Déjame Odiarte [17]

1.6K 113 27
                                    


¿Por qué me tienen que pasarme a mi todas estas cosas? Primero, aquella endemoniada fiesta a la que asistí con la intención de divertirme acabó con una amenaza por parte de un chico realmente agresivo. Ahora, me vuelvo a encontrar —casi— en la misma situación. Aunque esta vez me prometo a mi misma no volver a perjudicarme por mis palabras.

—¿Aparte de sorda también estás muda? —la persona que se encuentra delante mía sonríe de una manera tan amplia que me entran hasta escalofríos—. Ven, vamos a conocer al resto.

—Gracias, pero no quiero conocer a los otros cinco unicelulares: contigo ya tengo suficiente —al instante me arrepiento de haberle contestado, ya que le he dado lo que él quería: guerra por mi parte. Sin embargo, mi naturaleza mi prohíbe permanecer callada—. Y suéltame pedazo de imbécil.

Cuidado Kimberly que te mata. Además, ¿qué tiene la gente con agarrarte siempre?

—Mirad por dónde —exclama más alto mientras ya me encuentro rodeada de los demás. Tienen una cara de babosos que no pueden con ella—, la niña tiene carácter.

—He dicho que me sueltes, ¿o tu única neurona no puede procesar la información?

La respuesta por su parte es empujarme hacia sus amigos. Milagrosamente mi voz no sale entrecortada, pero ahora que me encuentro rodeada de tíos que me sacan dos cabezas, puede que deba comenzar a asustarme.

—Pensaba que eras igual a las demás —susurra una voz a mis espaldas al mismo tiempo en el que vuelve a recoger un mechón de mi cabello—, pero ya veo que estaba muy confundido.

—Para, suéltame —saco su mano de mi mejilla mientras me alejo de él. Aún así me encuentro rodeada y veo un poco imposible la opción de huir— ¿A ti qué demonios te pasa? No me conoces en absoluto, ¿te crees que por ser chica tengo que aguantar tus estúpidos comentarios?

Su cara se torna bastante seria, y al instante esta situación me recuerda a una de las películas de terror que vi días atrás con Olivia.

—Aún va a ser verdad que la gatita es una leona —dejo de centrar mi vista en Parker para observar cómo un tío con pendientes se aproxima a mi y con toda la cara del mundo me coge de la mano y empieza a tirar de mi—. Vamos, enséñame cómo usas esas garras.

No es hasta el momento en el que me doy cuenta de que quiere algo más que hablar, cuando reacciono he intento zafarme de su duro agarre.
Cuando se da cuenta de mi propósito, ya es demasiado tarde para reaccionar; mi cuerpo colisiona contra las taquillas, todas mis quejas terminan cuando noto cómo mi cuerpo cae al frío mármol y mi mejilla izquierda comienza a calentarse.

Me ha golpeado, este orangután se ha atrevido a levantarme la mano.

Pasan unos segundos hasta que consigo incorporarme. Mi segundo movimiento le va a doler más a él que a mi; con todas las fuerzas que me quedan —que por desgracia no son muchas— clavo fuertemente mi pie en su espinilla. Él no lo había visto venir; a los segundos ya se encuentra retorciéndose de dolor y observándome con una mirada para nada amigable.

Pero mira en qué líos te metes, tonta.

Y a la próxima no tendrás tanta suerte: irá directa a tu entrepierna —su mirada de odio se intensifica. Vuelve a acercarse a mi, listo para el segundo asalto—, así que ólvidate de formar una familia.

Esta vez soy yo la que no logro ver el golpe venir. Cuando ya ha levantado su mano para volver a golpearme, yo me aprieto contra las taquillas esperando el golpe. El cual nunca llega, por cierto.
Abro los ojos y lo primero que me encuentro es la cara de horror de mi atacante, quien tiene su brazo agarrado por una mano que ejerce demasiada presión.

Déjame Odiarte ©Where stories live. Discover now