Déjame Odiarte [52]

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—Hola Valeria, ¿te apetece hablar?

La línea al otro lado se queda en silencio. Y por un momento, temo que me cuelgue o que diga que no quiere saber nada de mi.

—¿Lo estás diciendo enserio o es un efecto secundario de la fiebre? —para mi sorpresa, escucho una leve risa— Will me ha contado que sufres repentinos cambios de humor y que tus defensas están bastante bajas.

—¿Qué...? ¿Desde cuando hablas con...?

Pero me callo antes de terminar, ya que la conversación de ella y yo discutiendo por última vez vuelve rápidamente a mi mente. Ese día también le había preguntado algo parecido. Cosa que por cierto no le pareció muy bien, ya que yo no soy nadie para decirle qué hacer o con quién estar.

Y sí, cuando Will me llevó a casa, los síntomas de la fiebre —aparte de estar caliente— ya habían empezado.

—¿Sabes? Da igual  —acabo diciendo rodando los ojos. No la cagues, Kim—. Si no te importa, me gustaría hablar contigo. Tranquila, ahora me encuentro mucho mejor y no creo que lo que tenga sea contagioso o algo. Además, creo que Carter se encuentra por aquí. Quiero decir, no me molesta ni nada sólo... bueno eso, que tú y él... como soy pareja ahora pues...

—Estoy ahí en veinte minutos, cotorra.

Y tras interrumpir mi monólogo, se despide de mi y corta la llamada.

¿Acaso ahora estar nerviosa también es un nuevo síntoma? Por favor, que idiota he sido. Tendré que repetírselo a ella más tarde, ya que supongo que lo mejor es volver a disculparme.

Tengo que admitirlo, sí. Estoy nerviosa, muy nerviosa. ¿Cómo se supone que tengo que empezar a hablar? ¿Y si ninguna de las dos toma la iniciativa y ambas nos quedamos en un incómodo silencio? La verdad, no sé qué va a pasar. Pero ahora mismo me arrepiento de haberla llamado en un arranque de desesperación. 

Llaman a la puerta de abajo y sé de sobra que ella ya se encuentra aquí. Mi habitación está tan silenciosa que hasta soy capaz de oírla subir las escaleras; y eso, me pone más nerviosa todavía. Cuando abre la puerta, yo ya me encuentro en medio de la habitación —que por cierto, me ha costado un mundo levantarme— totalmente quieta y observándola fijamente.

—¿Has estado llorando? 

Eso es lo primero que pregunta y es lo único que dejo que diga antes de abalanzarme sobre ella para poder abrazarla. No sé por qué, pero el hecho de que la chica a la cual considero mi mejor amiga y de la que me distancié por culpa de una pelea estúpida, haya aceptado el venir a mi casa sin ni siquiera preguntar el por qué y que lo primero que haga justo al entrar sea preocuparse por mi, realmente sólo hace que me sienta mucho peor que antes. 

Ya he dicho que mis sentimientos están a flor de piel.

—Lo siento, lo siento, lo siento —repito una y otra vez mientras la abrazo más fuerte—. Soy una idiota, lo sé. Perdóname Val, enserio. He sido una amiga horrible —hago una pausa—. Y no pienso soltarte hasta que me perdones. —noto cómo su cuerpo vibra debido a que se está riendo.

—Ya me preocupaba que dejaras de ser tú —por sus dulces palabras, puedo asegurar que está sonriendo—. Y bueno, supongo que puedo perdonarte. —me separo un poco de ella ante sus palabras.

Déjame Odiarte ©Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu