[12] Conversación en la noche.

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RICK.

Tragué saliva para intentar quitar el sabor seco que recubría mi boca mientras la oscuridad se extendía por la cabaña. Jamás había pensado que los celos podrían ser tan dañinos; sobre todo, no sabía lo mucho que me afectaría que Diana me observase como me observó esta mañana mientras abrazaba a otro de manera íntima. Casi había perdido el control, pero por suerte –o por desgracia– había conseguido controlarme.

Observé entonces la enorme y mullida cama que iba a convertirse en mi nuevo y peor martirio. ¿Cómo demonios había sido Jake capaz de hacer esto? ¿Por qué había tensado tanto las cosas? Cerré los ojos con fuerza y negué con la cabeza.

Me acosté sobre ella y resoplé con irritación, sin poder evitar pensar que era el único mueble grande que había allí. Mi lobo gruñó.

Cerré los ojos cuando volví a pensar en ella, como llevaba haciendo constantemente desde que Ariadna me complicó la vida. Ahora, aquella temperamental loba estaría en la plaza, rodeada de todos aquellos mocosos que babeaban por ella. Apreté los dientes cuando una ola de celos me barrió.

  –No –dije en voz alta con la voz tensa, rompiendo el silencio que había en la oscura habitación y sintiendo como mi lobo peleaba por conseguir el control para salir y defender lo que él sentía como suyo. Sin embargo no podía, ni quería permitirlo. Diana jamás podría ser mía, a pesar de que cada célula de mi cuerpo gritara lo contrario.

Gruñí con molestia y volví a cerrar los ojos intentando conciliar el sueño, aunque sabía que era en vano... O al menos lo sería hasta que Diana volviese y me asegurara de que ningún idiota había puesto la mirada sobre ella.

La hipocresía me quemó por dentro. Por una parte, la que era racional y entendía perfectamente que ella sufriría a mi lado si cedía a mi instinto, comprendía por qué debía estar solo; sin embargo, la otra parte, la que era instintiva y salvaje, me gritaba que saliera de allí y la reclamara de una vez. ¡Pero no podía! Jamás me perdonaría a mí mismo el hacerle daño; prefería que me odiase para toda la vida a que el rencor por el dolor la consumiese. Gruñí levemente.

Todavía seguía peleándome conmigo mismo cuando escuché unos suaves golpes en la puerta. Sin embargo, sabía perfectamente de quién se trataba. Lo que no entendía era el qué demonios hacía aquí a estas horas de la noche y sola

Me levanté de la cama y caminé lentamente hasta la puerta de la cabaña. Cuando abrí, Amalia me miró con una cálida sonrisa y me repasó con aquellos ojos rojos y brillantes de preocupación.

  – Rick –saludó ella con dulzura, ladeando la cabeza y mirándome fijamente–, me ha sorprendido no verte esta noche. ¿Te encuentras mal?

Me quedé en silencio. Tanto ella como yo sabíamos la razón por la que no había asistido a esa cena; no confiaba en mí mismo, no para controlarme con tantos hombres sobre Diana. Simplemente perdería el control, y eso no era algo que estuviese buscando... Y estaba seguro de que ellos tampoco.

 Amalia suspiró y agachó la cabeza mientras negaba levemente.

–Ha sido una estupidez –se burló ella de sí misma, con una pequeña sonrisa. Me tuve que contener para no afirmarlo–. Te has quedado aquí por Diana, ¿no? 

Tragué saliva y observé a la vampiro con atención. ¿A qué demonios quería llegar?

–Sí –afirmé secamente cuando me di cuenta que estaba esperando por alguna respuesta.

–Ella está muy guapa esta noche –continuó ella. Me tensé levemente mientras imaginaba su rostro de rasgos felinos, con aquella pequeña nariz y aquellos grandes ojos dorados que brillaban con desafío mientras una sonrisa se extendía por sus labios. Cerré los ojos momentáneamente, intentando olvidarme de aquella perturbadora imagen–, pero está muy cabreada porque no hayas asistido. Creo que te ha llamado impresentable unas cuantas veces –No pude contener una mueca divertida; a pesar de que intenté ocultarla, Amalia la captó al vuelo y sonrió todavía más–. Está esperando a que aparezcas.

Aquello mató el pequeño momento de diversión. 

  –No puedo ir –por una vez, no mentí para librarme de aquellas cenas. No podía ir por el simple hecho de que no tenía fuerzas para combatir a mi lobo, no después de haber pasado tres días encerrado en un coche con su aroma por todos sitios mezclado con el salado olor de sus lágrimas. Me había torturado, sin saberlo, y ahora no tendría fuerzas para aguantar mucho más. Simplemente golpearía a cualquier lobo que se le acercase, o haría algo mucho peor: reclamarla–. Estoy cansado, quiero dormir.

–Sin embargo estás despierto –observó ella con una amplia sonrisa pero con sus ojos brillando tormentosos, como si supiera exactamente qué es lo que estaba pasando por mi cabeza– ¿Por qué te empeñas en intentar ocultármelo?

Su repentina pregunta me bloqueó. Parpadeé lentamente y ladeé la cabeza, observándola.

–¿De qué hablas? –pregunté entre dientes, intentando disimular que no sabía por qué camino iba. No empezaba a gustarme esta conversación.

–He sentido durante largos meses exactamente lo que sientes tú, Rick –dijo la vampiro cruzándose de brazos–. Conozco la impotencia de sentir cosas que no deseas sentir, pues hay algo que te perturba y temes hacerle daño por ello.

  –No es la misma situación –espeté entre dientes, apartando la mirada–. Tú tenías una solución, yo no. No hay esperanza que valga, vampiro.

–¿Que no es la misma situación? –la voz de Amalia sonó estupefacta–. Dudo que tu situación sea peor de lo que la mía lo fue. Aquellas pesadillas estaban volviéndome loca, y pensé que Jake sufriría por ellas. Luego la situación empeoró cuando mi padre apareció. Estuve a punto de morir, pero no lo hice gracias a mi Compañero, no me rendí porque él estaba allí, conmigo. ¿Por qué crees que Diana no estará a tu lado para apoyarte en lo que sea que te hace daño?

Gruñí con irritación mientras sentía sus palabras como dagas en el pecho. La garganta se me secó mientras pensaba en la respuesta, pero sabía que no podía decirla.

  –No dejaré que Diana sufra por algo que solo me concierne a mí –clavé la mirada en sus ojos, que tenían un brillo atormentado–. Seré más fuerte de lo que tú fuiste, Amalia, pues sé que no hay solución para lo que me pasa. No uniré el destino de Diana con el mío, no la veré sufrir.

Amalia apretó los dientes y sus ojos se humedecieron, pero no estuve seguro de si fue por la impotencia o por el dolor. Mientras decía aquellas palabras, sentía como una parte de mí se consumía.

–Entonces estás condenando a ambos a un futuro lleno de soledad y tristeza, Rick –el tono de su voz era dolido– ¿Estás seguro que prefieres eso? ¿Ni siquiera vas a intentar superarlo junto a ella?

Mi garganta se apretó.

 –Ella encontrará la felicidad junto a otro –las palabras habían creado heridas en mi garganta, y me había costado un mundo decirlas. Un gruñido se quedó atascado en mi pecho; mi lobo se negaba a ello–. Cumplirá su sueño de ser Alfa. Será feliz.

Amalia se rió con ironía.

–Eso es lo que te dices a ti mismo para justificarlo, ¿no? –Amalia negó con la cabeza y suspiró–. Espero que si alguna vez ocurre eso y Diana encuentra a alguien con quien compartir su vida, su corazón y su cuerpo, no seas tan hipócrita de meterte entre ellos. Si ahora la dejas ir, si le partes el corazón, atente a las consecuencias –sus ojos rojos brillaron entonces amenazantes–, pues ni Jake ni yo dejaremos que te vuelvas a meter en su vida. O la tomas o la dejas, lobo. Tú decides.

LUCHA DE IGUALES. || LB#3 ||Where stories live. Discover now