Déjame Odiarte [59]

938 72 82
                                    

William Evans

Realmente no pretendía quedarme tanto tiempo sentado al lado de su tumba mientras el agua calaba mis huesos una y otra vez cada vez más profundamente. Pero supongo que eso es lo que pasa cuando hace tiempo que no estás ni hablas con esa persona en particular —viva o no viva.

El recuerdo de verla entrar por la puerta con esa sonrisa tan forzada que hasta un niño de tres años puede detectar y con un puñado de pequeñas galletas, han conseguido sentirme mucho peor de lo que hoy ya me encontraba. Sé que las comparaciones no son buenas, pero me es inevitable no poder comparar a las dos personas que me han marcado para siempre. 

Cuando vuelvo a casa, la lluvia y las nubes ya han abandonado el cielo gris. Pero aún así, el frío que siento es el mismo a estar a cincuenta grados bajo cero; aunque tal vez se deba a que todavía sigo empapado.

Por fin dentro de casa, empiezo a entrar en calor, lo que de verdad se agradece demasiado. Para mi sorpresa, cuando cruzo la puerta que va a dar al salón, no encuentro a nadie ahí. Y eso que la última vez que los vi fue cuando todos estaban durmiendo y yo decidí que era el momento perfecto para ir a visitarla.

Justo en el instante en el que me siento frente al fuego, Aaron sale de la cocina con un aspecto que deja mucho que desear. Se nota que él todavía se acaba de despertar.

—Se han ido todos —responde él a mi pregunta no formulada—. Supongo que Kimberly y Valeria necesitan tiempo para prepararse, cuando llegaron parecían muy alteradas y dijeron que tenían que irse y que ya nos veríamos esta noche. 

—¿Cuando llegaron? ¿a qué te refieres, no se quedaron con vosotros? —elevo una ceja y me levanto de mi lugar para ponerme a su altura. Aaron da un mordisco a lo que sea que está comiendo antes de contestarme. 

—Sí, pero salieron a buscar no sé lo qué. Acababa de despertarme y no pude procesarlo todo. Aunque bueno, parece que la lluvia también las cogió por sorpresa, ¿ninguno de vosotros sabe lo que es un paraguas? 

Lo bueno de tener un primo como Aaron es que no te pregunta nada que tú no quieras contarle y que cambia de forma natural el tema de conversación.
Sé que está deseando que le cuente a dónde demonios he ido en un día tan desastroso como hoy, pero supongo que, sabiendo las tragedias de nuestra familia, ya se lo habrá imaginado. Aun así, me relaja saber que no piensa insistir sobre saber cómo me siento ni nada parecido. 

—Por cierto —en ese momento, vuelvo a la realidad y le presto mi atención—, si por alguna razón pensabas que ibas a librarte de ir a la fiesta, estás muy equivocado. Vamos a ir los dos sí o sí, y pienso arrastrarte hacia allí si es necesario. 

Genial, lo que me faltaba. Ahora mismo, lo último que me apetece es salir de casa para ir a una pequeña fiesta que organiza el instituto todas las navidades. 

No es considerada una fiesta en sí, ya que lo único alcóholico que puedes encontrarte allí es ese ponche asqueroso que prepara la subdirectora, por lo que "fiesta" no sería el término más adecuado para describirlo.

Es más bien una especie de reunión entre todos los alumnos y los profesores —aunque también pueden acudir familiares—, para celebrar juntos la Navidad. Después de esa relajada "reunión" los alumnos suelen irse corriendo para llegar a tiempo a la verdadera fiesta que se organiza a un par de cuadras más lejos del instituto. Aunque está demás decir que hace tres años que no acudo a ninguna de ellas, y que mis planes se reducen a ir a casa y pasar el resto del día de Navidad con mis padres, donde tenemos una cena que cada año se va volviendo un poco menos incómoda. 

—Está bien, iré. Pero cuando acabe, los dos volveremos a casa. Va a ser un día relajado donde no habrá ninguna especie de drama. Todos estaremos felices y con una sonrisa radiante en la cara. —Aaron sonríe igual que un niño al que le acaban de comprar una tienda de chucherías entera, y después de aceptar mi propuesta, vuelve a darle un bocado a lo que tiene en la mano. Es en ese momento en el que me doy cuenta de qué está comiendo— ¿Esa es una de las galletas de Kimberly?

Déjame Odiarte ©Where stories live. Discover now