Déjame Odiarte [31]

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No he ido a clase durante estas cuatro horas. Ha sido una decisión difícil, sí —sobre todo si necesitas aprobar el curso sea como sea y, justamente, faltar no es lo correcto—. Pero la decisión más dura sin duda ha sido saltarme la hora del almuerzo. Ahora me muero de hambre, maldita sea.

Por mi mente se me pasa la idea de pensar que, tal vez, me encuentre exagerando la realidad y pensando cosas que en realidad no son así. ¿Y si ha logrado cambiar? ¿y si ahora es diferente? Pero no, con la poca experiencia que tengo de la vida, puedo decir que me encuentro casi al cien por cien segura de que las personas no cambian. Al menos, no tanto ni tan rápido. Así que mi mejor opción sigue siendo mantenerme alejada de él. Cosa que por cierto veo un poco complicada teniendo en cuenta que me lo puedo encontrar casi en cualquier lugar.

Y sí, vuelvo a repetir que puede que la que esté quedando como una loca sea yo y no él, pero pondría la mano en el fuego jurando que por todo mi cuerpo todavía queda visible algún que otra marca provocada exclusivamente por él; recordándome día tras día que Carter Miller todavía sigue presente en una parte de mi. Puede que parezca que estoy exagerando mucho las cosas, pero es que nadie ha vivido ni sentido todo por lo que yo he pasado.

El timbre que indica que una de las clases a la que debería haber asistido suena interrumpiendo el caos mental que estaba comenzando a formarse dentro de mi cabeza. Sin pensarlo mucho más, bajo de la azotea hacia la zona donde se encuentras las clases, es hora de afrontar otro de mis miedos: cantar en público.

Todos comienzan a sentarse mientras más me adentró en el salón. El profesor nos indica que nos juntemos con nuestra pareja, así que mis ojos —los mismos que han estado luchando contra las rebeldes lágrimas estas últimas horas— comienzan a buscar por toda la clase a mi compañero. Sin embargo, los únicos ojos que encuentro observándome son los de Carter, provocando que me de cuenta de que, por desgracia, comparto clase con él y de que mi corazón comience a colocarse el triple de nervioso que antes. ¿Acaso pretende volver a ser el protagonista de mi vida? Corto nuestra conexión visual cuando siento que ya no puedo aguantarle por más tiempo la mirada.

Doy un gran salto en mi lugar y casi tengo que morderme la lengua para no gritar cuando noto cómo alguien me sorprende por la espalda. Me giro velozmente algo alterada, pero me relajo al instante al darme cuenta de que se trata de mi compañero de música.

—Eres tú. —y el suspiro que suelto deja bien claro que, por una vez, me alegra que se trate de él.

—Claro que soy yo, contestona. ¿Acaso esperabas a alguien más?—pregunta esta vez con su habitual tono egocéntrico. Al menos logra sacarme una sonrisa. La primera del día.

—Dime, ¿nunca te cansarás de esta actitud tan arrogante?

—¿Te refieres a dejar de ser yo mismo?—coloca una de sus manos en su pecho al mismo tiempo en el que sus orbes azules me observan indignados. Si no lo conociera lo suficiente, me tragaría la idea de pensar que de verdad le ha ofendido—. No, nunca.

El profesor interrumpe nuestra conversación y con ella mi sonrisa, ya que sus siguientes palabras van dirigidas a nosotros: somos los primeros. Juro que mis piernas ahora mismo parecen una mezcla de gelatina y de flan; esos flanes de queso riquísimos cubiertos con caramelo: un auténtico manjar.

Espera, me estoy desviando del tema. Demonios. La canción, Kimberly, céntrate en la canción.

Con la autorización del profesor, cada uno comenzamos a posicionarnos al lado de nuestro respectivo instrumento, y mientras todos lo demás se encuentran en proceso de mantener el silencio, dejo que Will sea testigo de mis nervios.

—Will, Will —susurro debido a que se encuentra a un par de metros—. Juro que si hubiese comido algo, ahora mismo lo estaría echando fuera.

—Hey tranquila —su mano descansa en mi rodilla. Pero no, eso no me ayuda en absoluto—. Céntrate únicamente en mi.

Déjame Odiarte ©Where stories live. Discover now