Capítulo 54: Colmillos

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COLMILLOS

Había cosas que ella deseaba saber, había preguntas que anhelaban ser respondidas, existían respuestas sin preguntas escritas. La diosa de la oscuridad contemplaba el desarrollo de la historia mientras esa helada noche reclamaba al mundo como su reino, sernia su oscuridad sobre los escombros, sobre los cadáveres, sobre el agua y sobre el hielo, ocultaba crímenes y bendecía amores indeseables. Daba paso a las pasiones, evocaba el miedo en las almas infantiles, llamaba a los cazadores a salir de su escondite y gritaba a los débiles esconderse. Su fiel compañero helado le hacia compañía atormentando a quienes no pudiesen costearse un buen refugio o al menos un moribundo abrigo, con sus gélidos alientos estremecía a las pobres criaturas del mundo terrenal, ambos observaban con cierta gracia a aquella peculiar presa haciéndose pasar por cazador, sonreían con burla ante su aletear, el blanco tono de su piel, la fingida humildad en sus ropajes, saboreaban con gusto la tragedia que se estaba por llevar a cabo en el olvidado reino de Cryf, el reino que caía en mil pedazos, el reino sin más reyes, el reino que caía sobre los hombros de un patético cisne enamorado, otro reinado destruido por otra patética historia de amor, una historia que había sido repetida con monotonía durante tantas épocas.

La destrucción del ser humano, no era más que aquel sentimiento abominable y dulce que recorría a los mortales, el sentimiento capaz de destruir alianzas, sentimiento capaz de causar dolor a más humanos ajenos a este, sentimiento que destruía grandes amistades y perfectas familias, un sentimiento tan atroz que había destruido incluso a poderosos imperios, pobres criaturas mortales, ignorantes a la maldición que se les había sido condenados por subestimar el poder de los dioses, se les había llenado el pecho de un líquido cristalino y cálido, líquido creado para carcomer sus almas, aquel amor había sido creado con el fin de condenar y destruir, el líquido se pudría tortuosamente durante el transcurso de su vida dentro del interior de los condenados a morir.

Tragedias de mortales

El frió invierno suspiro con pesadez, en cólera por la misma repetición de historia, los mortales ya no eran interesantes, otro reino estaba por caer y una nueva era estaba por levantarse. Fue entonces cuando el invierno le pregunto a la noche, si con el caer de los seres sin pelo realmente ocurriría un cambio. La noche sembró un silencio abismal en la tierra y sus estrellas brillaron más de lo normal por unos instantes, la noche estaba ansiosa mientras que el invierno continuaba enojado. La noche, madura y comprensiva abrazo al viejo invierno, sin respuesta alguna y con su unión dejaron caer la señal del final, luces aparecieron en el cielo, el viento resopló, la ventisca se desató, ambos se llenaron de emoción, dejaron caer su inquietud sobre el bosque y con ello convocaron a los cazadores luchar y a los débiles esconderse. Los colmillos de los valientes tenían que afilarse y si la pobre ave blanca quería sobrevivir, había que ocultarse.

Lucy

El desdichado cisne se movía con cautela sobre las tierras sin dueño, con mirada esperanzada y confundida, un frió aliento la azoto junto a sus seguidores, el frió penetro sus pobres ropajes y congelo sus manos, su respiración se volvió pesada y un escalofrió la recorrió, tenía que seguir avanzando, pues el helado flujo de aire le hablaba, la guiaba, o eso era lo que ella sentía. De alguna manera tenía que llegar a Jasper, él era la esperanza, su única oportunidad de evitar la tragedia. La muerte de todas sus antecesoras le daba el coraje de seguir luchando con espada y dientes por lo que le pertenecía, a pesar de que todos sus dominios ahora no fueran más que escombros y soledad. El pacto que la condenaba iba más allá de estos, iba más allá de todas las tierras que jamás hubiese conocido. El león tenía las respuestas, tenía el plan, tenía el poder, un poder tan abrumador como el de su protegida. Era un monstruo, impredecible, calculador y astuto, lo supo al escavar en sus ojos, él no era como cualquier otro guardián, podría incluso haberse atrevido a nombrarlo un dios. Pues su forma de actuar, su presencia pacífica y mortal, él era algo que ni siquiera la lechuza pudiese igualar.

Yo no soy tu príncipe [yuri/lesbico]Where stories live. Discover now