Déjame Odiarte [51]

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Kimberly Grey.

¿Se puede perdonar todo? Esa pregunta lleva divagando por mi mente horas y horas; exigiendo una respuesta rápida y sencilla. Pero de verdad, ¿acaso se pueden perdonar todos los errores?

Si lo hacemos... ¿nos convierte eso en personas fáciles de manejar? ¿tan vez en personas ingenuas que perdonan todo sin importar la gravedad de la situación?Si no lo hacemos... ¿nos convierte eso en personas rencorosas y vengativas? ¿personas sin corazón que son incapaces de comprender y entender un error?

Porque se supone que es eso: un error. Las personas cometen errores todo el tiempo, supongo que esa es la diferencia entre nosotros, los seres humanos, y —por ejemplo— unos simples robots. Ya que ellos carecen de emociones, de sentimientos, de todas las cosas que nos hacen humanos; todo lo que nos provoca sentirnos vivos.

A veces me gustaría ser un robot. Un simple trozo de metal creado con el fin de cometer órdenes y de soportar todo lo que se ponga en su camino. Como por ejemplo, una inaguantable fiebre que me hace más débil y vulnerable que antes. Exacto, mi hándicap  de hoy es la fiebre. Y de verdad, lo odio.

Una Kimberly con fiebre es una combinación de una Kimberly borracha y una Kimberly con la menstruación. Así que ya puedes hacerte una idea. Hasta yo misma soy capaz de admitir que los días que tengo fiebre soy verdaderamente insoportable. En un momento puedo estar hablándote sin filtros y atreverme a decirte o a hacer cualquier cosa y al siguiente puedo estar super cabreada contigo; insultándote y pataleando todo el rato. Luego, al igual puedo cambiar y convertirme en la persona más dulce y cariñosa que hayas conocido. Sí, lo confieso: mis hormonas están alteradas, ¿qué quieres que haga? Por ese motivo odio ponerme enferma; al final, siempre me acabo arrepintiendo de mis actos.

Un golpe me sobresalta. Consiguiendo sacarme del dulce sueño en el que momentos antes me encontraba. Al abrir los ojos, sólo puedo saber que me encuentro en mi habitación.Por fin, a la tercera va la vencida.

Sin embargo, mis ojos no son capaces de distinguir a la persona que se encuentra de espaldas a mi y que ahora mismo está cruzando la puerta para salir aquí. Lo último que puedo distinguir es su largo cabello rubio que forma unas preciosas ondas mientras va desapareciendo de mi vista.

¿Olivia? No creo. Ella y yo estamos en ese momento de nuestras vidas en el que no nos importa en absoluto la presencia y las acciones de la otra. Sí, sé que tenemos que arreglarlo. Más que nada porque sé que no sería justo perdonar a Will y no a mi propia hermana. Ya que para acostarse, de momento, hacen falta dos personas.

Espera.

¿Desde cuándo he decidido que voy a perdonarlo?
Esto pasa por tener las defensas bajas; si no soy capaz ni de controlar lo que pienso, a saber qué pasará cuando tenga que hablar. Seguramente se me escape alguna tontería. Me voy a morir de vergüenza.

Una parte de mi, quiere que la persona que acaba de abandonar mi habitación sea Valeria. En estos momentos no puedo evitar echarla de menos. Al fin y al cabo, éramos amigas. Dicen que donde hubo amor, cenizas quedan, ¿no?

No entiendo por qué razón los párpados me van pesando más y más. Lo único que sé es que he cancelado la idea de intentar levantarme de la cama, ya que eso lo considero como una misión imposible. Supongo que estoy volviendo a recaer, ya que la idea de levantarme de esta cama tan calentita ya no me parece una muy buena idea. Con el pensamiento de que me está volviendo a subir la fiebre, vuelvo a dormirme profundamente.



Divago sin un rumbo fijo por los pasillos de un enorme edificio totalmente desconocido para mi. Parece estar desierto, como si ni una sola  alma haya pisado esta edificación desde hace siglos. No entiendo por qué razón no puedo pararme; parece que mis pies están tomando sus propias decisiones. 

Déjame Odiarte ©Where stories live. Discover now