Déjame Odiarte [11]

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Este es mi último día en el mundo. Un loco va a matarme. Y lo peor, va a matarme y nadie va a darse cuenta. ¿Y si me secuestra? ¿y si me aleja de todo este lugar y me mantiene encerrada por semanas pidiendo un intercambio de miles de dólares a mi padre? Seguramente él me deje morir allí sola.
Espera. ¿Y si es un loco fatal de la cabeza que quiere violarme? ¿y si me vende al mercado negro? Voy a acabar en un lugar frío y solitario aislado de toda la humanidad.

Eso sí, este tío tiene una fuerza descomunal.

Todo pasa tan rápido que casi ni me da tiempo a procesarlo. Solo sé que la persona que todavía me sigue agarrando parece estar sordo —o simplemente me ignora—, ya que hace caso omiso a mis quejas y sigue arrastrándome hasta estar lo suficientemente lejos de la música. Este es mi final.

Tira de mi brazo hacia adelante provocando que quede delante de él.

—¿Quién te has creído que eres? —chillo histérica mientras me sobo el brazo derecho con fuerza, donde seguramente mañana tenga un gran moratón— ¡Me has hecho daño, imbécil!

—¿Perdona? ¡Has sido tú quien me ha tirado la bebida encima! —me sorprendo al escuchar su voz por primera vez.

Mi cuerpo no parece reaccionar. Mis labios están sellados y parecen no tener ninguna palabra para este tío demasiado agresivo. Además, me quedo impresionada ante la intensidad que sus ojos azules transmiten. Pero eso sí, no pienso quedar mal delante de este tío.

Cojo las fuerzas que me quedan para poder plantarle cara.

—¿Y por ello necesitas sacarme a la fuerza?

—Ah, espera, ¿me estás diciendo que ha sido a propósito? —pregunta incrédulo acercándose más a mi. La vena de su cuello se le nota bastante, señal de que se encuentra algo enfadado.

—¡Claro que no! —hago grandes aspavientos con mis brazos en señal de exasperación— Me he tropezado, nada más. Pero se ve que aquí lo de dialogar antes que hablar no lo lleváis muy bien.

El ojiazul suelta el aire que tenía retenido —al parecer para calmarse un poco, cosa que por cierto no consigue— antes de volver a girarse hacia mi dirección.

—Como sigas así, me da que tú y yo vamos a tener un problema. —su tono de voz es relajado, lo cual resulta irónico teniendo en cuenta la situación en la que nos encontramos. El resto de las personas siguen a su royo sin percatarse de nuestro enfrentamiento.

—Tú si que vas a tener un problema. —sentencio segura de mi misma. Aunque no sé de dónde he sacado todo este coraje.

—¡Vaya contestona! —exclama dando un paso hacia adelante; yo mantengo las distancias— Será mejor que te vayas disculpando si no quieres que tu noche acabe peor.

—Lo único que te mereces que te digan es lo imbécil que eres. —sin embargo mi tono de voz no es el mismo que antes. A medida que las palabras salían sin control, me he dado cuenta de lo estúpida que soy yo. Voy a conseguir que me acabe golpeando.

Se acerca más a mi y me susurra.

—Tienes suerte de que seas una chica —comienza con su voz fría—. He golpeado a hombres por mucho menos que tus palabras. Así que si sabes lo que te conviene, es mejor que vayas procesando la idea de disculparte: no te vas a ir de aquí hasta que no lo hagas —estamos tan cerca que nuestros rostros quedan a centímetros. Huele a alcohol que tira para atrás, por lo que debo suponer que se encuentra borracho. Aún así, intimida bastente—. Así que, ¿no piensas decirme algo, preciosa?

—Que te den. —tan rápido que suelto las palabras, giro sobre mis talones con la intención de irme de este lugar.

Pero él no se detiene. Vuelve a agarrarme y una vez más me empuja hacia él.

Déjame Odiarte ©Where stories live. Discover now