Déjame Odiarte [07]

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Bien, los aviones no son lo mío.
No recuerdo la última vez que me he subido a uno, pero seguramente tampoco me lo he pasado tan bien como ahora. De hecho, digo «no recuerdo» porque la última vez fue cuando tenía tres años, en mi primer viaje a Francia con toda la familia. Y solo sé que realizamos ese viaje por las fotos que decoran una de las paredes de casa donde Olivia y yo nos encontramos posando delante de la torre Eiffel.

La parte buena de subirse a un avión, es el momento en el que te bajas de él, como justamente estoy haciendo yo en estos momentos. Lo que quiere decir que efectivamente ya me encuentro en California.

Mi primera impresión sobre este lugar no puede calificarse como muy buena. El aeropuerto está lleno de turistas desalmados que se encuentran perdidos o que corren de un lugar a otro atentos de su próximo vuelo y de otras personas que supongo que deben de volver de sus vacaciones de verano.

Porque sí, mi mala suerte no se acaba. Justamente tengo que venir aquí cuando el verano está más que acabado y cuando las clases están a punto de comenzar. Lo que supone entrar nueva en un instituto donde todo el mundo se empeña en observarte por encima del hombro y calificarte como el nuevo bicho raro de la escuela.

En estos momentos me sigo preguntando si la idea de venir aquí sin ejercer ningún tipo de presión, ha sido lo mejor. Para empezar, nadie de mi nueva familia se ha dignado a venir a darme una mínima bienvenida.

Así da gusto llegar.

Me doy pequeños golpes mentales al recordar que no le he preguntado a tía Mery cuál es la dirección de mi increíble padre. Genial, sola y perdida, ¿qué se supone que debo hacer? ¿vagar por este lugar preguntando por si de casualidad conocen al gran empresario Marc Grey el cual parece ser mi padre?

Decido que lo mejor es coger todas las maletas y moverme de aquí a ver si hay algo de suerte.
De repente, me sorprendo cuando encuentro mi nombre escrito en un gran cartel.

Vale, no te ilusiones Kimberly, puede que estén llamando a otra Kimberly Grey.

Sin embargo, la persona —totalmente desconocida para mi— que sigue manteniendo el cartel mientras pasa su mirada entre todas las personas, comienza a caminar hacia mi dirección cuando se da cuenta de mi presencia.

¿Debo correr? ¿Huír? ¿Y si es un violador?

—¿Es usted la señorita Grey? —inquiere cuando se encuentra a unos cuantos metros de mi persona.

Elevo una ceja dudando en si contestarle o no.

—Supongo que una de ellas —intento que mi voz no suene del todo dura, pero siempre me sale así cuando no confío en la persona con la que estoy hablando—. ¿Puedo preguntar quién eres tú?

—Me llamo Alex Clairforth, y soy el amigo y el chofer de tu padre, Marc Grey —contesta como si ya lo tuviera preparado—. Me ha avisado de su llegada, él está deseando verla.

Detente. Retrocede. Creo que me he perdido. O puede que mis neuronas no sean capaces de reproducir todo lo que este castaño de ojos verdes acaba de decir.
¿Chofer? ¿deseando verme? Qué irónica parece la vida, ¿no?
Por un momento dudo en si haber hablado con este tal Alex haya sido un error.

—Vaya, aún recuerda las hijas que tiene —suelto más para mis adentros. En fin, veo que no tengo otra opción que seguirlo—. Entonces, es un gusto conocerte, Alex.

Y eso no es del todo mentira. Tengo el presentimiento de que conocerlo a él me va a gustar más que reencontrarme con el que dice llamarse mi padre.

Déjame Odiarte ©Where stories live. Discover now