[3] Promesa.

8K 838 26
                                    

Laaaamento haber tardado tanto, lo sé, podéis pegarme :( Lo que pasa es que queda poco tiempo antes de que vuelva de vacaciones y tenía muchas series que actualizar... (He terminado de ver los nuevos capítulos de Arrow y The Flash, y también he empezado con Vikings *-*) Bueno, la cuestión es que no he dormido mucho estos días xD ¡Pero tranquilas! La historia de Diana y Rick continúa... ¡Espero que os guste! Besos<3.

DIANA.

Me alejé de Rick con las lágrimas corriendo por mis mejillas. No había sido capaz de aguantar ni un segundo más bajo aquella fría mirada, bajo aquel rostro impasible e indiferente. Éramos tan diferentes que me destrozaba; no podía dejar de pensar en lo irónico y cruel que era el destino al unirme con el único lobo que jamás me había mirado, que jamás había ido tras de mí. Había rechazado a tantos, había estado tan segura de que nunca necesitaría a un lobo en mi vida... ¡Hasta que había aparecido él! ¡Hasta que había descubierto que no podría liderar sin un Alfa a mi lado! 

¡Y malditas fueran aquellas normas, pues sabía que no podría unirme a nadie que no fuera él, pero tampoco podría cumplir mi sueño si Rick no me aceptaba!

Era tan injusto que dolía.

Cerré los ojos con fuerza mientras entraba en la cabaña de Marie, donde dormía. Me aparté las lágrimas de un manotazo cuando la Alfa me miró sorprendida y preocupada; me maldije por ser tan idiota. ¿Cómo era tan estúpida de entrar así?

Los ojos grisáceos de Marie me dañaron todavía más. Era increíble el enorme parecido que Marie y Rick tenían en las miradas, pero a la vez la enorme diferencia que las marcaba: los ojos de Marie gritaban lo que sentían, al igual que los de Jacques; por el contrario Rick era siempre una máscara, como una pared o una celda que encerraba cada sentimiento que el lobo sentía. ¡¿Por qué?! ¡¿Por qué me había tenido que tocar a mí?!

  – ¿Estás bien? –me preguntó la loba, acariciando la parte superior de mis brazos en un toque demasiado maternal– ¿Quieres hablar? 

Apreté los labios con fuerza mientras una nueva oleada de lágrimas inundaba mis ojos. ¿Por qué no podía dejar de llorar? ¡Solo había necesitado estar con Rick diez minutos para desmoronar todo lo que había conseguido con su desaparición! 

 La Alfa suspiró con pesar ante mi silencio. Sin tener que decirle nada, ella parecía entender cada sentimiento que retorcía y hería mi corazón; me susurró unas palabras de ánimo, de fuerza, y me hundió entre sus brazos en un cálido abrazo que ni siquiera había sido consciente de que necesitaba. 

No supe cuanto tiempo estuve llorando sobre su hombro, pero cuando todo pasó tenía un enorme dolor de cabeza y el lugar donde había apoyado mi rostro estaba húmedo por las lágrimas. Me sonrojé avergonzada, pero ella solo sonrió y negó con la cabeza. 

Nos sentamos en el sofá en silencio. No podía mirarle a la cara, la vergüenza me lo impedía. ¿Cómo había sido capaz de desmoronarme ante la madre de la causa? ¡Estúpido Rick, estúpido!

–¿Estás segura de que no quieres hablar? –el tono amistoso y cariñoso de Marie me sorprendió. Sabía que era una buena mujer, pero jamás había estado muy unida a ella. 

– Es imbécil –espeté con rencor, apartándome las lágrimas y cruzándome de brazos.

Marie se rió levemente pero con algo de pena en la voz.

  –Rick puede ser muchas cosas, cariño, pero imbécil no es una de ellas –Marie me cogió de la barbilla y me obligó a mirarla a los ojos. Su mirada era cálida y acogedora, empática–. Mi hijo pequeño es... difícil de tratar, frío, distante y... muy hiriente si se lo propone –saber que su propia madre le describía así creaba un agujero en mi estómago. A pesar de todo, a pesar de que sabía que cada adjetivo era cierto, una parte de mí quería gritarle que ella no conocía de nada a Rick, que él no era así. ¿Por qué quería defenderle a toda costa? ¿Por qué?–. Pero tiene un motivo para ser así, algo que él cree que... le obliga a ser así. Tiene muchos secretos ocultos, Diana.

  – ¿Cuál es el motivo? –pregunté con los dientes apretados– ¡Dime por qué se comporta así, como si quisiera quedarse solo para siempre!

Marie se quedó en silencio y negó con la cabeza.

  –Yo no puedo contártelo, Diana. No sería justo –la voz de la Alfa sonaba cansada, como si tuviera una enorme carga sobre sus hombros–. Eso es algo que solo puede hacer Rick.

  –No puedo con esto, Marie –le confesé con nuevas lágrimas atoradas en mi garganta–. Necesito algo a lo que agarrarme, algo que me haga saber que no estoy lanzando lo que queda de mi corazón por un maldito precipicio. Necesito la esperanza de saber que puedo conseguirlo.

Jamás me sentí más débil de lo que me sentí en ese instante. Estaba poniendo el mayor de mis miedos a flor de piel con el deseo de que Marie encontrara la forma de vencerlo. Sin embargo, sus palabras no hicieron más que agravarlo.

  – No puedo decirte el por qué, Diana–me repitió con el dolor grabado en la voz–. No puedo darte esperanza con él... Pero si decides intentarlo, te ayudaré. Haré todo lo posible por abrirle los ojos a mi hijo, pero si... Si al final te cuenta lo que ocurre con él, te pido que no te vayas. Que no le dejes. Por favor, Diana. Prométemelo.

Sentí como si me golpearan en la cabeza con una campana. Me mareé por unos instantes, la confusión reinó en mi cabeza ante sus palabras. ¿Por qué iba a alejarme de él? ¿Cuál era el secreto de Rick? Mi corazón se aceleró.

  –¿Por qué querría...? 

–Prométemelo –Marie me interrumpió con fuerza. La tensión y la confusión aumentaron por momentos, pero al instante asentí.

–Si consiguiera que Rick se abriera a mí, si me contara lo que ocurre con él, no me iría. Jamás le abandonaría –A pesar de mi afirmación su mirada se llenó de dudas, y aquello creó un nuevo miedo en mí. Marie cerró los ojos con fuerza y asintió.

–En ese caso solo queda que me respondas a esta pregunta, Diana... ¿Vas a luchar por mi hijo? ¿Vas a pelear por su aceptación? 

Mi pulso se aceleró. Recordé el momento que acababa de pasar con él, su mirada, su rostro, su expresión distante. Él era el mayor contrincante que jamás había tenido, nunca había conseguido vencerle. Si lo intentaba, él sería el mayor de mis retos.

Sin embargo, yo amaba los retos... Y lamentablemente, también empezaba a sentir cosas por él. Suspiré. No había otra forma, después de todo.

–Voy a luchar por y contra tu hijo... Y voy a hacerle tragar cada una de sus palabras –sonreí cuando ella sonrió. Su mirada brilló con orgullo y eso me dio algo de fuerza– Ahora, ¿cómo vas a ayudarme con él? 

LUCHA DE IGUALES. || LB#3 ||Where stories live. Discover now