[46] La verdad (2).

6.9K 795 23
                                    

Lamento haber tardado tanto en subir esta parte. :( Espero que os guste. Ya solo me queda un capítulo más y el epílogo, el cual espero que os guste. 


DIANA.

Entramos en la cabaña de Marie en silencio, sintiendo la presión que había en el aire. Iba agarrada de la mano de Rick desde el instante en que salimos de nuestra cabaña, y actualmente lo agradecía. No podía soportar aquella sensación de incomodidad sola.

Caminamos dentro del salón, descubriendo que habíamos sido los últimos en llegar. En ese mismo momento, seis pares de ojos se clavaron en nosotros: Jacques, Amelia, Marie, Alan, el Sanador y el Rey de los Vampiros, Lucan. ¿Qué hacía el padre de Damon aquí?

  –¿Qué hace usted aquí?–pregunté sin pensar, sorprendida. 

–Marie me avisó de todo lo ocurrido –dijo el vampiro, mirando a la hermosa loba que estaba sentada en un sillón, perdida en sus pensamientos. Segundos después, volvió a clavar su mirada en mí–. Llevo veinte años guardando el secreto que ocultaba esta Manada, Diana. Como muestra de nuestra Alianza, los ayudé a impedir que mis vampiros se adentraran en estas tierras, asegurando que estaban malditas –El viejo vampiro, el cual tenía un enorme parecido con su hijo Damon, clavó entonces sus rojizos ojos sobre Jacques–. Sin embargo, parece ser que la maldición se ha roto. ¿Cómo?

 En ese momento, me di cuenta de que Jacques estaba sentado en el sofá, agarrado de la mano de Ariadna con expresión de fatiga. Mi pecho se apretó cuando el lobo se llevó la mano al pecho, justo en el mismo lugar en el que había tenido la daga clavada. Sentí un escalofrío recorriendo mi cuerpo cuando la manta que cubría su cuerpo se cayó y mostró, entre sus dedos, la marca de una oscura cicatriz.

Entonces, Jacques masculló ciertas palabras que no tenían ningún sentido. O al menos, que no lo tenían para mí. 

–Ahora comprendo sus palabras... Pensé que eran desvaríos producidos por la locura y el dolor tras la muerte de su hijo, pero significaban mucho más, ¿verdad? –susurraba Jacques, con la cabeza gacha, mirando al suelo mientras apretaba su agarre sobre su propia piel– ¿No es así, anciano?

En ese momento, entendí que Jacques no estaba hablando con Lucan, sino con el Sanador. Clavando mi mirada sobre el viejo lobo, me di cuenta de que una profunda mueca de odio y rencor recorría su rostro. Sus ojos relucían por una especie de traición que no comprendía. ¿De verdad el odio había consumido tanto su alma?

  –Las palabras de mi abuela eran la llave para librarnos de todo esto, y tú lo sabías. Ella nos dio la clave para destruir esta maldición, pero aún así intentaste envenenar mi mente para que eso no ocurriera nunca. Lo ocultaste ante todos, sin importar todo el odio que estabas generando por culpa de tu silencio –La voz de Jacques sonaba fría y mortal. Sus ojos grises se habían aclarado tanto que parecían blancos–. Durante años me hiciste sentir inferior a él –Rick, en ese momento, se tensó a mi lado–, hiciste que todos le odiaran, que le repudiaran por ser el hijo de Saoul... Envenenaste la mente de todos para que la paz no se produjera, para que el odio se extendiera a lo largo de los siglos como venganza por lo que ocurrió. Ni siquiera aceptaste que tu hermana se arrepintiera de todo el dolor que su maldición estaba dejando a su paso. 

– ¡Ella no se arrepentía de nada, maldito mocoso! –explotó entonces el Sanador, levantándose de su sitio con los ojos inyectados en sangre y la mirada refulgiendo por la ira–. ¡Mi hermana cumplió con su deber al maldeciros a todos, a pesar de que en los últimos días de su vida hubiera perdido toda la razón! ¡Tú ni siquiera deberías haber oído aquellas palabras!

  –¿Jacques? –dijo entonces Marie, saliendo de su trance y clavando su mirada en su primogénito– ¿De qué estáis hablando? ¿Qué fue lo que oíste?

  –¡No! ¡No te atrevas a hablar! –le ordenó el Sanador, apretando la mandíbula. 

  Jacques apretó la mandíbula, furioso, sin apartar la mirada de su tío abuelo. En ese momento, se levantó y se acercó al viejo Sanador en silencio, haciendo que éste retrocediera y volviera a sentarse con los ojos brillando por la cobardía. Segundos después, clavó su mirada en Marie.

–Nunca había recordado bien esa noche, madre –empezó a decir, agachándose delante de ella y cogiéndole las manos–. Pero cuando estuve hundido en las aguas del lago, lo vi todo con claridad: vi los recuerdos de mi padre, la manera justa en la que murió, luchando por lo que quería. También vi el momento en el que mi abuela se internó meses después en el lago y recitó la maldición. Sin embargo, en cuanto sus palabras terminaron, el agua le mostró lo mismo que me enseñó a mí y cuando salió no pudo soportar su carga. Enloqueció, pues sabía que su acto había sido una locura injusta–Jacques cerró los ojos con fuerza, como si le doliera recordar tanto–. Semanas después de haber perdido la vida poco a poco, lo único que era capaz de pronunciar era la solución a todo el infierno que había creado: ''La sangre de mi hijo no puede ser derramada de nuevo... Él no puede morir o todo acabará...'',  sin embargo, la única persona que entendió su significado, guardó silencio y se encargó de que, aunque nos enterásemos de la forma de liberarnos, el odio fuera tan fuerte entre nosotros que ni siquiera lo intentáramos –le lanzó una mirada asesina al Sanador, y este agachó la cabeza, furioso–. Yo había oído esas palabras la última noche en la que ella vivió, y a pesar de que había sido demasiado joven como para entenderlas, jamás había podido olvidarlas. 

  –Pero no lo comprendo –dijo entonces Alan, frunciendo el ceño– ¿A qué se refiere con su hijo? Él ya había sido asesinado por Saoul, ya no había forma de derramar su sangre de nuevo. ¿Cómo...?

  –La Sanadora no se refería a su hijo –dijo entonces Rick, interrumpiéndolo. Su mirada se había quedado fijo en Jacques, el cual le devolvía la mirada–, sino a Jacques. Él, al ser su nieto, era el único capaz de destruir la maldición. Por eso ocupó mi lugar, ¿no es así? 

Jacques asintió con la cabeza, sabiendo que la mirada de Rick le agradecía todo lo que había hecho.

 –¿Y cómo sabías que las palabras de la Sanadora tenían algún significado? Podía ser simplemente el desvarío de una mujer perdida en la locura de la pérdida de su hijo–dije entonces, con el ceño fruncido. Todavía no podía creer que la verdad fuera esta, que Jacques hubiera sido una parte tan importante en todo esto.

– Él no lo sabía –interrumpió Ariadna, con una profunda mueca de enfado. La loba parecía querer golpear a su Compañero, y yo lo entendía–. Simplemente lo recordó y lo intentó. 

–¿Y si no hubiera sido verdad? –le pregunté, anonadada, apretando con fuerza el agarre de Rick. Si hubiese estado en su lugar, no habría permitido que él se arriesgase así.

Jacques sonrió ampliamente cuando Ariadna gruñó, enfadada y clavó su mirada en su Compañero.

–Entonces habría hecho que se arrepintiera por el resto de su vida. 

LUCHA DE IGUALES. || LB#3 ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora