Déjame Odiarte [24]

1.5K 84 12
                                    


—Quién te diría a ti que el tan famoso y popular William Evans acabaría en tu habitación. —el rostro de Valeria deja salir a la luz la gran sonrisa traviesa que ella no se niega en ocultar.

Sí, vale. Admito que no he podido aguantarme y le he contado a Valeria cómo ha sido mi fin de semana con todo lujo de detalles. No es que tampoco se tratara de un secreto, ¿no? ¿qué hay de malo en comentarle a tu amiga cómo y con quién has pasado el fin de semana? No creo que tenga prohibido decir que el famoso y duro William Evans se ha pasado el día de ayer en mi casa —más concretamente en mi habitación- hablando de ciertos temas más o menos interesantes.

Porque sí, después de dejar de hablar con mi mejor amigo, Evans y yo todavía nos pasamos un par de horas hablando de varias cosas. Por ejemplo, en un descuido Will sacó a la luz un tema que en cierto modo logró desconcertarme un poco, pero que a la vez me causaba demasiada intriga. Y fue el hecho de que él y mi hermana se conocían de mucho antes de que yo llegara, aunque eso sí, sólo de vista. Se ve que él había metido la pata al nombrarla, pero una vez sacado el tema ya no se puede ocultar.

Él insistió en cambiar de asunto, pero yo acabé siendo más pesada que él, por lo que acabó cediendo. Me comentó que Olivia solía salir por las noches a alguna que otra fiesta, de ese modo, ambos llegaron a saber de la existencia del otro. Me extrañó que, si conocía a mi hermana, había sido demasiado raro que no me hubiera confundido con ella el día en el que nos conocimos. Pero él me explicó que el día en el que ambos chocamos, se encontraba demasiado cabreado -de eso ya me había dado cuenta- y borracho como para distinguir a alguien. Además -había añadido-, solamente sabía el nombre de mi hermana por pertenecer al equipo de las animadoras, de otro modo, nunca hubiera sabido de su existencia. Lo que me deja claro que supuestamente ellos nunca han tenido nada que ver pero, aún así, se nota que el odio que se tienen es demasiado real como para estar imaginándolo.

Sus padres se toman su trabajo muy enserio. Por ese motivo, casi siempre se encuentra solo; hecho que le conduce a salir de fiesta siempre que quiera.

Myriam Evans es la doctora con mayor prestigio de la zona. Y por ello, trabaja en el hospital más caro, más grande y mejor de toda California. Puede pasarse literalmente más de la mitad de las horas que tiene el día en ese hospital, dedicada al cien por cien a tratar a sus pacientes. Salta a la vista que es una persona muy querida, por lo que no me sorprende que su hijo me dijera que siempre que van a algún lugar todos la acaban reconociendo con una gran sonrisa.

Su padre, Andrew Evans es el oficial jefe de la comisaría de policía más grande de por aquí. Su trabajo requiere mucha responsabilidad, por lo que no me sorprende que se trate de un hombre tan serio; si se le escapa un mínimo detalle, la situación en la que se encuentre puede ir incluso a peor. Si yo me encontrara en un interrogatorio con él al mando, estoy segura que las respuestas a sus preguntas cantarían por sí solas sin que yo pudiera molestarme en ocultarlas.

Ahora, ambos son socios de mi padre, lo que quiere decir que si antes ya se encontraban ocupados, ahora el trabajo será mayor.

El último tema que de verdad vale la pena volver a recordar es el hecho de que vivimos en la misma urbanización. Lo que quiere decir que técnicamente somos vecinos. En un principio el muy maldito se negó a contármelo, pero al final, no tuvo más remedio que confesar. Casi me subo por las paredes al comprender que solamente un par de casas ricas nos separaban. Estoy casi segura de que en menos de cinco minutos puedo llegar perfectamente a su casa. Lo que quiere decir -si no es lo suficiente evidente ya- que él también posee mucho dinero. Pero la diferencia principal entre él y yo es que uno no presume de grupo social y el otro sí.

Después de eso, poco seguimos hablando. Sus padres y el mío —y la intrusa arpía— acabaron de solucionar todo el papeleo necesario, y como seguramente no tienen más vida que el propio trabajo, decidieron dar por terminada la reunión. Nunca me hubiera imaginado que el idiota arrogante de William Evans pudiera estar dentro de mi casa, y mucho menos de mi habitación. Pero algo me dice que ahora que los mayores tienen un trato en común, la noche de ayer no va a ser la última.

Déjame Odiarte ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora