Déjame Odiarte [03]

2.4K 181 27
                                    

Si mis cálculos no me engañan, creo que vamos por la séptima película.
Me duelen los ojos al intentar mantenerlos abiertos, pero parece un intento absurdo: los párpados se me van a cerrar. Si sigo así me acabaré durmiendo.
Aunque pensándolo por otra parte —la parte que parece querer descansar— la idea no pinta nada mal en estos momentos. Cierro los ojos unos segundos.
Esos segundo se convierten en minutos, demasiados minutos.

Voy más o menos por mi tercer sueño cuando noto cómo Matt me despierta de una manera un poco peculiar.

Mi "mejor" amigo acaba por echarme agua encima.

El muy cabrón me tira agua realmente congelada encima, consiguiendo, claro está, que me despierte.
Y digamos, que no tengo un muy bien despertar.

—¡Matthew Dawson no tienes mundo para correr! —grito mientras me levanto de mi lugar y noto cómo la camiseta se me pega al cuerpo— ¡Pienso dejarte sin descendencia y luego no podrás tener hijitos pelirrojos!

Lo que más odio en este mundo es que me despierten. En serio, lo odio, y más si es de esta forma.

Cuando me seco toda la cara, intento ver dónde se encuentra el ser unicelular que tengo como amigo. Lo encuentro en el suelo, riéndose a más no poder.

—¿No podías simplemente despertarme como las personas normales?

Camino hacia él de forma amenazante.

—¿Para qué despertarte de una forma normal y aburrida cuando se puede hacer de otro modo? Admítelo, Grey, eso ha sido divertido. —responde entre risas.

Madre mía, hasta está llorando.

—¿Alguna vez he dicho que te quiero? Pues ahora te odio. —Acabo por fulminarlo con la mirada.

Para de reír y me mira desde el suelo. Suspira.

—Si no me equivoco, querida rubia, si las miradas matasen, yo ya estaría a cinco kilómetros bajo tierra. —comenta, intentando por todos sus medios aguantarse la risa. Está más rojo que su pelo.

—Exacto, pelirrojo.

Me tiro encima de él intentado hacerle cosquillas. Pero las cosas cambian rápidamente, ya que en vez de conseguir mi propósito, es él el que acaba encima de mi: agarrándome los brazos y haciéndome cosquillas por todo el cuerpo.

¿Porque los chicos no tienen cosquillas?

Ahora mismo mi risa se parece a la de una mamá foca pariendo.

Sí, eso.

—¡Está bien! ¡Me rindo, me rindo! ¡Bandera blanca! —grito entre risas.

Por una vez, me hace caso.

—Si lo hago es porque tu risa da miedo. —ríe él de nuevo— Si un niño viniera aquí, saldría llorando diciendo que estás poseída. —tras burlarse de mi, se tumba a mi lado.

—Oh, gracias mejor amigo —respondo irónicamente. Pongo una pierna encima suya y le abrazo. Noto su risa mientras me abraza más a él y deposita un beso en mi frente— ¡Vamos! No intentes ser dulce conmigo, déjame odiarte aunque sólo sean unos minutos.

—Es imposible, me amas demasiado.

—Bueno, puede que solo tengas un poquito de razón.

—Demasiado amor por hoy, señorita Grey. Guarda tus encantos para otro momento. —sonríe pícaro.

—Sabes que odio que me llames así —reprocho—, me recuerda a la película Cincuenta Sombras de Grey... Oh, hablando de películas, recuérdame, por favor, por qué no la hemos visto.

—Porque ya hemos visto Titanic, y no pienso ver otra de amor en el mismo día. Ya has llorado suficiente por hoy, así que estoy seguro de que mi camiseta me lo agradecerá. A demás, yo esa película la tengo que ver cuando... —lo corto antes de que siga hablando.

—Oh, ¡por Dios Matt! ¡cómprate una novia! —me levanto del suelo riendo, mientras él hace lo mismo.

Nos volvemos a sentar en el sofá que tengo en mi habitación. La película que habíamos puesto ya ha acabado. Ni siquiera recuerdo cuál era.
Le digo a Matt que si retomamos el maratón, y el accede.

Salgo de mi habitación para ir a buscar más palomitas. Entro en la sala de estar, donde allí encuentro a mi tía. Me dirijo a saludarla pero me detengo cuando veo que está hablando por teléfono.

Toda mi atención se centra en su sembrante serio. Está pálida, una gota de sudor frío recorre gran parte de su cuello.
Al verme, intenta sonreír disimulando que todo está bien. Y yo eso lo noto, pero...

Intento fallido.

Le sonrío de vuelta y me dirijo a la cocina.

Luego le preguntaré.

Espero a que las palomitas se hagan de una vez, las recojo y vuelvo a salir hacia la sala de estar. Me vuelvo a fijar en mi tía y en su raro comportamiento. Sigue hablando por teléfono pero no puedo oír ninguna palabra de su conversación.

No suele importarme mucho con quien habla mi tía, pero esta vez parece bastante serio. ¿Qué habrá pasado?

Pensando en quién puede ser la persona que preocupa a mi querida tía, me dirijo nuevamente a mi habitación.

—¿Pasa algo? —inquiere Matt cuando llego. ¿Es un brujo acaso?

—¿Por qué lo preguntas?

—Tu cara es un poema, Kimberlita.-—Sonríe.

—Nada, no pasa nada. Supongo. —le entrego las palomitas y me siento a su lado, concentrando la vista en la película.

Tengo la sensación de que esta noche va a ser muy larga.

Déjame Odiarte ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora