Déjame Odiarte [40]

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Dos horas más tarde me encuentro bailando con desconocidos, frotando nuestros cuerpos y sudando a más no poder. Sí, había roto mi única e importante promesa: no tenía ni la más remota idea de dónde se encontraba Matt. Hacía como una hora desde que el juego había llegado a su fin. El alcohol se había vuelto más adictivo y no era capaz de controlarme.

Si hace un año me hubieran dicho que volvería a beber y a salir de fiesta, me habría reído en su cara.

Ahora, me encuentro bailando al son de una música electro-latina. De un momento a otro, noto cómo el broche del sujetador se suelta de su agarre.

Genial, lo que faltaba. Algo desorientada, abandono la pista de baile e intento encontrar algún cuarto de baño.

Tras intentar moverme por todo este bullicio de gente, consigo divisar el cuarto de baño a unos cuántos metros. Rápidamente y sin perder más tiempo me dirijo allí enseguida. En el camino, una figura pequeña se choca contra mi.

—¿Olivia? ¿estás bien? —observo a mi hermana con gran preocupación. Al verle la cara, ella consigue despejarme. ¿Qué demonios le pasa? ¿por qué tiene todo el maquillaje corrido como si hubiese estado llorando? ¿por qué su lápiz labial se encuentra todo esparcido?

—Nada, no me pasa nada. 

E intentando retener las lágrimas, sale corriendo mezclándose con todos los demás. Suspiro exhausta. Ya no quiero distraerme: quiero volver a casa.

Entro al baño y me paro delante del espejo. Dios, estoy horrible. Sin perder más tiempo, empiezo a desabrocharme la blusa torpemente.

A partir de ahora tengo decidido que odio las fiestas, el alcohol, y todo lo que tenga que ver con ello o lleve esas palabras. Tan solo con pensar cómo será la resaca de mañana me entra dolor de cabeza adelantado.

En el momento en el que dejo la blusa encima del lavabo y me dispongo a juntar las piezas del maldito sostén, observo a través del espejo cómo una figura sale de uno de los cubículos del baño. Mi grito de sorpresa no tarda en abandonar mi garganta, y mientras yo me tapo con mi blusa, la otra persona se asusta por mi grito y su cuerpo parece alarmarse. Aún borracha, consigo descifrar a quién pertenecen esos ojos azules.

—¿Qué demonios haces aquí?

Will me observa elevando una ceja, bastante más serio de lo normal.

—¿Que qué hago aquí? Bonita, este es el baño de hombres —y acto seguido, noto cómo baja la vista descaradamente hacia mis pechos.

—Oye, mis ojos no se encuentran ahí.

— ¿Y qué quieres que haga? Soy un hombre, y tu una mujer en sujetador en un baño de hombres. —ríe ruidosamente por encima de la música logrando incomodarme todavía más.

—Eres un pervertido.

—Dijo la chica en sujetador en un baño al que no pertenece.

Intento acercarme a él amenazadoramente, pero borracha, es casi imposible mantenerse en pie.

—Oye, no he venido aquí a propósito. El estúpido sujetador se había soltado y este fue el único estúpido baño en el que me fijé. —aunque intento centrar seria, en estos momento sólo consigo arrastrar las palabras.

—¿Estás borracha? —es lo único que pregunta mientras todo su sistema se pone en alerta. A veces William se comporta como mi padre.

—Mira William, ya me basta con Matt y con Olivia para que vengas tú a meterte en mi vida. Deja de actuar como si te importase.

Sé que seguramente me he pasado, pero en estos momentos mi boca parece ir por libre y soltar lo que le venga en gana. Aún así, a él parece no importarle.

Déjame Odiarte ©Where stories live. Discover now