[18] Intentos vanos.

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DIANA.

Sostuve contra mi pecho la pequeña libreta que Alessandra me había entregado media hora antes de despedirse de mí y me senté en el asiento del copiloto, mirando con una pequeña sonrisa de despedida a través de la ventanilla. Cuando la puerta del conductor se abrió, contuve el aliento de manera disimulada y me centré casi con obsesión en las palabras que había escritas en el papel. 

Leí las palabras que yo misma había escrito tras escuchar las recomendaciones de Alessandra; desde que el Sanador de la Manada de Marie me había dado el libro de su hermana, había estado leyendo algunas páginas que me habían llamado la atención, y había empezado a pensar que podrían hacer que Tobías despertara. Aquel pequeño vampiro se merecía todo mi esfuerzo para que sanara, y estaba segura de que las aclaraciones de Alessandra sobre el libro podrían ser de gran ayuda. Sonreí con esperanza, ensimismada.

Sin embargo, el sonido del motor al encender me sacó de mis pensamientos, y en cuanto recordé con quién estaba, mi nerviosismo apareció. Me lamí los labios mientras intentaba no mirarle; en cambio, pasé media hora observando por la ventanilla como el paisaje pasaba a toda velocidad. Solo cuando la tensión parecía estar a punto de cobrar vida, encontré las suficientes agallas para hablar.

  –Y... ¿de qué estuviste hablando con Jake? –intenté crear una conversación, de lo que fuera. Sin embargo, cuando clavé la mirada en el perfil de su rostro, me di cuenta de que tendría que haber elegido cualquier otro tema. Mascullé una maldición.

Su mandíbula estaba apretada, aunque no estaba muy segura de por qué. Conociendo a Jake, habría sido capaz de decirle cualquier cosa... Y conociendo a Rick, se habría guardado cualquier sentimiento en su interior. 

  El silencio reinó en el coche durante largos minutos. Sin embargo, estaba totalmente convencida de crear cualquier tipo de conversación con él. Maldito fuera, nos conocíamos desde hacía años, desde mucho antes de que aquella parte femenina en mí se diese cuenta de que él era a quién pertenecía. Sobre todo, lo había llegado a considerar un amigo... Y eso era algo que no quería perder. ¡Aunque fuera un idiota obstinado! 

– El libro que me dio el Sanador de tu manada creo que podrá ayudar a Tobías –intenté crear un tema de conversación más ameno, más sencillo, a pesar de que no entendía por qué demonios se había enfadado–. Le he leído unas cuantas páginas a Alessandra, y según ella puede haber una solución a lo que sea que le pasó.

  –Puede ser –accedió él segundos después. Su rostro se había relajado y su tono no demostraba nada más. Sus ojos estaban fijos en la carretera que pasaba con rapidez, la suficiente como para hacer borrosa la visión del exterior.

–¿Solo vas a decir eso? –le pregunté frustrada, cruzándome de brazos–. Te he estoy diciendo que puede que tenga la solución de Tobías entre mis manos.

  –Te he oído la primera vez –me respondió él con el ceño levemente fruncido, mirándome de reojo–. Pero no entiendo lo que buscas que te responda. Ya te he dicho que acepto tu teoría, ¿qué más quieres que te diga?

Gruñí en un completo sonido de exasperación, deseando gritarle; quizás no me habría molestado tanto si no me hubiese hablado con aquel tono frío e irritante, pero al menos no estábamos discutiendo por aquel tema que pendía sobre nosotros como carámbano de hielo.

  – De verdad que puedes ser muy molesto –mascullé entre dientes, entrecerrando los ojos–. Lo único que quiero es hablar contigo sobre cualquier tema. ¿Tan imposible te parece? ¿Tan perdida está nuestra amistad?

La sorpresa brilló en su mirada por unos instantes, al igual que el desconcierto. Me lamí los labios mientras él intentaba leer la verdad en mis acciones, pero lo que no sabía era que la única razón que tenía para hacer lo que estaba haciendo era que solo quería acercarme algo a él, aunque fuera como una amiga. Tras la última conversación que había tenido con él una semana atrás, en la cual había explotado por culpa del rechazo que sentía, me había dado cuenta de que preferiría estar discutiendo diariamente con él, a que se volviese a alejar. Eso era algo que no podía permitir, pues era algo que me hacía demasiado daño. 

Observé con esperanza como el rostro de Rick se relajaba. Sonreí disimuladamente mientras él volvía a fijarse completamente en la carretera.

–Puede que sea cierto que lo que hay en ese libro puede ayudar a Tobías a mejorar, pero no creo que vaya a ser esa razón por la que despierte.

Fruncí el ceño extrañada mientras él absorbía mi total atención. A pesar de que estaba eufórica por esta especie de tregua que habíamos hecho, realmente me interesaba lo que iba a decir.

  –Explícate –le pedí con curiosidad.

–Creo que Tobías no quiere despertar, porque no hay nada que le motive a ello –las palabras de Rick fueron como un golpe directo a mi rostro, pero todavía no podía comprenderlo. ¿A qué demonios se refería? Él, al ver mi expresión de desconcierto, ladeó mínimamente la cabeza–. ¿Recuerdas las últimas noticias sobre su estado?

  –Sí –dije suavemente, recordándolas. Me había pasado días ansiosa por recibir noticias del pequeño vampiro, y casi me había echado a llorar por la alegría cuando leí la carta de Rebecca–. Decían que las heridas que Enric había producido en la mente de Tobías estaban empezando a sanar, y que era cuestión de tiempo de que despertara –fruncí el ceño e hice una mueca, bajando la mirada a mi regazo–. Sin embargo, todavía no lo ha hecho y por eso creo que el libro...

  –No estás entendiendo lo que quiero decir, Diana –insistió él, interrumpiéndome. Me volvió a mirar fijamente, clavándome aquella mirada tan seria y tan fría, pero que conseguía crear estragos en mí.

–¡Es que no entiendo por dónde vas! –le reproché, enfurruñada. Estaba feliz por no estar discutiendo con él, pero hacía tanto tiempo que no teníamos una conversación amistosa, que se me había olvidado lo irritante que podía llegar a ser–. Explícate.

–Pienso que Tobías solo despertará cuando el bebé de Rebecca nazca. Tengo entendido que Rebecca sintió la conexión de su hija con el vampiro, ¿no? Pues creo que Tobías solo abrirá los ojos para ver a la niña.

Me mordí el labio con fuerza, entendiendo de pronto lo que quería decir. Mi corazón empezó a latir con fuerza a causa de la emoción y la esperanza que estaba empezando a crecer en mi pecho. Lo que había dicho Rick podía ser muy, muy cierto. ¿Qué mejor razón para despertar, que para observar a los ojos a la parte de tu alma que te completaba?

Mientras pensaba en ello, una enorme sonrisa afloró en mis labios. Cuando alcé la mirada de nuevo hasta los ojos de aquel obstinado lobo, lo pillé observándome fijamente. Aquello apretó mi corazón.

Rick creía en la relación existente entre compañeros, pero sin embargo se empeñaba en negarse a mí.

–Espero que lo que crees sea verdad, Rick –dije con voz suave, intentando recomponerme de mis últimos pensamientos. Sin embargo, no pude sostener su mirada mientras continuaba hablando–. Nadie debería vivir lejos de su mitad, y esa niña nonata se merece el derecho a ser feliz. Tobías despertará con tal de no hacerle sufrir, ¿verdad? Eso es lo que hacen los Compañeros de Vida.

Sentí la mirada fija de Rick en mi rostro, que intentaba mantener impasible. La sonrisa seguía en mis labios, a pesar de que ya no sentía ganas de hacerlo.

  –Pensé que querías tener una conversación cualquiera –dijo él de pronto, con la voz tan gélida que dolía–. Pero parece ser que me equivocaba.

Aquellas palabras crearon un vacío en mi estómago. De pronto, me di cuenta de lo que había hecho: después de comenzar una conversación con él como habíamos tenido en el pasado, el rencor por su rechazo había nublado mi mente, y no había podido contener mis palabras dañinas. Él me estaba haciendo daño e inconscientemente, yo se lo estaba haciendo a él. Las lágrimas se atoraron en mi garganta. ¿De verdad era esto lo que nos esperaba a ambos? ¿Un futuro negro e incierto, lleno de dolor y rencor? 

 –Rick–intenté pedirle perdón, intenté cambiar mis palabras, pero él me interrumpió.

  –Ya hemos llegado –dijo él con tensión y sin mirarme. 

Me quedé muda mientras Rick bajaba del coche con rapidez, dejándome sola con las palabras atragantadas y la culpa quemándome por dentro. Esta vez, había sido yo la que lo había fastidiado todo. Y eso era algo que no podía perdonarme.


LUCHA DE IGUALES. || LB#3 ||Onde histórias criam vida. Descubra agora