Epílogo.

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Dos años más tarde.

Kimberly Grey.

Abro la puerta y deposito un pie en el suelo.

Por fin tierra firme.

Cuando salgo completamente del vehículo, inspiro todo el aire que puedo e, inconscientemente, sonrío ante la familiaridad del lugar.

—¿De verdad no quieres venir? —le insisto una vez más desde que nos subimos al coche.

Ella vuelve a negar con la cabeza.

—Aún no estoy lista —y esta vez, dejo de insistir—. Venga, date prisa. No tenemos mucho tiempo.

Asiento con la cabeza y cierro la puerta del coche. Cuando me giro y me encuentro cara a cara con el lugar que hace años he estado evitando, me cuesta un mundo dar otro paso hacia su dirección.

Vamos, has pasado dos años recapacitando y concienciándote de que ibas a hacerlo.
Ahora es el momento.

No lo pienso mucho más por lo que, asegurándome de que la perfecta rosa se encuentra en buen estado, camino con paso firme hacia el interior de ese lugar.

La temperatura del lugar parece descender una vez que cruzas la puerta de la entrada. Todo parece más frío y se encuentra en un intranquilo silencio.

No me paro mucho más tiempo e intento recordar el camino hacia donde ella se encuentra.

Millones de recuerdos atraviesan mi mente cuando por fin la encuentro y la tengo enfrente. Todo parece estar muy bien cuidado a pesar de llevar años aquí.

—"Madison Grey leo en la lápida—, hermana, esposa y madre. Descansa en paz."

Con gran esfuerzo, me agacho para estar a su altura. Una sonrisa triste parece adornar mi rostro cuando saco la perfecta rosa roja y la deposito a su lado.

—Estoy aquí, mamá —el silencio invade el lugar, como si esperase a que alguien me contestara—. A partir de este momento quiero hacer las cosas bien. Y sé que venir a verte es el comienzo para conseguir mi objetivo.

Inconscientemente, llevo mi mano a uno de mis bolsillo y recorro con la punta de mi dedo la pequeña inicial de plata que ha estado conmigo todo este tiempo.

—Ahora tengo un motivo por el que seguir adelante, mamá. Y como tú siempre nos decías cuando eramos pequeñas, hay que dejar de temer a los monstruos y enfrentarnos a todo lo que nos impide ser felices.

Recorro el relieve de su nombre con los dedos mientras sigo hablando sin saber muy bien qué decir. Todo el discurso que había estado preparando durante meses se me ha olvidado en cuestión de segundos.

—Prometo volver, mamá. Pero ahora, es el momento de afrontar a mis monstruos. Te quiero, y siempre lo haré.

Vuelvo a revisar que todo se encuentre en su sitio. Cuando ya estoy de pie observo el reloj que descansa en mi muñeca y me maldigo por haber tardado tanto.

Olivia me va a matar.

Salgo corriendo para poder llegar a tiempo antes de que pierda todos los papeles. Cuando abro la puerta y me introduzco dentro, ella me observa con una mirada que causa verdadero miedo.

Déjame Odiarte ©Onde as histórias ganham vida. Descobre agora