[7] Discusión.

7.5K 813 37
                                    

  ¡Hoooola! No sé si os gustará la imagen de la chica que he buscado por google (sí, es de google), pero creo que es bastante bonita y que, ya que tiene unos ojos más o menos ''dorados'' (que es lo que buscaba), la voy a dejar como Diana :) (Aunque Diana tiene el pelo negro... Bueno, no importa. T_T)  

Espero que me digáis si os gusta o no, y si no es así... seguiré buscando :') 

Muchos besos<3

-Paula.

P.D.: ¡ACABO DE ENCONTRAR A UN GUAPERAS DE OJOS GRISES, PERO NO SE PARECE AL RICK QUE TENGO EN MENTE... AUNQUE DIOS COMO ESTÁ! (Os lo adjuntaré al próximo capítulo)

DIANA.

No podía creer que me estuviese costando tanto alcanzar a Rick. De pronto, recordé la carrera que habíamos hecho en el Internado, hacía ya un año, y en ese momento no había podido entender por qué Rick había decidido no correr ya que era algo normal en nuestra raza. Ahora, al ver como simplemente desaparecía a una velocidad vertiginosa, lo entendía. Si ese día hubiese corrido, nos habría dejado a todos atrás sin ni siquiera esforzarse. Maldije entre dientes. ¿Cómo había podido estar tan ciega en lo que a él respectaba? ¿Cómo no había podido ver todo el potencial que mantenía oculto bajo aquella fachada de frialdad y pereza?

Jadeé mientras intentaba alcanzarle, sin éxito. Cada vez que conseguía recortar la distancia entre nosotros, había algún obstáculo que me ralentizaba: una piedra, un árbol, un arroyo. Sin embargo, él conseguía sortearlos sin pestañear.

  –¡Rick! –grité con la voz ronca, cansada de perseguirle pero sin negarme a parar– ¡Maldito seas! ¡Rick!

Cuando escuché como sus pasos se detenían –algo que sentí como una bendición–, todavía tuve que seguir varios segundos corriendo para alcanzarle. Cuando estuve cerca de él, observé como sus hombros se alzaban a cada respiración que tomaba, como parecía tranquilizarse en cuestión de segundos. Yo, por el contrario, sentía que mis piernas flaqueaban por el esfuerzo. Fruncí el ceño jadeante.

Él estaba de espaldas a mí, con aquella vestimenta oscura que tanto le favorecía y sin la maldita chaqueta. ¿Cómo demonios se había atrevido a salir así? ¡Estábamos bajo cero! 

Negué con la cabeza ante mis estúpidos pensamientos. ¿Cómo podía preocuparme ahora por eso?

  –Te dije que esperaras en el puto coche –gruñó él con ira, girando su cabeza y mirándome por encima del hombro. Sus ojos brillaban todavía furiosos, tan brillantes y salvajes que tuve que convencerme a mí misma de que no tenía que huir.

Me sentí nerviosa ante sus explosivas palabras. Era la primera vez que escuchaba salir un insulto de su boca, y sentía como si fuera una persona completamente diferente. Una que despertaba cada una de mis células y las hacía bullir de energía. 

Tragué saliva, sintiendo como mi corazón empezaba a latir con rapidez, pero no por la carrera de minutos atrás. Sentí como si ácido se extendiera por mi garganta; conocía esa sensación. Era miedo. Y saberlo, me sorprendió.

Rick se giró, quedando por fin cara a cara con él. Me abracé a mí misma, insegura por lo que tenía que decir. ¿Cómo podía actuar con un Rick desatado? Llevaba toda la vida acostumbrada a un lobo solitario y frío, no a alguien capaz de golpear el capó de un coche por un ataque de ira. ¿Qué debía hacer?

–Tienes miedo –observó Rick, con algo que no supe reconocer brillando en su voz. Quizá era estupefacción, o quizá era miedo. Sin embargo, ¿a qué podía él temer de sí mismo?

–No tengo miedo de ti –le dije con voz aguda. Él frunció el ceño, sin creérselo–. Tengo miedo de lo que vayas a decir –le aclaré negando con la cabeza–. Eres un cabrón insensible cuando quieres.

Una especie de gruñido y bufido salió de su garganta.

–Si tanto miedo tienes, ¿por qué mierda estás aquí? Te dije que esperaras –su voz sonó irritada y todavía furiosa.

Apreté los labios en una fina línea y sin poder evitarlo me acerqué a él. Cuando estuve lo suficientemente cerca de él como para poder emborracharme de su olor, me armé de todo el valor que tenía y alcé la cabeza, retándole. Estaba cansada de agachar la cabeza. ¡Era tan fuerte como él, e iba a demostrárselo!

–Yo no sigo órdenes de nadie, lobo –le espeté entre dientes, entrecerrando los ojos en una invitación silenciosa para que negara lo que acababa de decir–. Y te he seguido porque he querido.  

  –Me has seguido como un perro abandonado –me espetó él entonces, agachando la cabeza, retándome. Aquellas palabras espolearon mi furia hasta límites insospechados. ¡Cómo se atrevía!– ¿Te has cansado de abrazarte a Jacques? ¿Piensas que ahora voy a ser yo quien ocupe su lugar, Diana?

Su tono de burla me dieron ganas de gritar. Apreté tan fuerte mis manos que estaba segura de que me estaba provocando heridas en las palmas. 

  –¿Y tú te has cansado de golpear coches, Rick? –sabía que estaba pisando en terreno peligroso, lo veía en su mirada plateada. Pero me importaba una mierda, ¿quién demonios se creía? ¡Conmigo no se metía nadie!– ¿Qué pasa? ¿Se te ha pasado ya tu ola de celos, perro?

Rick entrecerró los ojos de manera peligrosa ante el peor insulto que se le podía decir a alguien de nuestra raza. Me encogí interiormente por las palabras que habían salido inconscientemente de mi boca, pero no las retiré. Se las merecía.

Nuestros rostros estaban tan cerca que lo único que podía ver era aquel mar de plata que parecía retenido en su mirada. Nuestros cuerpos no se rozaban pero estaban tan cerca que parecía crear una electricidad incesante en mi piel. Ni siquiera me atrevía a respirar mientras esperaba cualquier cosa, cualquier movimiento que me avisara de que tenía que retirarme... o atacar.

  Y lo único que consiguió romper el tenso ambiente y la conexión de nuestras miradas fue un aullido agudo, demasiado agudo... y demasiado cercano a nosotros. Rick al instante ladeó la cabeza y cerró los ojos para oírlo mejor. Segundos después, su mandíbula se apretó.

Cuando se separó de repente de mí casi me mareé. Casi había estado a punto de alzarme y de besarle, pero aquella loba–porque estaba segura de que ese aullido había provenido de una loba–, consiguió devolverme la lucidez instantes antes. Sin embargo todavía una parte dentro de mí que la maldecía.

Rick se giró entonces, dándome la espalda y mirando con ojo crítico por todo nuestro alrededor.

  –Diana vuelve al coche –su voz entonces sonó como siempre, tan fría e impersonal que casi sentí como mi corazón se partía.

–Te he dicho que...

–No es una orden –me interrumpió, girándose y mirándome como si fuera la primera vez que nos encontrábamos allí. Como si lo que acababa de ocurrir no hubiera existido–. Vuelve al coche.

Mis labios se apretaron con fuerza al ver como parecía estar excluyéndome de lo que fuera que estaba ocurriendo allí. Un por favor parecía implícito en esa última oración, pero no habría sobrado oírlo. Mascullé una maldición.

Me giré con intención de irme, pero sin olvidarme de lo que acababa de ocurrir. Seguirle había sido muy productivo, pues ahora sabía muchas cosas. Rick sentía. Rick se enfurecía. Rick se ponía celoso. E iba a hacerle explotar, de eso estaba segura.

Solo debía averiguar cómo.

LUCHA DE IGUALES. || LB#3 ||Where stories live. Discover now