Déjame Odiarte [46]

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William Evans.

Odio las clases. Eso de despertarnos temprano para ir a una institución donde tenemos que sentarnos horas y horas en un mismo sitio y atender algo verdaderamente aburrido e insignificante para nuestros futuros, no me gusta para nada.

Pero eso no es lo que más odio; al menos, no del todo. Todo mi odio va dirigido a la maldita cuenta atrás que los adolescentes aburridos tienen la necesidad de hacer y comunicar al resto.
¿Por qué contar los días que quedan de verano? ¿acaso no tienes nada más divertido que hacer? Como por ejemplo, contar ladrillos o observar a las moscas.

Pero toda parte negativa, tiene su parte positiva. Y os preguntaréis, ¿qué positivo puede tener todo esto? Pues todo se resume en una palabra: Fiesta.

Exacto. Fiesta.

Estos días solo importa disfrutar al máximo todos los minutos posibles y beber hasta olvidarte de tu propio nombre. Estas fiestas son las más conocidas en el Ashton High, por lo que poco queda para que esté prohibido el no asistir. Vuelvo a repetir: estas fiestas son cruciales para hacerte conocido por estos lares.
Así que, ¿cómo William Evans va a faltar a una de ellas?

Las fiestas son el lugar idóneo para dejarte llevar y para dejar ver al resto cómo tú eres en realidad.
¿No dicen que los que más dicen la verdad son los niños y los borrachos?
No hay nada mejor que beber y disfrutar al máximo con todas las demás personas que se sienten como tú. Te olvidas de los prejuicios, de los malos pensamientos, del qué dirán o del qué pensarán. Estás como en una montaña rusa; con la adrenalina al cien por cien y viviendo el momento.

Pero aunque me cueste admitirlo, cuanto más alto subes, más dolorosa es la caída.

Lo que quiero decir es que, como toda parte mala tiene una parte buena, las partes buenas obviamente también tienen su parte mala.

Sí, así es el bucle.

¿Qué cosas negativas puedes sacar de todo esto? Te preguntarás. Pues hay una muy común de la que nunca se aprende: la resaca.

Sí, esa sensación molesta que te atormenta por horas y horas. Es como si un kilo de elefantes te estuvieran aplastando la cabeza. Y lo peor de todo eso —por que esto sólo es el principio— es que en ocasiones no recuerdas absolutamente nada de la noche anterior.
Olvidas cuánto has bebido, si has hecho algo demasiado vergonzoso, qué has hablado, cuánto tiempo has estado en la fiesta...
Hay momentos en los que no te acuerdas absolutamente de nada; ni siquiera sabes cómo es que te encuentras en una cama que no es la tuya, en ropa interior, y con otra persona cuya cabellera rubia está tan enredada que parece un nuevo lugar para viajar a Narnia.

Sí, ésta es la situación ahora mismo.

Intento por todos los medios no maldecir demasiado alto. ¿Qué demonios ha pasado aquí?
Sí que he tenido que beber lo suficiente como para acostarme con cualquiera.

Me voy incorporando poco a poco por dos simples razón: antes de nada, no quiero que mi insoportable dolor aumente y, sobre todo, no quiero despertar a mi compañera de cama.

Cuando ya me he puesto el pantalón, un ruido a mis espaldas hace que me gire rápidamente hacia la rubia, quien por cierto se acaba de caer de la cama.

—¡Joder! ¿Por qué demonios la alfombra no está en su sitio? El suelo está demasiado duro.

—¿Acaso te caes siempre de la cama para saber la diferencia entre tener alfombra o no?

Al escuchar mi voz la chica se levanta velozmente del suelo y me observa con los ojos muy abiertos. Al parecer, parece olvidarse de que sólo lleva la ropa interior. Sin escrúpulos, la observo de arriba abajo.

Déjame Odiarte ©Where stories live. Discover now