontraba Kreyn, el cuervo de la valiente guerrera y amante de la princesa quien dormía, en su rostro marcada la angustia y el temor. Aparentemente los recuerdos reprimidos por Saphire se negaban a desaparecer aún de su mente. Sollozaba, formaba muecas de dolor, sonreía, hablaba, llamaba una y otra vez a su valeroso "príncipe". Su condición era mala, Saphire se culpaba una y otra vez al ver impotente su estado.

-Nunca debí haberte escuchado -dijo, de una manera casi imperceptible, pero a pesar de esto el oscuro joven lo percibió claramente. Posó una de sus manos sobre el delicado y casi blanco cabello del cisne.

-Esto es normal- declaró sin ningún remordimiento-. En un par de días se estabilizara y su vida iniciará nuevamente.

-¿Cómo es que estás tan seguro? -preguntó con los ojos llenos de lágrimas y los mocos de su nariz que clamaban por salir, estaba hecho un desastre. Kreyn sonrió de lado con ternura hacia el pequeño rubio.

-Yo también lo he hecho. -Saphire abrió los ojos de par en par-. Alexis no podría ser quien es ahora de no haber olvidado lo acontecido en su pasado. Simplemente si lo recordara ella colapsaría o entraría en un estado de completo pánico -decía Kreyn, en sus ojos se rebelaba el remordimiento de recordarlo-. Todo su dolor está en mí ahora, y como guardián es mi deber ayudarla con su gran carga. -Secó una lágrima de los ojos de Saphire-. Nuestro deber.

Lucy

Los débiles rayos de sol que se colaban por su fría ventana, acariciaron su fino y delicado rostro. Para ella le era tan reconfortante... tal como las caricias de... ¿quién? Con esfuerzo consiguió hacer que su cuerpo se sentara sobre la cama; la habitación, tan pequeña, fría y a la vez tan familiar. Posó sus manos sobre una las limpias sábanas blancas. ¿Por qué ese lugar le era tan familiar? En especial esa cama. De una extraña forma sus mejillas habían adquirido un color carmesí y nuevamente pasó ambas manos por las finas telas. Sus pensamientos fueron interrumpidos al escuchar gente fuera de la habitación. Su cuerpo se tensó por el miedo. No conseguía recordar nada ni a nadie y la fuerte presión en su pecho se volvía más fuerte.

Armándose de valentía, cautelosamente bajo de la cama, sus pies sintieron la helada madera bajo ellos; apoyó sus piernas firmemente y se impulsó. Por unos momentos creyó que lo lograría pero al momento de ponerse en pie sus piernas flaquearon y cayó estruendosamente contra el suelo. La rubia maldijo en bajo al escuchar varios pasos correr hacia su posición. Apoyó su frente contra la madera e inspiró hondo, puesto que no sabía que iba a ser de ella de ahora en adelante. Por el rabillo del ojo pudo observar cómo la puerta se abría y de ahí entraba una chica de cabellos castaños, varias pecas en las mejillas y piel un poco menos blanca que la de ella. Esta al momento en el que sus miradas se cruzaron, la miró con alegría y corrió hacia ella abrazándole con fuerza. Desconcertada, permitió que la chica pecosa prosiguiera con su muestra de afecto. Pero ella nunca le correspondió el gesto. Por el umbral de la puerta cruzó un niño de complexión delgada y casi misma apariencia a ella. Al igual que la pecosa este sonrió de oreja a oreja.

-Has despertado -dijo con calma y la chica se apartó de ella. La recién despertada no respondió-. ¿Cómo te sientes? -preguntó y se acercó un poco más a ella.

Yo no soy tu príncipe [yuri/lesbico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora