Déjame Odiarte [33]

1.3K 92 39
                                    

Cada vez, me voy despertando más, empezando a sentir un tremendo dolor en la garganta y todo a su alrededor. Ahora prefería seguir inconsciente. Lentamente, voy abriendo los ojos; acostumbrándome a la claridad de la luz que sale de una misteriosa ventana. ¿Dónde se supone que me encuentro? ¿qué es lo último que ha pasado antes de acabar por desmayarme?

Una habitación blanca y azul con muy pocos muebles se encuentra delante mía. Lo primero que intento es hablar, pero lo único que consigo es acabar tosiendo. Un movimiento a mi derecha capta toda mi atención y la persona que me ha estado observando en silencio se levanta y se aproxima a mi.

—¿Cómo te encuentras, pequeña? ¿recuerdas algo? —pregunta tranquilamente mientras sus ojos azules me revisan preocupantes. Todo en mi cabeza está demasiado espeso como para encajar todas las piezas de este horrible puzzle.

—¿Dónde me encuentro? —inquiero antes de volver a toser sin responder a su anterior pregunta. Sin perder tiempo, me entrega un vaso de agua que no dudo en aceptar. Estoy comenzando a agobiarme bastante.

—Tranquila cariño, pronto estarás mejor —asegura mientras su mirada sigue fija en mi, provocando que comience a incomodarme—. Y estás en el hospital.

Espera, retrocede.

—¿En el hospital?—casi grito, sintiendo al mismo tiempo cómo mi garganta se desgarra ante tal acción.

Es en este momento en el que los recuerdos aparecen como de la nada. Y lo peor no es eso, sino todas las terribles sensaciones que los acompañan; los gritos, los movimientos bruscos, la llorera de Valeria y la histeria de Will... Todo regresa a mi y, como acto reflejo intento incorporarme de la camilla. Sin embargo, Myriam me lo impide al mismo en el que su rostro se contrae en una mueca de desagrado.

—Kimberly, no. Tienes que descansar. —ordena en un tono autoritario. En este instante me decanto de cómo va vestida; su bata blanca con su nombre inscrita en ella delata cuál es su profesión.

—Está bien, pero... ¿cómo he llegado aquí? ¿qué me ha pasado? —me detengo unos segundos cuando siento cómo un terrible dolor se va apoderando de mi cabeza. Necesito relajarme—. Myriam, quiero irme. ¿Cuándo podré irme?

Ella se acerca más a mi y su rostro se torna serio.

—Kim, como no te tranquilices me veré obligada a inyectarte un sedante —y por su seria expresión, sé que su amenaza va enserio—. Tu familia y algunos de los jóvenes que llegaron contigo ayer se encuentran fuera, esperándote.

—Un momento, ¿ayer? ¿cómo que ayer?

Siento que mis ojos se abren tan exageradamente que se me van a salir de las órbitas.

—Casi te mueres por una reacción alérgica, Kimberly —informa despacio—: fue demasiado grave.

Asiento a sus palabras como si de verdad pudiera entenderlo. ¿Cómo? Esa es la mayor interrogante; ¿cómo ha podido ser posible? Llevo con este "problema" demasiados años como para despistarme en un día tan tonto como el de ayer. Mi mente comienza a divagar por su propia cuenta y sí, la idea de que ha sido a propósito pasa por mi cabeza; pero al instante rechazo la hipótesis: no puedo acusar a nadie sin pruebas. Aunque debo admitir que un nombre aparece en mi mente en mayúsculas y en brillante, como si mi mente acusadora quisiera cargarle toda la culpa a una sola persona. Pero eso sería caer demasiado bajo, ¿verdad? Incluso para alguien como Amber Cooper.

La señora Evans me tranquiliza diciéndome que dentro de poco podré dejar este lugar, pero antes casi me obliga a quedarme unas cuantas horas más en observación, por si a mi alergia todavía se le ocurre volver a aparecer. Así que mientras voy repasando todos los recuerdos que me van llegando, al final acabo quedándome nuevamente dormida.

Déjame Odiarte ©Onde as histórias ganham vida. Descobre agora