Déjame Odiarte [58]

978 68 61
                                    

Navidad. Que palabra tan simple y a la vez tan llena de significado, ¿no?
Sé que ya no estoy en mi casa ni en mi cuidad natal, pero aún así, aún me cuesta asimilar que todas las celebraciones importante ya no serán como antes.

Es irónico, y no sé muy bien cómo explicarlo. Pero me he tenido que adaptar dos veces —a lo largo de mi vida— a hacer las cosas diferentes por el simple hecho de que las personas importantes se van o se alejan.

Y con este año, ya van tres cambios.

Primero celebraba Navidad con mamá; después con papá y con Olivia de una manera diferente. Y cuando ellos también se fueron, tía Mery y Matt se encargaron de celebrarlo a su manera. Y cuando me había acostumbrado a tenerlos conmigo en esos días, ahora tengo que volver a acostumbrarme a las diversas y nueva situaciones. Porque eso es lo que tengo que hacer, ¿no? ¿Qué otra forma hay de sobrevivir en este mundo si no te acostumbras a él?

Me levanto lentamente de la cama con la sensación de no haber dormido absolutamente nada. Supongo que eso se debe a que, otra noche más, he estado pensando en las palabras de papá. 

Aunque sólo ha pasado un día desde su decisión, aún no logro “acostumbrarme” a la idea de que tendré que mudarme nuevamente a otro lugar. Intento por todos los medios posibles dejar de pensar por un solo minuto en sus últimas palabras y en la furia con la que nos lo dijo.

Hoy es veinticuatro de Diciembre, por lo que técnicamente, es Navidad. Quiero que el día de hoy sea tranquilo por dos simples motivos: el primero es que estoy segura de que a mamá le hubiera gustado que todos nos lleváramos bien aunque sólo sea en este día."La Navidad es capaz de alegrar el corazón hasta a la persona más dura. Solamente hay que dejar de resistirse a su magia", eso es siempre lo que nos decía a mi hermana y a mi cuando nos peleábamos o nos enfadábamos entre nosotras. Decía que la vida es demasiado corta como para no sonreír, por eso se pasaba todo el día sonriendo. 

Y qué sonrisa más bonita tenía. 

La segunda razón es simple y muy breve: no tengo ánimos ni para echar en cara las cosas ni para enfadarme por nada. Digamos que no tengo la energía suficiente como para intentarlo.

Salgo de mi habitación en pijama, ya que estamos de vacaciones y ahora mismo me da mucha pereza cambiarme. Cuando llego al recibidor de la segunda planta, bajo lentamente las escaleras más próximas al gran salón; y en una de ellas, dejo mi cuerpo caer hasta quedarme sentada. 

Toda la casa está adornada, y en el gran salón se puede distinguir un gran árbol de abeto que sobresale por encima de cualquier otra cosa. Está precioso con sus adornos y con todas sus luces; sonrío pensando que esto me hace sentirme mucho más en casa. 

—¿Disfrutando de tus últimos días observando un árbol?

La voz de mi hermana rompe con el silencio de la estancia. Juraría que volvemos a encontrarnos solas. 

—He pensado tanto en todo lo que haría estas últimas horas que ahora mismo no se me ocurre nada mejor. 

Olivia no dice nada más; simplemente se sienta a mi lado y imita mis actos. 

—Navidad —suelta de repente con una leve risa que está lejos de ser graciosa—, hay que dejar de resistirse a su magia. 

—¿Lo recuerdas? —tan rápido como lo pregunto, me giro hacia ella observando si algún gesto de su rostro ha cambiado. 

—Todos y cada uno de los años que he pasado sin ella —su respuesta me deja mucho más que atónita, pero decido no decir nada más sobre el tema. Para una vez que habla de ella, no pienso interponerme—. ¿Ya le has contado a alguien que nos vamos dentro de dos días? 

Déjame Odiarte ©Where stories live. Discover now